viernes, 3 de enero de 2020

Presentación del libro "Prostitución y Trata. Herramientas de Lucha Abolicionista" (2017)


Esta presentación fue realizada en el 32 Encuentro Nacional de Mujeres, Chaco, Argentina, los días 14, 15 y 16 de octubre de 2017.

El 27 de septiembre de 2019 también fue realizada esta presentación en la Biblioteca Nacional, CABA y fue publicada en el Blog de la Campaña Abolcionista disponible en el siguiente link

http://campaniaabolicionista.blogspot.com/2020/01/27-de-setiembre-de-2019-presentacion-de.html

Presentación del libro:

“PROSTITUCIÓN Y TRATA. HERRAMIENTAS DE LUCHA ABOLICIONISTA”
de la Campaña Abolicionista Nacional “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”
por Luciana Guerra


Este libro es expresión de las reflexiones y los saberes creados desde un movimiento político, son saberes construidos desde la urgencia de nuestras cuerpas en rebelión contra un sistema patriarcal, capitalista prostituyente que nos quiere esclavas, nos quiere sumisas, nos quiere enfrentadas las unas con las otras y desde ya nos quiere y nos ha querido siempre en la cocina o en los prostíbulos.
Construir saberes desde un movimiento es bien distinto a la producción de conocimientos  en los ámbitos académicos. Porque la academia no deja de ser, desde mi punto de vista, un lugar de privilegio, un lugar donde reina la competencia, la jerarquía y que marca la frontera entre las voces certificadas y avaladas institucionalmente, las voces “autorizadas” por un lado, y por otro lado, esas voces que al no tener títulos certificantes parecería ser que no valen, que no saben, voces a las que no se les da ningún valor de verdad, salvo como objeto de estudio para las tesis doctorales de lxs estudiosxs.
Ese modo institucional y hegemónico de hacer y producir conocimiento ha tenido y sigue teniendo el sentido político de legitimar privilegios. Yo creo que la academia sigue siendo sexista, sigue siendo racista y clasista, a pesar de las disputas y contradicciones que están abiertas, porque la academia es la institución epistemológica oficial del sistema patriarcal y capitalista que la regula y la financia.
Por eso yo rescato y valoro muchísimo cuando logramos construir saberes desde el movimiento feminista, desde nuestro activismo. Cuando nos juntamos a pensarnos, a analizar caminos posibles para aniquilar y destruir de una buena vez al patriarcado.  Cuando escuchamos lo que nos dice nuestro cuerpo y lo compartimos con otras, ahí, en el corazón de un movimiento político, es cuando nace, creo yo, un saber desobediente, un saber indisciplinado y escandaloso para las academias que hoy por hoy anuncian desde distintas disciplinas con sofisticadísimos lenguajes, lo liberador, empoderante y conveniente que es para mujeres y travas, ser explotadas sexualmente. A esos discursos de la ideología prostituyente científicamente comprobados por la academia machista, nosotras los ponemos en duda, los criticamos, los analizamos e invitamos a quienes estén interpeladxs por este tema a pensarlo colectivamente. Este libro es una herramienta para seguir pensando la realidad de la explotación sexual y para construir entre todas caminos para combatirla.
En este libro expresamos las brujas abolicionistas nuestros deseos, nuestros saberes, nuestras utopías y nuestras críticas furiosas al sistema prostituyente y la ideología neoliberal que hoy pretende legitimarlo. La experiencia de nuestras cuerpas, para mí, es el lugar donde nacen nuestros saberes. Y desde esa experiencia, es que las compañeras de AMADH, compañeras que admiro, que respeto y que me enseñan día a día a transitar los caminos del abolicionismo escriben en este libro un artículo titulado  DESDE NUESTRA EXPERIENCIA DECIMOS: LA PROSTITUCIÓN NO ES TRABAJO!!! 
Y desde una escritura colectiva las compañeras sobrevivientes de explotación sexual abolicionistas nos cuentan los caminos que recorrieron como organización y la luchas que dan hoy contra el sistema prostituyente.
Las compas de AMADH tienen una revista que  se llama con voz propia y hoy, en este contexto, levantar nuestras propias voces para expresar quiénes somos las abolicionistas y por qué luchamos es clave, es importantísimo, porque se andan diciendo tantas cosas de nosotras... Bueno, este libro es una manera de expresar con voz propia, quiénes somos, cuáles son nuestros pensamientos y contra quiénes nos estamos rebelando las que formamos parte de este movimiento. 

NACIMIENTO DEL ABOLICIONISMO: higienismo reglamentarista
El abolicionismo nace históricamente como una respuesta a las políticas higienistas del reglamentarismo. El abolicionismo nace luchando debatiendo y denunciando al reglamentarismo. Para el estado patriarcal, reglamentar la prostitución era y es una cuestión sanitaria. Y esto, nuestra amada y siempre recordada Lohana Berkins lo tenía bien en claro. En el 30 encuentro nacional de mujeres de Mar del Plata organizamos una mesa abolicionista donde estuvo Lohana y toda su exposición todo lo que nos dijo ese día está publicado en el libro. Pero quiero citar un fragmento de lo que La trava abolicionista de nuestro corazón dijo ese día:

Reglamentar la prostitución es legitimar el sistema capitalista y patriarcal. Si lo vemos desde el punto de vista de la higiene como proponen las compañeras que pugnan por esto, es realmente entregarle el control del cuerpo de las mujeres y las travestis a la medicina, una de las instituciones más perversas que históricamente ha sido usado para el control del cuerpo de las mujeres. ¿Entonces de qué me están hablando? Yo voy a tener que tener un cartel como si fuera una vaca. Puta de alto consumo, está todo bien. Y el tipo que me viene a consumir a mí ¿me va a mostrar su carnet?

Con estas palabras Lohana dejó bien en claro que detrás del reglamentarismo anida el detestable interés capitalista y patriarcal de cuidar el negocio y la mercadería sexual, porque eso somos para el proxenetismo, objetos sexuales rentables. El delito de trata con fines de explotación sexual esta tercero en el ranquin de delitos mundiales más rentables después del tráfico de armas y drogas. Hay mucho poder económico en juego.
También lo que se busca desde el reglamentarismo es legalizar y legitimar a los grandes beneficiarios de todo este sistema: los proxenetas y los prostituyentes.
El eje de la manipulación ideológica del reglamentarismo neoliberal es interpretar a la prostitución como una experiencia de libertad, una experiencia conveniente y empoderante para mujeres y travestis.

PROSTITUCIÓN Y TRATA
Por ejemplo: uno de los supuestos beneficios del reglamentarismo es que reglamentando la prostitución se acabaría con la trata…Para analizar esta hipótesis falsa no tenemos más que ir a los hechos históricos, en la argentina la prostitución estuvo reglamentada hasta el año 1936. En los años del reglamentarismo argentino había muchísimas redes de trata, y la lucha de Raquel Liberman es un ejemplo de resistencia contra la trata y el proxenetismo en pleno reglamentarismo. Holanda y Alemania, por ejemplo, paises reglamentaristas están dentro de los 10 primeros países de destino, es decir, entre los 1os países con mayores índices de recepción de mujeres traficadas para la explotación sexual. (UNDOC oficina de naciones unidas contra la droga y el delito)
Y otro hecho que prueba la falacia de que reglamentando la prostitución se combate la trata  es que hay tres sindicalistas de AMMAR procesadas por el delito de proxenetismo y trata. Claudia Brizuela en CABA;  María López de Mar del Plata y Teresa Godoy en Neuquén.
Nosotras creemos que para luchar contra la trata hay que luchar contra los prostituyentes y contra los proxenetas.
Nosotras decimos sin clientes no hay trata, el reglamentarismo dice sin clientes no hay plata. En ese discurso vemos como se promueve la demanda y es justamente esa demanda masiva la que causa la trata que no es otra cosa que un método para abastecer al sistema prostibulario. Y para satisfacer esa violenta demanda prostituyente fue que desaparecieron y asesinaron a Johana Ramallo y a tantas mujeres y niñas que seguimos buscando. Porque a nuestras desaparecidas no las olvidamos, con los proxenetas no nos reconciliamos y a los prostituyentes no los perdonamos. 

ABOLICIONISMO ANTIRREPRESIVO
Hay muchas mujeres y travestis en situación de prostitución, por eso un eje central de nuestra lucha es que el Estado no las persiga, no las violente, no las reprima. El paradigma abolicionista expresa claramente en la convención de –naciones Unidas firmado por nuestro país contra la trata de personas y la explotación de la prostitución ajena del 49 que no es delito el ejercicio de la prostitución. Lo que es delito es el proxenetismo. Por eso las compañeras de AMADH presentaron un proyecto de ley a partir del cual lograron que se derogue el artículo 68 del código de faltas de la provincia de BS AS, que habilitaba a reprimir a mujeres y travestis en prostitución.
La lucha contra los códigos de faltas es central al movimiento abolicionista.

POLÍTICAS PÚBLICAS
Y de la mano con esta lucha, se articula el reclamo por políticas públicas para que las mujeres y travestis que quieran salir de la prostitución puedan hacerlo. En el libro varias compañeras desarrollan estas ideas, estas propuestas, estas luchas. Porque la lucha antirrepresiva sin políticas públicas de restitución de derechos es insuficiente.
Se habla mucho de la libre elección de la prostitución, pero a nosotras nos interesa discutir cuales son las condiciones que nos impone un sistema capitalista y patriarcal a las mujeres y a las travestis cuando elegimos. Y contra esas condiciones es que luchamos, la condición de la feminización de la pobreza, la condición de la división sexual del trabajo, la condición del mandato de maternidad y clandestinidad del aborto, la condición travesticida que hace que la expectativa de vida de las travestis sea de 35 años por tener que sobrevivir de la prostitución.
Como no nombrar a nuestra queridísima Diana Sacayán, compañera travesti sobreviviente de la prostitución, feminista abolicionista que logro la ley de cupo laboral trans en la provincia de Buenos Aires. Esto es el abolicionismo, estas luchas, estas banderas y esta crítica implacable contra un sistema prostituyente.


MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Toda la violencia de la institución de la prostitución es compulsivamente negada, invisibilizada y legitimada por los discursos reglamentaristas que tienen un enorme espacio en los medios masivos de comunicación. Quieren convencernos de que la libertad no es otra cosa más que la libertad de mercado sexual. Por eso en el libro aparecen muchos trabajos analizando estas legitimaciones, estos discursos que promueven los medios sexistas.


SEXUALIDAD
La sexualidad también es un eje de análisis en el libro. Porque esta ideología prostituyente se va tan lejos en la apología de la violencia sexual masculina que han llegado a decir que los prostituyentes tienen una práctica sexual disidente. Yo soy lesbiana y esta idología que insinúa la incorporación del varón heterosexual prostituyente al colectivo colectivo lgttb como una identidad sexual disidente es de lo más conservadora que he leído y escuchado. 
Como lesbiana, junto a muchas compañeras del feminismo, hemos acompañado la lucha por la absolución de Marian Gómez, una lesbiana que fue procesada por besarse con su pareja. Fue inaceptable para la mirada patriarcal que dos lesbianas estén disfrutándose la una de la otra en el espacio público. Ahora si aparecen dos mujeres besándose en una porno esos mismos varones patriarcales que metieron presa a Marian, se prenden fuego. Porque el patriarcado detesta que nosotras disfrutemos de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Detesta que rechacemos el lugar de objetos sexuales, de servidoras sexuales. La pornografía es también un elemento de esta pedagogía prostituyente que avanza contra nuestra libertad erótica, que avanza contra la posibilidad de que recuperemos nuestros cuerpos. Y la verdad es que somos muchas las lesbianas abolicionistas, porque luchar contra el sistema prostituyente es luchar contra la heterosexualidad obligatoria.
Los prostituyentes son el sujeto del patriarcado, la prostitución es la institucionalización de la heterosexualidad patriarcal obligatoria. La prostitución no es expresión de una sexualidad contrahegemónica disidente y transgresora. La prostitución es una máquina de satisfacción machista. Esta idea absurda del “buen prostituyente anarkoqueer” en el libro también es criticada profundamente.
Para ir terminando, este libro hermoso, que tengo el enorme orgullo de estar presentando junto a compañeras que admiro, que me enseñan día a día a seguir luchando, es una invitación a pensar lo que significa la prostitución, lo que significa en nuestras vidas como mujeres, como travestis, como lesbianas, y es también una invitación a rebelarnos juntas contra el sistema prostituyente. Porque queremos ser un movimiento de liberación sexual y no un mercado sexual.




Lo personal es político: ¿Violencia entre lesbianas o violencia ejercida por una lesbiana violenta sobre otra? (2011)

Texto publicado el 24 de diciembre de 2011 en el facebook de la colectiva feminista Las Furiosas

Disponible en el siguiente link del archivo documental digitalizado del activismo lésbico Potencia Tortillera:

https://drive.google.com/file/d/0BwhIfQse-ZpXVGdzYkxxdkpIZkE/view

http://potenciatortillera.blogspot.com/2011/12/luciana-guerra.html



Lo personal es político: ¿Violencia entre lesbianas o violencia ejercida por una 
lesbiana violenta sobre otra? 
Luciana Guerra


I 
Cuando hablamos de violencia de género, en específico, la violencia contra las mujeres, desde nuestra militancia feminista, siempre la pensamos como una violencia política, una violencia estructural que se basa en las relaciones de dominación patriarcal. Cuando un varón heterosexual ejerce cualquier forma de violencia sobre su amante, esposa o novia, la llamamos violencia machista o violencia de género. Si una mujer denuncia esa violencia, sabemos que la sociedad en su conjunto, al naturalizar la violencia machista, es decir al considerarla algo normal, por ende algo aceptable, genera lo que denominamos la revictimización de la mujer. Es decir, la mujer violentada, al denunciar y querer enfrentar esa violencia, se encuentra con que la sociedad la hace responsable de lo que sufrió. La ciencia inventa conceptos como los de masoquismo para decir que hay mujeres que les gusta y gozan cuando las violentan. Las familias, encubren al violento minimizando la violencia ejercida. Los jueces dejan impunes a los violentos. La mayoría de las mujeres víctimas de femicidio habían denunciado a sus asesinos previamente, pero las complicidades Estatales, Institucionales, policiales, sociales, y comunicacionales le dan vía libre a los violentos para que sigan ejerciendo ese poder de dominación y aniquilamiento de la vida y la subjetividad de las mujeres. Para el violento la impunidad y para la mujer violentada el miedo, el silencio. La sociedad y sus mecanismos de complicidad con la violencia machista vuelven a violentar una y otra vez el cuerpo de la mujer que quiere salir de esa situación de violencia. Porque seguro miente, porque la voz de la mujer no tiene credibilidad, porque ella lo provocó, porque a él hay que comprenderlo ya que fue criado en una familia violenta y también es víctima de su violencia, o minimizando la situación violenta con frases del tipo “lo que le hizo tampoco es para tanto…” Nosotras decidimos militar y construir un espacio de mujeres. Uno de los argumentos de los varios que nos llevan a defender la decisión política de organizarnos sin varones es que ese poder que ellos ejercen por el simple hecho de ser varones en una sociedad tiende a silenciar la voz de las mujeres. En los encuentros de mujeres muchas veces afirmamos con otras mujeres lo casi imposible que es poder hablar de las heridas más profundas que dejó marcado el machismo en nuestro cuerpo si hay un varón presente. El silencio es poderoso y cuando nos atrevemos a hablar, esas casi inaudibles palabras que expresamos contienen el feroz miedo que se siente cuando nos animamos a decir basta. Y así, con un mundo patriarcal en contra, le pedimos ayuda a alguna amiga, hermana, compañera, para que ese No que expresa nuestros más profundos aunque lastimados y debilitados deseos de recuperar la alegría, la autoestima y la libertad, sea audible. Para que ese No sea una puerta cerrada a la violencia y una puerta abierta al empoderamiento de nuestros deseos de vivir, de empezar otra vez, pero sin esa violencia que nos devora. Pero qué pasa cuando aparece otra forma de violencia, una violencia que no está teorizada, que no está discutida, que no está incorporada a la agenda feminista ni a la lesbofeminista, que es la violencia entre lesbianas. Nuestra teoría nos dice que el sujeto de la violencia machista es el varón, los femicidios, por ejemplo, son los asesinatos que cometen los varones sobre las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. ¿Pero qué pasa cuando la violencia, esa violencia utilizada como medio de dominación control y aniquilamiento subjetivo y a veces físico de la otra persona, es ejercida por una lesbiana o una mujer sobre otra lesbiana o mujer? ¿y cuando es ejercida por una lesbiana feminista sobre otra lesbiana o mujer, sea esta feminista o no? ¿Qué pasa cuando la sujeta de la violencia es la misma que, desde la teoría lesbofeminista o feminista, supuestamente es la que lucha contra la violencia hacia las lesbianas, hacia las mujeres? ¿Cómo tiene que actuar una colectiva feminista o lesbofeminista cuando una de sus integrantes ejerce violencia sobre su pareja, también integrante de la colectiva? No tenemos herramientas teóricas que orienten nuestras prácticas para abordar esta situación porque nunca discutimos en nuestro espacio violencia entre lesbianas. Al abrirse este problema político, a mí se me abrieron una infinidad de preguntas que no puedo responder y que quisiera pensar colectivamente con mis compañeras, con mis amigas, con las feministas y con quien quiera reflexionar sobre este tema, para poder encontrar caminos que nos permitan luchar contra esta violencia y también claro está, prevenirla. En este sentido, resultan valiosísimos los aportes de las compañeras de Desalambrando Bs. As., primer programa en Argentina dedicado a la Prevención, Asistencia e Investigación sobre violencia, cuando esta tiene lugar en las relaciones entre lesbianas / bisexuales: Desalambrando surge en base a la demanda de lesbianas / bisexuales que se encontraban en situaciones de maltrato y/o violencia en sus vínculos. Es pionero en Argentina. A partir de mayo de 2002 –por iniciativa de Fabiana Tron- se establece como Programa con identidad propia y objetivos específicos, recogiendo el trabajo y la experiencia desarrollados en Lesbianas a la Vista, grupo de militancia sobre visibilidad, donde se había generado, por primera vez, un espacio de apertura para comenzar a hablar sobre estos temas. Desde aquel inicio, el Programa ha estado dedicado a la prevención, atención e investigación de la violencia, tanto de aquella que tiene lugar en las relaciones entre lesbianas / bisexuales; como de la que se reproduce social y culturalmente, a través de dispositivos mediáticos, grupales e institucionales. Actualmente, el staff de integrantes está compuesto en su mayoría por lesbianas y bisexuales – profundamente involucradas con el tema, algunas sobrevivientes de maltrato- y por especialistas en el abordaje y tratamiento de las problemáticas de la violencia y la discriminación1 II ¿Cuáles son las diferencias entre un varón heterosexual que ejerce violencia y una mujer heterosexual que ejerce violencia sobre su pareja? Siempre que hablamos de violencia contra las mujeres nunca falta el que dice: ¡pero también hay mujeres que violentan a sus esposos, novios o amantes! Nosotras respondemos, pero esa violencia que ejercen las mujeres sobre los varones no es estructural como sucede a la inversa, ni está promovida por los medios de comunicación, ni amparada por la impunidad de una justicia machista, ni es un mandato inscripto en el género femenino. Es decir, a nivel Estatal, institucional, y representacional (medios de comunicación, ciencia, etc.) no se transmiten mensajes compulsivos para que las mujeres violenten, dominen y controlen a través del disciplinamiento erótico y corporal a los varones. No forma parte de la estructura de la 1 http://www.desalambrandobsas.org.ar/ violencia de género que una mujer decida sobre el cuerpo de un varón. El estereotipo de masculinidad hegemónico es el que tiene inscripto como mandato el ejercicio de la violencia. En el estereotipo femenino se inscribe la debilidad y el cuidado a los otros, no la fuerza ni la violencia. Los varones tienen que mandar y las mujeres tienen que obedecer, si esto no se respeta, si la mujer cruza las fronteras que su género le prescribe, aparece la violencia machista para corregirla, para poner a la mujer en su lugar de mujer, es decir, de subalterna de los varones. No deja de ser verdad que hay mujeres que violentan a sus esposos o novios. Pero es un dato fundamental que a nivel estadístico no son significativas como sí lo son los casos de violencia contra las mujeres y los femicidios como la forma extrema de esa violencia de género. Pero la violencia de género no es la única forma de violencia que existe a nivel estructural en nuestra sociedad. También está la violencia racista o la violencia xenófoba. Es decir, formas de violencia opresivas organizadas en torno a la discriminación de un grupo sobre otro por considerarlo inferior, anormal, bárbaro, inferior por naturaleza, etc. (ej. las mujeres, lxs travestis, los putos, los/as negros/as, las/os extranjeras/os, etc, ) Esto no significa que todos los blancos violentan a todos los negros, ni que todos los varones violenten a las mujeres, porque siempre hay desobediencias y corrimientos de los lugares de poder establecidos estructuralmente y porque quienes forman parte del grupo homogeneizado a partir de la marca que los segrega, marca de género, marca de clase, marca de etnia, etc. tienen capacidad de resistencia y de lucha. A su vez, aunque son pocos, no dejan de existir aquellas/os que deciden reconocer sus privilegios (por pertenencias de género, etnia, clase, etc) y repudiarlos, rechazarlos y combatirlos políticamente. Pero también hay violencias naturalizadas en todas las instituciones de nuestra sociedad porque están configuradas jerárquicamente. Se institucionalizan relaciones jerarquizadas, se reglamentan y se le pone nombre a cada extremo de las relación jerárquica de poder. Por ejemplo: el docente sobre el estudiante, el padre sobre el hijo, el esposo sobre la esposa, el médico sobre el/la paciente, etc. (Lo que Foucault llamaría la red de instituciones de secuestro). Quienes ocupen esos lugares de poder institucionalizado, van a ser, en su amplia mayoría, quienes reúnan la mayor cantidad de marcas grupales consideradas superiores. Es decir, un sujeto que sea varón, heterosexual, blanco, de clase media o alta, va a ser mayoritario en los lugares jerárquicos, es decir, los lugares de poder institucional. Pero también está la violencia que no se explica por marcas de subalternidad como el género, la etnia, la nacionalidad, la edad. Y esa violencia, en principio, es la violencia física o psíquica que se da a nivel individual en una relación de pareja de mujeres o de lesbianas o de bisexuales, o de travestis, o de trans o de gays. El micropoder que atraviesa todas las relaciones humanas. Quisiera distinguir, por un lado, al modelo jérarquico del micropoder entendido éste como una relación de poder donde una persona puede ejercer dominio y control, por ende violencia, sobre otra. Y por otro, las relaciones de empoderamiento, entendidas como la búsqueda de relaciones donde el poder sea simétrico. El empoderamiento como la construcción de relaciones que nos permitan decidir sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros deseos. El empoderamiento como una reorganización no jerárquica del poder que circula en toda relación humana. El empoderamiento como la construcción de relaciones colectivas de apertura y expresión que nos den herramientas de autodefensa y nos empodere en autonomías. Para que como decía un anarquista, la libertad de la/el otra/o no sea el límite de mi libertad, sino, por el contrario, lo que la confirma y la extienda hasta el infinito. Pero esta frase tan linda de leer, en tanto frase, puede estar en boca de cualquier persona, de personas violentas, de personas machistas, racistas o simplemente de personas que construyen sus relaciones personales desde el control del otro/a. Para mí, el desafío es poder construir nuestras relaciones desde esta perspectiva. Es decir, que transformemos las relaciones de poder jerárquico en relaciones empoderantes. EL impacto subjetivo de la revictimización es antiempoderante. Es intentar aniquilar absolutamente la subjetividad de quien vive violencia. Las justificaciones pueden ser cuando quien recibe la violencia es una puta, una travesti, un negro, una mujer, una lesbiana, un judío. Es decir, la marca de estigmatización inventada por el grupo que ejerce violencia-poder para legitimar el ejercicio de esa violencia machista, racista, etc. Pero también se da el encubrimiento por involucramiento emocional, cuando la persona violenta es una persona amada, se generan mecanismos de negación, silencios, y complicidades para no reconocer esa violencia, para minimizarla o culpar a quien es violentada/o. Si quien ejerce violencia es una persona que reúne determinadas “identidades” por ejemplo: una lesbiana feminista en una colectiva feminista, y ejerce violencia sobre otra, puede aparecer la revictimización si se tiene consideraciones con la lesbiana feminista violenta y se pone en duda a la lesbiana violentada. Complicidad, para mí, es clausurar la posibilidad de la expresión de quien es violentada con el silencio, o con la incredibilidad de su voz, en caso de que se anime a hablar. El miedo que genera la situación de violencia, más el miedo a ser juzgada al denunciar esa violencia se unifican en el mismo cuerpo violentado. Si bien tengo más preguntas que respuestas sobre la violencia de una lesbiana feminista sobre otra, hay algo que me parece sumamente importante, y es que en una colectiva feminista, NO PUEDE HABER REVICTIMIZACIÓN al momento de abordar una situación de este tipo. No me parece que esté bueno nombrar estas situaciones de violencia “violencia entre lesbianas” porque la frase muestra que hay violencia entre dos lesbianas pero las dos lesbianas aparecen en pie de igualdad. Es decir, si hay violencia es porque hay una lesbiana violenta y otra violentada. No hay, a mi modo de ver, una horizontalidad. Dos lesbianas iguales, dos lesbianas en medio de las cuales hay violencia, una violencia que no tiene nombre específico. No es igual la que controla a la que es controlada, no es igual la que golpea a la que es golpeada, no es igual quien domina y quien es dominada. Por eso, me parece que cuando hay una relación de control, dominio y violencia ejercida por una lesbiana sobre otra, deberíamos buscarle un nombre más apropiado para que no se inviertan los lugares de cada quién. Porque ponerle palabras al silencio, poder nombras a las cosas por su nombre como dice Soña Sánchez sin suavizar ni maquillar las violencias que las constituyen es fundamental. 


La heterosexualidad Obligatoria apunta y la lesbofobia dispara: el femicidio lesbofobico de Natalia Gaitán y la lucha de las lesbianas (2011)


Artículo publicado en Labrys Estudos Feministas N° 19 (janeiro/junho 2011)

Disponible en:

https://www.labrys.net.br/labrys19/lesb/luciana.htm



Difundido por el archivo documental digitalizado del activismo lésbico Potencia Tortillera:


http://potenciatortillera.blogspot.com/2011/06/luciana-guerra.html

Reseña del lbro: Ninguna Mujer Nace Para Puta (2008)


Reseña publicada en el número 14 de la Revista Mora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA)

Galindo, María y Sánchez, Sonia, Ninguna mujer nace para puta, Buenos Aires, La vaca, 2007, 220 págs.

Mariana Intagliata y Luciana Guerra

En Ninguna mujer nace para puta, Sonia Sánchez y María Galindo entablan un diálogo en torno a la prostitución como escenario de debate para la situación de las mujeres en la sociedad. En el libro, Sonia se presenta como una mujer rebelde, que formó parte de dos organizaciones, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas de la Central de Trabajadores Argentinos (AMMAR CTA) y Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas Capital, (AMMAR Capital), con las cuales rompió. Esta obra es para ella “una forma de tener voz propia y no permitir que nunca más me la arrebaten bajo ningún pretexto. Las putas hemos puesto el cuerpo siempre para sobrevivir y luchar, pero nunca la palabra.” (pág. 15) En este proceso de toma de la palabra encuentra una aliada, María Galindo, activista lesbiana perteneciente a una organización feminista autónoma de Bolivia, Mujeres Creando. De esta manera, se plantean impugnar las barreras que el patriarcado pone en la construcción de un vínculo subversivo, el de mujer-mujer.
Ninguna mujer nace para puta es una reflexión que surge de una intervención política en la forma de una muestra artística que lleva su mismo nombre y se realizó primero en Bolivia y luego en Argentina. El proceso creativo total fue, según las autoras, desde la vivencia a la construcción de un objeto que la representara, siendo ese objeto la muestra artística y pasó de ese objeto a la palabra propia y directa plasmada en el libro. En su análisis, Sonia se apropia del término puta, no para definirse, sino para interpelarse a sí misma, a la sociedad y al Estado. Recocoge el insulto resignificándolo y devolviéndoselo a la sociedad como un espejo que refleja la hipocresía y la violencia machista.
En el capítulo inicial, titulado “Todas tenemos cara de puta”, ambas se sumergen en una reflexión en torno a la noción de puta y al universo que la rodea. Puta es, en principio, un límite construido y sostenido socialmente para dejar a salvo lo que debe estar del otro lado de esa frontera. En este sentido, es un instrumento de disciplinamiento para todas las mujeres desobedientes a los mandatos propios de las sociedades patriarcales.
Uno de los temas centrales del libro es la soledad política de la puta, una soledad que desde una mirada superficial no se muestra evidente, ya que la puta está rodeada de fiolos, prostituyentes y de otras “putas solas”. Sin embargo, la sociedad, al tiempo que la expulsa, la utiliza, la explota y la humilla. Como se pregunta Sonia: ¿acaso la puta tiene un padre o una madre que digan: “ésta es mi hija”? ¿un hermano que la nombre hermana, una mujer que la nombre amiga? (pág. 23) 
Por su parte, María desarrolla el concepto de omisión de la puta en cuatro sentidos: el filosófico, como una anulación de su existencia; el ideológico, donde la puta no significa ni expresa nada, por tanto su situación no es digna de ser interpretada; la omisión política que la niega como sujeto; y la económica: la presencia de la puta resulta ser económicamente vital para todos los que viven de la explotación de su cuerpo, situación que, sin embargo, resulta invisibilizada.
Esta expulsión de la historia que se ejerce sobre la puta tiene como correlato su omisión  del y en el universo de las mujeres. Como sostiene María, “cuando las mujeres decidimos pensarnos como colectividad reiteramos la omisión de la puta que del patriarcado hemos aprendido. Entonces la puta es una categoría de mujer que no afecta la categoría de mujeres que sí se pueden nombrar como tales.” (pág. 28 y ss.)
En “La madre que te parió”, segundo capítulo de esta obra, las autoras reflexionan sobre la maternidad en el contexto de la prostitución, mientras que en la tercera sección,  titulada “No me gustas cuando callas, porque estás como ausente”, emprenden un interesante diálogo en torno a la mudez y el silencio como mecanismo de opresión de las mujeres. Éstas son obliteradas en un lenguaje masculino que les niega interlocución y un lugar en el mundo del pensamiento. Coincidiendo en que se llega muda al mundo de la prostitución,  y que la mentira y el miedo son la otra cara del silencio, analizan y proponen una forma de quiebre con dicha situación. Para ello es necesario, según Sonia, romper con la máquina de la mentira para poder mirarse más allá de la máscara de puta. A este proceso, Sonia lo llama “un largo camino de regreso a casa”, lo cual, en sus propias palabras, significa “comenzar un proceso largo y difícil que es el apropiarte de tu cuerpo, de tu palabra y de tu decir. La casa, por tanto, eres tú misma.” (pág. 59). Ponerse en cuestión a sí misma, es el principio para poder poner en cuestión las relaciones de poder patriarcales.
En el capítulo IV, denominado “Estado proxeneta”,  Sonia explica que llega a la formulación de dicho concepto debido al rol que juega el Estado en relación a la prostitución. Nos cuenta que cuando pedía educación y trabajo, el Estado le respondía con una caja de alimentos y preservativos. María, por su parte, extiende el alcance de dicho concepto, y sostiene que: “el decir “Estado proxeneta” nos aclara el lugar de objetos sexuales de intercambio que ocupamos las mujeres en todas las sociedades y culturas del mundo.” (pág.83)
En el capítulo siguiente, “Los parásitos de la prostitución”, se muestra la situación de constante tutelaje en la que se encuentran las putas. Los parásitos viven de ellas y su función es la de hablar por ellas, representarlas, ser sus intermediarios. Como dice Sonia, “te quitan las voz y te imponen su pensamiento de una manera suavizada, sutil a veces y siempre disfrazada de ayuda.” (pág. 104) Dicha categoría denomina tanto a los sindicalistas, las ONG, la iglesia, los organismos de derechos humanos, el ejército de expertos –psiquiatras, sexólogas, trabajadoras sociales-, y partidos políticos. En este capítulo, Sonia cuenta su proceso de ruptura con la CTA, el cual inicia en el momento de definir cómo llamarse a sí mismas. El rótulo de “trabajadoras sexuales” fue impuesto por la central, por lo cual las que se rebelaron contra eso fueron expulsadas. Sonia era una de ellas. Luego, juntas formaron AMMAR Capital donde coincidieron respeto a que la prostitución no es un trabajo definiéndose a sí mismas como mujeres es situación de prostitución.
El capítulo VI, denominado “Ellos prostituyen y eso está bien, yo me prostituyo y eso está mal” trata sobre el lugar de los varones en la prostitución. Las autoras describen el vacío político de dicho lugar debido a que “el mundo masculino está muy lejos de llegar a interpelarse a sí mismo en su conexión con el consumo de otros cuerpos, con el consumo de los cuerpos de las mujeres, con los procesos de humillación y cosificación.” (pág. 131)  En el apartado “El príncipe azul no existe, el fiolo sí”, describen el mundo masculino que rodea a la puta en la conexión entre proxeneta, prostituyente, policía y marido. Lo que todos ellos tienen en común es el poder sobre el cuerpo de las mujeres. La complicidad respecto a esta situación es  institucional, sistémica y cultural.
Sonia explica cómo el mal llamado “cliente” es en verdad un prostituyente, un explotador cuyo sentido máximo de excitación sexual es la posesión del cuerpo de las mujeres. María, por su parte señala cómo en las sociedades patriarcales el derecho a prostituir es considerado un privilegio masculino y el hecho de prostituirse, es visto, en cambio, como una culpa femenina. La familia es cómplice y soporte, a su vez, de la doble moral en la que se desenvuelve la prostitución. En tanto institución patriarcal, no interpela ni al hermano, ni al padre, ni al marido respecto al consumo de prostitución, ya que éste, sostiene un estereotipo masculino de virilidad. Funciona, dicen las autoras, como una confirmación del poder masculino. “El ejemplo del padre que lleva al hijo a “debutar” delata también esto: es el hijo que adquiere el acceso a un privilegio y a través de ese privilegio, a una condición de hombría.” (pág. 139)
Otra manera de mirar al prostituyente, es como un torturador y el lugar de encuentro con él, un espacio donde está en juego la vida de la puta.  En este cuarto confluye el miedo, la humillación y la violencia del prostituyente-torturador, que por la mañana es padre, hermano o marido “respetable”. Como dice Sonia, “La cara del prostituyente es la cara más grotesca del poder sobre los cuerpos de las mujeres.” (pág. 136)
En “A la puta calle”, analizan las zonas rojas como el lugar asignado por el poder para delimitar el espacio de lo Otro del de la legalidad -de lo Uno, del ciudadano. Ese espacio funciona como un gueto, donde las putas pueden ser vigiladas por los organismos del orden y ser a la vez esclavizadas, entregadas al servicio de los hombres de la ciudad. La zona roja es una zona de explotación, promovida por los Estados.
“¿Cómo construir una organización entre nosotras?” es el nombre del capítulo final, en el que reflexionan acerca de la posibilidad de esa construcción, que implica un sujeto colectivo y una “complicidad de compañeras”. Retomando la idea del vínculo subversivo mujer-mujer, analizan las dificultades que dicha construcción acarrea. La raíz subversiva del vínculo se debe a la prohibición, eliminación y persecución a la que se ha visto sometido en toda sociedad patriarcal y al interior de cualquier cultura. El intermediario del sentido de la relación mujer-mujer siempre ha sido el varón, lo cual explica también, según las autoras, la casi total inexistencia de organizaciones de mujeres autónomas.      
Ninguna mujer nace para puta es un libro dinámico: atraviesa límites en el mismo momento en que reflexiona sobre ellos, forma parte de un proceso que comienza antes de él y que no se detiene con él, pero al que sirve de impulso. No sólo aborda la problemática de la prostitución como un espejo de la sociedad en la que vivimos y de la opresión patriarcal, sino que propone la transformación desde la rebeldía y la creatividad para que las mujeres podamos recuperar nuestras voces y nuestros cuerpos. De ahí el lema “indias, putas y lesbianas/ juntas, revueltas y hermanadas”, que reivindica la alianza entre mujeres rebeldes que se asumen como sujetos y toman la palabra.





Amigas Brujas (2016)


Nota publicada en el suplemento Las 12 del viernes 8 de abril de 2016

AMIGAS BRUJAS

Menos mal que existieron- existen las amigas en mi vida. La primera amiga amada que aparece en mi memoria, fue una compañera de jardín. Jugar con ella era mi felicidad. No queríamos despegarnos ni un minuto.
Sigo haciendo memoria y se me aparece, irremediablemente, la larga noche de la adolescente lesbiana que fui. Temerosa, encerrada en un armario que parecía indestructible. Pero el closet de hierro fue perdiendo poder gracias a ese hacer la vida y los días con ellas, mis amigas del alma. Cuando estábamos juntas nos sentíamos poderosas, nos hacíamos poderosas… ¡Qué placer nos daba conspirar colectivamente contra las jaulas familiares, escolares y clericales dominicales! Éramos cómplices de nuestras desobediencias.
Esas tempranas juntadas entre amigas adolescentes, que más tarde pude reconocer como mis primeros aquelarres, fueron experiencias liberadoras donde me animé a elegirme. Fue con ellas que pude escuchar mi voz y deshacerme de la heterosexualidad obligatoria. 
Por eso puedo afirmar que gracias a los caminos de la amistad me hice torta, y ese afortunado giro lésbico en mi vida me llevó al feminismo. Un movimiento lleno de ideas, historias, pensamientos y palabras reveladoras que me permitieron comprender un poco más el sentido de mi cuerpo. Y sí… la amistad es una experiencia tan política como la enemistad. Las brujas sabemos que somos amigas y tenemos bien en claro que el patriarcado es nuestro enemigo. Claro que no es fácil sacarnos el patriarcado del cuerpo, de los ojos, de la mirada, del clítoris, de la lengua, para al fin poder tejer relaciones de amistad y confianza entre nosotras. Pero esos empoderantes momentos en que lo logramos y nuestros aquelarres se llenan de sororidad, nos volvemos invencibles.  



Link de la nota online

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/10486-1003-2016-04-08.html


Tesis: El feminismo socialista de Flora Tristán: una aproximación a la sabiduría de una paria (2015)



Tesis de grado de la Licenciatura en Filosofía de la Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación U.N.L.P. 2015.

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http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/library?a=d&c=tesis&d=Jte1109

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http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1109/te.1109.pdf

La mujer unidimensional: una crítica a la ideología prostituyente del patriarcado capitalista contemporáneo (2015)


Ponencia presentada en las Vº Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre Prostitución y Trata de Mujeres y Niñas/os; Santa Fe, 26 y 27 de junio de 2015



La mujer unidimensional: una crítica a la ideología prostituyente del patriarcado capitalista contemporáneo

Luciana Guerra

Introducción
En este trabajo me propongo hacer un análisis crítico de cómo opera en la actualidad la ideología prostituyente del sistema capitalista patriarcal para perpetuar los lazos de dominación de las mujeres. Desde la perspectiva lesboabolicionista en la cual me inscribo, intentaré visibilizar los mecanismos de naturalización de la política sexual prostituyente, en base a los cuales se pretende esencializar el lugar de servidora sexual de lo que denominaré la Mujer unidimensional. Esta noción, tiene como referencia teórica, los aportes de Herbert Marcuse respecto de su tesis del Hombre Unidimensional (1964), aunque lo retomo imprimiéndole un giro feminista a sus formulaciones. Para este último objetivo, considero indispensable el pensamiento abolicionista de Sonia Sánchez, Marta Fontenla, María Galindo, Sheila Sheffreys, Carol Pateman y Beatriz Gimeno.

*El nacimiento del feminismo abolicionista y la crítica a dos instituciones prostituyentes: el matrimonio y el burdel.
Estoy en contra del matrimonio,
si lo que quieren es multiplicar la especie para eso
no es necesario unirse a un hombre durante toda la vida.
El matrimonio suele ser una monotonía,
con frecuencia un aburrimiento grave.
 Libertad, Libertad, Libertad!! En la variedad está el gusto.
Julieta Lanteri (1932)

Que la prostitución sea tolerada pero no reglamentada:
la mujer soltera y mayor de edad es dueña de sí misma:
su cuerpo es lo que más legítimamente le corresponde:
puede hacer de él lo que quiera, como el hombre,
sin pagar impuestos ni sufrir vejámenes policiales.
María Abella de Ramírez (1908)

En el S. XIX, junto a los esfuerzos críticos por desnaturalizar y deslegitimar la prostitución de mujeres, nace el movimiento abolicionista, de la mano de las sufragistas inglesas lideradas por Josephine Butler (1828-1906), quienes se organizaron para luchar contra las denominadas “leyes de enfermedades contagiosas” aprobadas por el Gobierno en los años 1864,1866 y 1869. Estas reglamentaciones estatales higienistas de la prostitución habilitaban la persecución policial y el control médico del cuerpo de las mujeres en las ciudades y los puertos militares. Las mujeres podían ser arrestadas con penas de hasta 9 meses si un policía consideraba, según su arbitrario punto de vista, que estaban ejerciendo la prostitución. La preocupación del Estado por la salud de los clientes-prostituyentes recaía en los violentos controles del poder médico sobre las mujeres señaladas como únicas responsables de la transmisión de enfermedades sexuales. Ya que a los varones no se les pedía ningún estudio para dar cuenta de su estado de salud. En cambio, las opciones establecidas por ley para las mujeres se reducían a dos caminos, los análisis médicos o la prisión.
En la lucha por la abolición de la prostitución inaugurada por Josephine Butler ocupaba un lugar importante la visibilización y denuncia del tráfico de mujeres para la prostitución denominada por aquel entonces “trata de blancas”. 
En nuestro territorio, la figura de Julieta Lanteri (1873-1932) es ineludible a la hora de hacer un recorrido genealógico por la historia del feminismo abolicionista Argentino. Conocida es su comunicación en el Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina de 1910 titulado “La Prostitución” donde expresó con énfasis su lucha contra los Gobiernos que sostienen y explotan la prostitución femenina. También resulta oportuno nombrar a la primera directora del periódico feminista “Nuestra Causa”, Petrona Eyle (1866-1945) fundadora de la “La liga contra la trata de blancas”[1] en el año 1924.
Cabe señalar que la trata de blancas para la explotación sexual se profundiza a principios del Siglo XX en nuestro país como bien documenta Dora Barrancos, en el marco de una política estatal reglamentarista de la prostitución que duró hasta el año 1936.
También quisiera mencionar a María Abella de Ramírez, una feminista nacida en Uruguay que vivió en la Ciudad de La Plata. En el año 1908 publicó un libro titulado En pos de la justicia donde encontramos un apartado titulado “Programa mínimo de reivindicaciones femeninas” en el cual reclama que la prostitución sea tolerada pero no reglamentada[2]. Una clara postura abolicionista respecto del tema.
Ahora bien, una cuestión a señalar, es que a pesar de la diversidad de corrientes y tradiciones ideológicas del feminismo de la primera Ola, (librepensadoras, anarquistas, socialistas, etc) y de las estrategias elegidas para combatir la desigualdad entre varones y mujeres, no cabían dudas de que dos instituciones paradigmáticas de la supremacía masculina eran el prostíbulo y el matrimonio.
En este sentido, podemos afirmar que las relaciones de prostitución no eran entendidas como un patrimonio exclusivo del mundo prostibulario sino que también eran pensadas como relaciones constitutivas de la institución matrimonial. Cabe señalar, que esta caracterización, como bien destacó Carol Pateman, encuentra antecedentes en la voz de una pionera del feminismo occidental como lo fue Mary Wollstonecraft, autora del libro Vindicación de los derechos de las mujeres (1792) quien consideró al matrimonio como una forma de “prostitución legal”.[3]
Ahora bien, volviendo a la argentina de finales del S. XIX y principios del S. XX,  tenemos que en la esfera pública los varones en tanto colectivo sexo-genérico tenían garantizado el acceso irrestricto al cuerpo y la sexualidad de las mujeres en los prostíbulos o casas de tolerancia que el Estado reglamentarista les ofrecía por el lado de la ley, y las mafias de tratantes y rufianes como la Zwi Migdal les brindaba por el lado de la clandestinidad. A su vez, en la esfera privada, el varón en tanto individuo veía garantizado su territorio de dominio sexual sobre una mujer gracias al código civil de 1869 heredero del Código Napoleónico de 1804 el cual establecía la relativa incapacidad de la mujer casada normativizando en el contrato matrimonial la sujeción política, jurídica, y económio-sexual de la esposa a su marido.
De esta manera tenemos que la prostitución privada y la prostitución pública establecen diferentes modalidades en las cuales se instituyen las relaciones de propiedad patriarcal. La mujer-privada que es propiedad de un solo varón en el marco del contrato sexual[4] matrimonial y la mujer-pública que es propiedad de todos los varones en el marco del contrato sexual prostibulario.
Las relaciones de prostitución implican la convergencia de poderes que configuran la dominación económica, política y sexual de las mujeres legitimadas desde la ideología prostituyente. Esta ideología prescribe el estereotipo femenino en base a las figuras aparentemente opuestas de madre y de puta. De esta forma tanto la prostitución pública como la privada encuentran su causa en una supuesta “naturaleza” indecente de la mujer-puta o una “naturaleza” decente de la mujer-madre. De la ficción del instinto materno derivaría la situación de que sean las mujeres las encargadas de los trabajos domésticos no remunerados (limpiar, cocinar, cuidar a los hijos) como así también las violaciones maritales. Y como dije anteriormente la prostitución pública es para la ideología prostituyente el resultado de una naturaleza femenina viciosa. Desde este enfoque determinista, la causa de la explotación sexual de las mujeres radicaría en las mujeres mismas. Nuestros supuestos instintos naturales, sean puros o viciosos, aparecen como la piedra fundacional del ordenamiento patriarcal.
Es claro que las relaciones de servidumbre sexual propias de la prostitución marital o prostibularia, nunca fueron un derecho para las mujeres, sino que, por el contrario, fueron y siguen siendo las instituciones que garantizan el derecho masculino de uso y abuso del cuerpo, la sexualidad y la fuerza de trabajo de las mujeres.
En la actualidad, la ideología prostituyente pretende presentar estos lugares de subordinación sexual definidos históricamente por y para los varones, como lugares de libertad de elección, derechos y beneficios para las mujeres en base a ciertas concesiones económicas que en épocas anteriores el patriarcado no nos daba.
Ejemplos paradigmáticos de esta situación son el alquiler de vientres eufemísticamente denominada maternidad subrogada como así también la regulación de la prostitución prostibularia como trabajo sexual autónomo.
Como bien podemos leer en el manifiesto de la reciente campaña “No Somos Vasijas”:

 si en las sociedades tradicionales, los matrimonios concertados o la compra por dote, son las típicas formas en las que se ejerce el control sexual de las mujeres, en las sociedades modernas, la prohibición del aborto, la regulación de la prostitución y la maternidad subrogada son sus más contundentes expresiones.[5]

El capitalismo patriarcal contemporáneo lleva al extremo la mercantilización del cuerpo femenino. Si antes la maternidad, era el efecto de un supuesto “instinto femenino”, ahora es una industria que la convierte en un trabajo asalariado para las mujeres con capacidades gestantes. Se erige una industria sobre nuestros úteros con la maternidad subrogada y una industria sobre nuestra vagina, como ha señalado Sheila Sheffreys[6], con el negocio del sexo pago.
Dicha autora hizo un análisis del proceso a partir del cual la prostitución se industrializó y globalizó a fines del siglo XX y principios del XXI y sostiene que el mercado del sexo debe ser entendido como la comercialización de la subordinación femenina. Su concepto de prostitución incluye no sólo las prácticas prostibularias a escala global, sino también, las formas de práctica matrimonial en las que las familias patriarcales intercambian muchachas y mujeres por dinero o favores, el matrimonio de niñas y el matrimonio forzado, así como también aquel en el que se le paga a una agencia, como el caso de la industria de las esposas encargadas por correo.[7]   
En este marco Jeffreys considera que la industrialización de la prostitución debe entenderse como el consumo y la comercialización de la subordinación femenina al mismo tiempo que formula la tesis de que, en el contexto actual, es el factor económico el principal medio de poder masculino para perpetuar el acceso sexual a las muchachas y las mujeres. Aunque las metodologías propias de la trata como el engaño, el rapto o la fuerza bruta también existen, la feminización de la pobreza es un condicionante fundamental, según la autora, para garantizar el derecho prostituyente de la supremacía masculina.  
Como es sabido, la explotación de la prostitución es uno de los negocios más rentables para el crimen organizado. A su vez, como bien ha señalado Marta Fontenla al analizar la economía política de la prostitución, es notoria “la incorporación a los mercados legales, del dinero aportado por las mafias de proxenetas y la forma en que se contabilizan para sostener economías de países pobres y ricos y el pago de las deudas externas de los primeros, a través de las remesas provenientes de las migraciones de mujeres que terminan explotadas sexualmente.”[8]
Sin embargo, la estrategia ideológica del patriarcado capitalista actual pretende invisibilizar a todos los sectores que viven de la explotación del cuerpo de las mujeres (proxenetas, policías, jueces, funcionarios políticos, hoteleros, periódicos, etc) presentándola como una forma de vida libre, e incluso como una práctica sexual transgresora. El derecho al placer que el feminismo supo reivindicar desde sus comienzos, es vaciado de su contenido emancipador para significar ahora el derecho sexual masculino de uso y abuso de las mujeres. Este desplazamiento de sentido protege a una figura clave del mundo prostibulario: el prostituyente. Esos consumidores masivos de subordinación femenina cuya demanda alimenta y fomenta la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Pero que, como veremos, también se suman orgullosos a la lucha reglamentarista atacando la estrategia abolicionista ya que ésta pone en cuestión el derecho a prostituir.
Un ejemplo significativo que podemos dar es el manifiesto “No toques a mi puta” escrito por varones intelectuales y de profesiones liberales como el abogado Richard Malka que, cabe aclarar, es uno de los representantes legales del ex director del FMI, Dominic Strauss-Kahn acusado de proxenetismo y violación.
En dicho manifiesto, los prostituyentes se autodenominan “343 bastardos” parodiando el manifiesto que en el año 1971 Simone de Beauvoir redacto bajo el título “Yo aborté” donde 343 mujeres declaraban haber abortado cuando todavía el aborto era ilegal en Francia.
En el manifiesto de los “343 bastardos”, que por cierto sólo eran 19, leemos:

…consideramos que cualquiera tiene derecho a vender libremente sus encantos, y que incluso le guste. Y rechazamos que los diputados dicten normas sobre nuestros deseos y nuestros placeres. No nos gustan ni la violencia, ni la explotación ni el tráfico de seres humanos. Y esperamos que los poderes públicos hagan todo lo posible para luchar contra las redes y sancionar a los proxenetas. Amamos la libertad, la literatura y la intimidad. Y cuando el Estado se mete en nuestros pantalones, las tres están en peligro. Hoy la prostitución, mañana la pornografía ¿qué se prohibirá pasado mañana?

Por empezar, podemos destacar los antagónicos sentidos del concepto de libertad que tienen lugar en el manifiesto feminista “yo aborté” y el manifiesto prostituyente “no toques a mi puta”. En el primero, las mujeres exigían la libertad sobre el propio cuerpo. En el segundo, lo que se exige es la libertad de disponer del cuerpo de otras.
Como bien ha señalado Anne Zelensky, una de las firmantes del manifiesto de 1971 “¿Qué filiación puede haber entre nosotras, que reclamábamos la libertad prohibida de disponer de nuestro cuerpo y esos ‘bastardos’ que reclaman hoy la libertad de disponer contra remuneración y sin penalidad del cuerpo de algunas mujeres? (…) En el primer caso, se trata de levantar una opresión, en el segundo, de prorrogarla. Y eso en nombre del mismo concepto: la libertad.”[9]
Aquí es donde tiene lugar el mecanismo de la ideología prostituyente que se propone identificar la libertad del varón a usar y acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres con la libertad de la mujer a vender sus “encantos”. Una primera falacia a visibilizar de este opresivo concepto de libertad es que la persona que tiene plata, y la persona que necesita plata, son consideradas como idénticamente libres, como poseedoras de la misma libertad.
La desigualdad económica entre el prostituyente y la mujer es una desigualdad de poder. Como bien señala la presidenta de AMADH, Margarita Peralta, la mujer no puede decidir libremente sobre el propio cuerpo en la relación con el prostituyente, porque, en sus palabras: “es la billetera del varón la que manda. En una habitación de hotel o en un departamento privado no sabés qué loco te toca. Muchas de nuestras compañeras terminaron muertas.[10]
Aquí aparece la segunda falacia grotesca del concepto de libertad-patriarcal. La posición de servidumbre sexual propia de la situación de “cuerpo alquilado para la satisfacción de un placer sexual ajeno” es considerada una experiencia de libertad sexual tanto para la sirvienta sexual (mujer) como para quien es servido sexualmente (prostituyente). Nuevamente vemos cómo, el concepto de  libertad-patriarcal, es habitado por una estructura jerárquica con dos posiciones cristalizadas en base a la diferencia sexual: la del dominador y la de la dominada, en otras palabras, la de quien debe estar siempre al servicio del placer ajeno y la de quien tiene el poder de disponer de cuerpos ajenos. Pero esta estructura jerárquica, es pincelada por la ideología prostituyente, como la consagración universal de la igualdad y la libertad sexual.      

Estas ficciones del poder patriarcal necesarias para naturalizar los privilegios de la supremacía masculina, van de la mano con el mito del buen prostituyente que los 343 bastardos construyen de sí mismos al presentarse como rechazadores del proxenetismo y la trata. Con esta operación ideológica se configura el relato ampliamente difundido por el patriarcado capitalista neoliberal de un supuesto mundo prostituyente adulto, próspero, libre y feliz para todas y todos. Esta libertad de mercado sexual es la libertad que los prostituyentes ofrecen a lo que podríamos denominar, parafraseando a Marcuse, la Mujer Unidimensional.
En el año 1964, Herbert Marcuse, referente de la Escuela de Frankfurt, publicó el libro El Hombre Unidimensional. En dicha obra sostiene que las democracias capitalistas de la sociedad industrial avanzada no escapan a la calificación de totalitarias ya que consolidan la dominación más firmemente que el absolutismo. La eficacia de la dominación, dice, se debe al hecho de que el proceso de integración y asimilación de las fuerzas o intereses antagónicos al orden establecido, es decir de las clases explotadas y los grupos oprimidos, se lleva a cabo, en la sociedad de masas, sin un terror abierto. El autor dice:
Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, prevalece en la sociedad industrial avanzada.” [11]
El eje de su crítica gira en torno a la visibilización de los mecanismos de control que la sociedad de masas utiliza para reconciliar toda oposición al sistema. Una dominación con rostro democrático que silencia y absorbe toda disidencia en nombre de la libertad y la opulencia, satisfaciendo ciertas necesidades para que la servidumbre sea agradable. Si bien señala, que no dejan de existir aquellos cuya vida es el infierno en la sociedad opulenta, mantenidos a raya con una brutalidad que revive las prácticas medievales.[12], no duda en afirmar que cuando el proceso de integración se realiza sin terror, la dominación se consolida con mayor firmeza.
Ahora bien, esta diversidad de mecanismos de control, los unos más sutiles que hacen agradable la servidumbre a través del incremento en la capacidad de consumo, o bien, los otros más explícitamente violentos que utilizan formas de tortura y brutalidad para evitar una oposición al todo, generan lo que Marcuse denomina, el Hombre Unidimensional, cuyo modelo de conducta y de pensamiento no escapa a las formas de vida impuestas por el sistema. La libertad del Hombre Unidimensional, dice Marcuse, se convierte bajo el gobierno de una totalidad represiva, en un poderoso instrumento de dominación.  En sus palabras:

La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y temor, esto es, si sostienen la alienación. Y la reproducción espontánea, por los individuos, de necesidades superimpuestas no establece la autonomía, sólo muestra la eficacia de los controles. [13]

La libertad de consumo, de empresa, de mercado, la libertad-mercancía que confirma y perpetúa el sistema de dominación, es la única libertad bienvenida en el contexto represivo del capitalismo tardío. El objetivo de anular la imaginación subversiva de las personas es clave para la creación del Hombre Unidimensional. No poder imaginar otro mundo, otras relaciones de existencia humana mejores, es parte integral, dice Marcuse, del plan totalitario de la sociedad dada. No ser devorado, asimilado, reconciliado, por el sistema como parte de su saludable dieta es posible si los individuos experimentan la necesidad de cambiar su forma de vida rechazando al sistema en su totalidad. El Gran Rechazo, como lo llama Marcuse, empieza con la subversión del pensamiento y la conducta unidimensionales, es decir, ese pensamiento disciplinado que acepta la dominación como sinónimo de libertad, opulencia y consumismo, y esa conducta organizada en función de los valores e intereses del mercado, en la libre elección de bienes y servicios. Un modelo de conducta que deja de ser publicidad para convertirse en la forma de vida por excelencia del Hombre Unidimensional, fabricada a la medida de la industria cultural y promocionada compulsivamente por los medios masivos de comunicación.
Estas reflexiones, podrían aplicarse para analizar los mecanismos ideológicos del sistema prostituyente actual imprimiendo un giro feminista al análisis. Es decir, entendiendo que el sistema de dominación de la sociedad industrial avanzada es capitalista y patriarcal.

*La industria cultural prostituyente y la Mujer Unidimensional
El proceso de industrialización de la prostitución y el alcance masivo del consumo de cuerpos de mujeres, va de la mano con la versión neoliberal de la ideología prostituyente que la presenta como un trabajo sexual el cual debería ser reglamentado por los Estados, no sólo por los beneficios que esta reglamentación tendría en términos de derechos laborales para las mujeres, y derecho al placer de los prostituyentes, sino también porque reglamentar la prostitución sería la mejor estrategia para luchar contra la trata de personas con fines de explotación sexual separando tajantemente la una de la otra.  
En este punto es que podemos volver a los argumentos del anteriormente mencionado manifiesto “no toques a mi puta” donde aparece pincelada a gusto del prostituyente la perspectiva patriarcal de la Mujer Unidimensional. En un contexto de feminización de la pobreza, donde entre el 70 y 80 por ciento de los pobres del mundo son mujeres, donde el consumo de la prostitución se masifico y el proxenetismo se convirtió en uno de los negocios más rentables para el crimen organizado, cobra visibilidad mediática la invitación a luchar por la defensa de una forma “democrática” “civilizada”, “regulada”, “libre” y económicamente próspera de prostitución: el trabajo sexual. Promovida como un “oasis erótico” en un mar de campos de concentración sexual, teorizada como una sexualidad disidente y transgresora por la corriente pro-sexo, apoyada con financiamientos internacionales millonarios y aplaudida por los prostituyentes orgullosos de su derecho disponer de los cuerpos de las mujeres como los 343 bastardos.
Esta propaganda prostituyente que pinta de colores libertarios viejas cadenas patriarcales, no hace más que naturalizar el lugar de servidoras sexuales de las mujeres y disfrazar la explotación sexual como una experiencia de libertad.  
Es indudable que la reglamentación de la prostitución lleva consigo la legitimación de la demanda del prostituyente, responsable directo de la trata y el proxenetismo.
Pero si reglamentar la prostitución ayuda a combatir la trata como dicen ¿cómo se explica la existencia de la Swi Migdal en los tiempos del reglamentarismo argentino? ¿Cómo se explica que países reglamentaristas como Holanda y Alemania estén entre los 10 primeros países de destino[14]? ¿Cómo se explica el involucramiento de Claudia Brizuela, sindicalista de AMMAR-capital, en una red de trata donde a las mujeres traficadas se las obligaba a decir que eran trabajadoras sexuales afiliadas al gremio?
Se explica asumiendo que la ideología prostituyente del patriarcado capitalista naturaliza la prostitución con los discursos del trabajo sexual siendo funcional a mantener el gran negocio de la trata, una metodología de abastecimiento necesaria, hoy en día, para la satisfacción de la masiva demanda de los prostituyentes. Una demanda que alientan y promueven al considerar el sexo pago como una sexualidad transgresora cuando, a todas luces, la sexualidad prostituyente es la sexualidad del patriarcado heterosexista.
Como dice Sonia Sánchez, “la cara del prostituyente es la cara más grotesca del poder sobre los cuerpos de las mujeres”.[15]
Y ese poder es el que la estrategia abolicionista pone en cuestión. Imaginar un mundo sin prostitución, es resistir a los mecanismos de control que pretenden sofocar nuestra imaginación subversiva. Es hacer estallar la jaula de la Mujer Unidimensional rechazando los controles heterosexuales sobre nuestros cuerpos. La prostitución y el mandato de maternidad devenidos en industrias de vaginas y úteros no son experiencias de liberación sexual para nosotras. La libertad que imaginamos, que proyectamos, por la cual luchamos y deseamos construir colectivamente no se compra ni se vende, no es una producto del mercado, ni es reconciliable con un sistema patriarcal progresista que pretende reglamentar nuestras opresiones.  
Como dicen las compañeras de AMADH, no nos organizamos para prostituirnos mejor, nos organizamos para abolir el sistema prostituyente. 
El matrimonio prostituyente entre el Hombre Unidimensional y la Mujer Unidimensional es una perspectiva antagónica a la rebelión abolicionista.
No hay patriarcados buenos o malos, ni capitalismos buenos o malos, ni racismos buenos o malos porque las estructuras de dominación no se reducen a cuestiones éticas, de “agencias individuales”, son problemas de orden político, son sistemas de dominación. En este mismo sentido, es falso hablar de una prostitución buena y otra mala, de prostituyentes buenos y malos. Porque una institución fundada en la desigualdad de poder entre varones y mujeres, entre varones y travestis no puede ser juzgada en términos éticos, sino en términos ético-políticos. La despolitización y moralización que promueve la ideología prostituyente del trabajo sexual para pensar las relaciones de prostitución conduce a la afirmación contradictoria del “buen opresor”. Defender la figura contradictoria de “dominadores buenos” es un viejo mecanismo de legitimación que no tiene lugar en nuestra mirada crítica. Porque como bien dice la leyenda feminista “el príncipe azul no existe el padrote prostituyente sí”. Este “patronato del buen prostituyente” promovido por el lobby reglamentarista tiene el claro interés económico de no desalentar la demanda de un negocio millonario que se realiza a costa de nuestros cuerpos.   
Para terminar quisiera leerles un fragmento de la carta que circuló recientemente en las redes sociales de Huscke Mau[16], una sobreviviente de prostitución alemana, dirigida a quienes se consideran representantes de las “trabajadoras sexuales”:

Por favor lee el lenguaje de los foros de puteros, lee como les pone, como disfrutan sabiendo que eso no le gusta a la mujer, sino que lo hace por dinero, que está obligada a hacerlo, porque necesita la maldita pasta, o porque en la habitación contigua hay sentado un proxeneta. Cómo ellos deliberadamente tratan de transgredir los límites, manifestando su lado sádico, si no lanzándose a fondo a ello, si de forma muy consciente. No se trata de sexo en la prostitución, se trata de poder. Y sólo de poder. No hagas como si las mujeres pudieran vivir ahí su sexualidad, el único que la vive es el putero, cuyos deseos tu satisfaces. O sea, a tu costa. (…) La prostitución es violencia. Una máquina de satisfacción machista.


Bibliografía

-Centenario Primer Congreso Femenino Internacional de La República Argentina mayo de 1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010
-De Ramírez, María Abella, En pos de la Justicia, D. Milano, La Plata, 1908
-Fontenla, Marta, “Economía política de la prostitución. aportes para el debate” ponencia presentada en las IIº Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas/os, San Miguel de Tucumán, 2011. Disponible en http://www.2dasjornadasabolicionistas2010.blogspot.com.ar/2011/03/ponencia-economia-politica-de-la.html
-Gimeno, Beatriz, La prostitución, España, Bellaterra, 2012. 
-Huske Mau “Estoy Harta de las narices de vosotras” traducción de Concha Urtado.
-Jeffreys, Sheila, La industria de la vagina, Buenos Aires, Paidós, 2011.
-Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010.
-Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988.
-Sánchez, Sonia y Galindo, María, Ninguna mujer nace para puta, la vaca, Buenos Aires, 2007.























[1] Centenario Primer Congreso Femenino Internacional de La República Argentina mayo de 1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010, p.577.
[2] De Ramírez, María Abella, En pos de la Justicia, D. Milano, La Plata, 1908, p.173.
[3] Citado por Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988, p.190.
[4] Tomo el concepto de “contrato sexual” tal y como fue desarrollado por la feminista Carol Pateman.
[5] Manifiesto. Las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial. Disponible en http://nosotrasdecidimos.org/nosomosvasijas/ 22 de junio de 2015
[6] Jeffreys, Sheila, La industria de la vagina, Buenos Aires, Paidós, 2011.
[7] Jeffreys, Sheila, Op. Cit. p. 13.
[8] Fontenla, Marta. “Economía política de la prostitución. aportes para el debate” ponencia presentada en las IIº Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas/os, San Miguel de Tucumán, 2011. Disponible en http://www.2dasjornadasabolicionistas2010.blogspot.com.ar/2011/03/ponencia-economia-politica-de-la.html  [22 de junio de 2015]
[9] Angeline Montoya. “”No toques a mi puta”: un manifiesto de varones que no quieren perder privilegios genera rechazo en Francia”. Publicado en Comunicar Igualdad, periódico virtual. Disponible en http://www.comunicarigualdad.com.ar/no-toques-a-mi-puta-un-manifiesto-de-clientes-de-prostitucion-causa-un-revuelo-en-francia/ [22 de junio de 2015]
[10] Peralta, Margarita. “El deseo y la lucha”, Suplemente las 12, 4 de octubre de 2013. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8351-2013-10-04.html    [22 de junio de 2015]
[11] Marcuse, Herbert, El hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010, p.41.
[12] Marcuse, Herbert, El hombre Unidimensional, Barcelona, Ariel, 2010, p.61.
[13] Marcuse, Herbert, Op. Cit., p. 46-47.
[14] Según la base de datos de la UNODC (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) 2006 citado por Sheffreys, Sheila, op. cit., p.198.
[15] Sánchez, Sonia y Galindo, María, Ninguna mujer nace para puta, la vaca, Buenos Aires, 2007, p.136.
[16] Huske Mau “Estoy Harta de las narices de vosotras” traducción de Concha Urtado.

El subtexto de género de las noticias: androcentrismo y sexismo en la mira (2014)

Este texto fue publicado en en año 2014 en la  Colección Cuadernos de Cátedra de La Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la U...