Ponencia presentada en las VI Jornadas de investigación del departamento de filosofía de la Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación, de la Universidad Nacional de La Plata; del 4 al 6 de diciembre de 2006
Visibilizando
la problemática de género en el marxismo
Este trabajo se
propone un análisis de las tesis marxistas fundamentales respecto al sujeto encargado de emancipar a
toda la sociedad.
La tesis que defiendo es que el sujeto
marxista, la clase obrera, se basa fundamentalmente en el obrero varón. El
resultado de esta perspectiva, a mi entender,
es la invisibilización y subordinación de la problemática de género al
ser considerada una contradicción secundaria.
La categoría marxista fundamental a partir
de la cual no sólo es desarrollada la crítica al sistema de explotación
capitalista sino que también es la óptica a través de la cual el marxismo mira
y analiza el desarrollo histórico, es la categoría de clase social. Bien es
sabido que el marxismo divide a la sociedad en dos clases sociales enemigas:
por un lado, la clase dominante, que en el modo de producción capitalista viene
a ser la burguesía, y por otro, la clase dominada, el proletariado. Estas dos
clases, consideradas la contradicción principal de la sociedad y la lucha entre
ellas el motor de la historia, se diferencian por el lugar que ocupan en el modo
económico de producción. La primera,
poseedora de los medios de producción; la segunda, sólo de su fuerza de
trabajo. La explotación capitalista, basada en la apropiación burguesa de lo
producido por la clase trabajadora, sólo llegaría a su fin con la abolición de
la propiedad privada. El sujeto elegido para llevar adelante dicho objetivo
histórico es la clase explotada, o sea el proletariado.
Las diferencias y contradicciones en el seno
mismo de la clase obrera carecen de importancia. En el famoso Manifiesto
comunista de Marx y Engels leemos que: “Por lo que respecta a la clase
obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No
hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.”
[1]
En esta cita, se ve con claridad que, para poder agrupar a la clase obrera en
un todo homogéneo, Marx hace abstracción de las diferencias de edad y de sexo.
Esta omisión, a mi entender, es más que significativa y constituye un límite
teórico para analizar la compleja y solidaria relación entre el patriarcado y
el capitalismo. Marx sabía muy bien que las mujeres y los niños recibían un
salario menor al del obrero varón pero no explicó por qué sucedía esto, por qué
el capital no explota a ambos sexos por igual. Heidi I. Hartmann, en su ensayo Un
matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo, sostiene que
el análisis marxista ve
“la
opresión de la mujer en nuestra conexión (o en nuestra falta de conexión) con
la producción. Al definir a la mujer como parte de la clase obrera, estos
análisis subsumen la relación de la mujer con el hombre en la relación del
obrero con el capital.”
Es inevitable que al reemplazar el análisis de la opresión de la mujer
en tanto que mujer por el análisis de la explotación de la mujer en tanto que
obrera, la problemática de género quede invisibilizada. La división sexual del
trabajo; el hecho de que la mujer haciendo el mismo trabajo que un hombre
obtenga un menor salario; la doble jornada laboral causante del trabajo en el
hogar no remunerado; la enajenación del propio cuerpo y la propia sexualidad;
en definitiva, la subordinación de las mujeres por los varones sólo puede ser
explicada si no son invisibilizadas las diferencias jerárquicas entre los sexos
producto de un orden social patriarcal que perpetúa la supremacía masculina.
Para profundizar en el concepto de patriarcado, podemos apelar a la
definición que ofrece Hartmann en el ensayo anteriormente citado:
“un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el
que hay unas relaciones jerárquicas y
una solidaridad entre los hombres que les permiten dominar a las mujeres. La
base material del patriarcado es el control del hombre sobre la fuerza de
trabajo de la mujer. [...] (Por lo cual, considera
que) Es fundamental
examinar la jerarquía entre los hombres y su diferente acceso a los beneficios
del patriarcado. No hay duda de que aquí entran en juego la clase, la raza, la
nacionalidad e incluso el estado civil y la orientación sexual, así como la
edad. Y las mujeres de diferentes clases, razas, nacionalidades, estados
civiles y orientaciones sexuales están sometidas a diferentes grados de poder
patriarcal.”[2]
Esto significa que no se puede comprender la totalidad de las relaciones
patriarcales analizando la opresión de la mujer sólo en relación al capital. La
dominación de los varones de la clase obrera sobre las trabajadoras no puede
quedar fuera del análisis si se pretende desarrollar una perspectiva no sólo
anticapitalista, sino también antipatriarcal.
A pesar de que obreros y burgueses
son enemigos de clases en el sentido marxista, son también aliados de género en
el sentido feminista. Si esta situación no es reconocida ni cuestionada por el
marxismo, es difícil creer, como escribía Engels, que
“la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse
de la clase que la explota y la oprime (la burguesía) sin emancipar, al mismo
tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y
las luchas de clases.”[3]
La tesis esquemática de que después de la
revolución llegaría mecánicamente la emancipación de las mujeres y de todos los
sectores oprimidos es tanto ingenua como insostenible. A mi entender, las
mujeres sólo podemos emanciparnos y terminar con las relaciones patriarcales
por medio de nuestra propia lucha. A la sugerencia marxista de que posterguemos
indefinidamente o ubiquemos en segundo plano la lucha por nuestros derechos, en
pos de la solidaridad de clase, contrapongo, también en pos de la solidaridad
de clase, la sugerencia de que todos y cada uno de los obreros que luchan por
la transformación social renuncien a los privilegios que le brinda el
patriarcado. Porque estoy convencida de que, como dice Hartmann, “no es el
feminismo, sino el sexismo lo que divide y debilita a la clase trabajadora.”[4]
Considero conveniente, luego de lo expuesto,
profundizar la mirada sobre la categoría de clase obrera formulada por
Marx y los problemas en torno al sujeto
que se deducen, a mi entender, de dicha formulación. Para esto, tengo en cuenta
el estudio de Batya Weinbaum titulado El curioso noviazgo entre feminismo y
socialismo.
En dicha obra la pensadora extrae la
siguiente cita de El Capital:
“El valor de la
fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia
que habitualmente necesita el obrero medio. [...] Otros dos factores entran en
la determinación del valor alcanzado por la fuerza de trabajo. Por una parte
sus costos de desarrollo, que varían con el modo de producción; por otra parte,
su diferencia de naturaleza, según se trate de fuerza de trabajo masculina o
femenina, madura o inmadura. El empleo de esas fuerzas de trabajo diferentes,
condicionado a su vez por el modo de producción, ocasiona una gran diferencia
en los costos de reproducción de la familia obrera y en el valor del obrero
varón adulto. Ambos factores no obstante quedan excluidos de la presente
investigación.”[5]
De lo expuesto
podemos señalar que la categoría “obrero medio” utilizada por Marx invisibiliza
la problemática de género, problemática que la consigna “igual trabajo, igual
salario”, tan vigente en nuestros días, no pasa por alto. Esto puede entenderse
mejor si tenemos en cuenta que tanto Marx como Engels sostenían por aquel
entonces la hipótesis de que el capitalismo iría destruyendo la división sexual
del trabajo y las relaciones patriarcales al incorporar a las mujeres al
trabajo asalariado, y que la familia del obrero no tenía nada en común con la
familia burguesa. En el Manifiesto leemos lo siguiente:
“Donde quiera que la burguesía ha conquistado
el poder, ha destruido las relaciones feudales, patriarcales.”[7] [Y también:] “Las condiciones de existencia
de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de existencia del
proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y
con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas.”[8]
[...] “La gran industria destruye todo vínculo de familia para el
proletariado.”[9]
Por un lado,
dirigiendo la mirada a lo que sería el espacio público, el concepto de obrero
medio deja de lado las diferencias entre mujeres y varones dentro del mercado
laboral del sistema capitalista; por otro lado, al negar todo vínculo de
familia en la vida del obrero y sostener que el patriarcado agonizaba por obra
del capital, la doble jornada, el trabajo no remunerado de la obrera es también
dejado fuera del análisis económico, o sea, invisibilizado. A su vez, sostener
que nada hay en común entre la familia de los burgueses y la de los obreros, es
hacer ojo ciego a muchas coincidencias. Por ejemplo, tanto la una como la otra
se caracterizan por ser una institución monogámica, heterosexual, reproductora
de la ideología heterosexista ya que la homofobia, la lesbofobia y la
transfobia atraviesan las fronteras de las clase sociales. Por otro lado, no es
común ver a un burgués cocinando, planchando o cambiando pañales, ni tampoco a
un obrero. Por lo cual podemos afirmar que el machismo y el sexismo existen en
las familias de ambas clases. Los mandatos patriarcales, la subordinación de
las mujeres por los varones, recae sobre todas las mujeres. Desde ya que los
beneficios patriarcales varían en grado según la jerarquía entre los varones.
Como es cierto también que el grado de opresión ejercido sobre mujeres pobres varía
notablemente en relación a las mujeres de las clases altas, como fue señalado
con anterioridad. El ejemplo del aborto clandestino es bien ilustrativo de esta
situación. En la Argentina el aborto es ilegal, por lo cual formalmente las
leyes prohíben a toda mujer, tanto de clases altas como bajas, a decidir sobre su propio cuerpo. Debido a
esto, la mujer que decide abortar debe hacerlo clandestinamente. La diferencia
entre una mujer de las clases bajas y una mujer con los recursos necesarios
para realizar un aborto reside en que la primera pone en riesgo su vida ya que
no tiene el dinero suficiente para llevarlo a cabo en un lugar seguro como sí
podría hacerlo una mujer de clase media o alta. Las dos mujeres que mueren por
día en la Argentina por abortos clandestinos mal hechos son mujeres pobres.
Esta realidad muestra cómo las mujeres de las clases bajas son las más
castigadas por el patriarcado capitalista. A lo dicho podemos agregarle que,
como escribe Hartmann, las mujeres de
las clases altas “pueden ejercer un poder clasista, racial, nacional o incluso
patriarcal (a través de sus relaciones familiares).”[10]
Esto tanto sobre mujeres como sobre hombres inferiores a su clase social.
En conclusión, al analizar Marx a los
individuos de la clase obrera como seres sin sexo y sin edad, no hace más que
reducir los problemas concretos de toda la clase, mujeres, varones, niños y
niñas, al problema del obrero varón
adulto. El sujeto expresado en la categoría abstracta y universal de clase
obrera se identifica con el obrero
varón. Las consecuencias estratégicas de este problema teórico conducen a que
la abolición de la propiedad privada, y la consiguiente destrucción del
capitalismo, sea la tarea prioritaria, la contradicción principal a superar.
Luego de esto serían liberados los diversos sectores de oprimidos, como ser las
mujeres, homosexuales, lesbianas, transexuales, indígenas, etc.
Creo que un socialismo patriarcal es tan
factible como lo es el capitalismo o lo fue el feudalismo patriarcal. Dejar de
lado el análisis de por qué las mujeres somos oprimidas en tanto que mujeres,
invisibiliza los lazos de dominación patriarcales y evita que la lucha contra
todo sistema de opresión sea una lucha simultánea. El marxismo analiza la
opresión de la mujer sólo en relación al capital y no en relación a los varones
en general. Esto no tiene felices consecuencias para las mujeres, ya que, como
dice Hartmann, “ el análisis del patriarcado es esencial para una definición
del tipo de socialismo capaz de destruir al patriarcado, el único tipo de
socialismo útil para la mujer.”[11] No es pecado decir que el obrero varón, cuya
tarea histórica, según Marx y Engels, sería liberar a la humanidad toda, tiene
la pequeña o secundaria contradicción de ser a la vez explotado y opresor. O,
como decía Flora Tristán, que la mujer es sierva del varón en el hogar como el
varón es siervo del capital en su lugar de trabajo. En este sentido podemos
preguntarnos, ¿renunciaría el obrero voluntariamente a los privilegios que le
brinda el patriarcado después de la revolución? Me atrevo a anticiparme a los
hechos y contestar que no. Creo que la emancipación de las mujeres no es tarea
de una clase abstracta y asexuada sino de las mujeres concretas que desde
milenios cargamos con la violenta abolición de la propiedad privada de nuestro
propio cuerpo.
Bibliografía
Hartmann Heidi, Un matrimonio mal avenid:
hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo.
Marx Karl y Engels Friedrich, Manifiesto
del partido comunista, Ediciones Clásicas, Buenos Aires, 2003.
Weinbaum Batya, El curioso noviazgo entre
feminismo y socialismo, Siglo XXI de España, 1984.
[1] Marx K., Engels F., Manifiesto del partido comunista, Ediciones
Clásicas, Bs. As., 2003. p.27
[2] Hartmann H., Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más
progresiva entre marxismo y feminismo, p. 97.
[3] Marx K., Engels F.. Op. cit., Prefacio a la edición alemana de
1883, p.11.
[4] Hartmann H., op. cit., p. 105.
[5] Citado por Weinbaum B., en El curioso noviazgo entre feminismo y
socialismo, Siglo XXI de España, 1984. p.24, extraído de: Marx K., El
capital, Madrid, Siglo XXI de España, 1975, libro I, vol. 2, p. 428
[6] Weinbaum B., op. cit. p. 24.
[7] Marx K., Engels F., Manifiesto comunista, op. cit., p.21
[8] Marx K., Engels F., op. cit., p.30
[9] Marx K., Engels F., op. cit., p. 38
[10] Hartmann H., op. cit., p.97
[11] Hartmann H., op. cit., p. 107.
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