viernes, 3 de enero de 2020

Una mirada lesboabolicionista sobre la heterosexualidad obligatoria del sistema prostituyente (2013)


Ponencia presentada en el 5º Congreso Nacional Argentina y 3º del Mercosur-Cono Sur contra la Trata y el tráfico de personas; Santa Fe – Argentina 19 y 20 de septiembre


Una mirada lesboabolicionista sobre la heterosexualidad obligatoria del sistema prostituyente
Luciana Guerra

En el S. XIX, junto a los esfuerzos críticos por desnaturalizar y deslegitimar la prostitución de mujeres, nace el movimiento abolicionista, de la mano de las sufragistas inglesas lideradas por Josephine Butler (1828-1906), quienes se organizaron para luchar contra las denominadas “leyes de enfermedades contagiosas” aprobadas por el Gobierno en los años 1864,1866 y 1869. Estas reglamentaciones estatales higienistas de la prostitución habilitaban la persecución policial y el control médico del cuerpo de las mujeres en las ciudades y los puertos militares. Las mujeres podían ser arrestadas con penas de hasta 9 meses si un policía consideraba, según su arbitrario punto de vista, que estaban ejerciendo la prostitución. La preocupación del Estado por la salud de los clientes-prostituyentes recaía en los violentos controles del poder médico sobre las mujeres señaladas como únicas responsables de la transmisión de enfermedades sexuales. Ya que a los varones no se les pedía ningún estudio para dar cuenta de su estado de salud. En cambio, las opciones establecidas por ley para las mujeres se reducían a dos caminos, los análisis médicos o la prisión.
En la lucha por la abolición de la prostitución inaugurada por Josephine Butler ocupaba un lugar importante la visibilización y denuncia del tráfico de mujeres para la prostitución denominada por aquel entonces “trata de blancas”.  
Volviendo la mirada hacia nuestros territorios, la figura de Julieta Lanteri (1873-1932) es ineludible a la hora de hacer un recorrido genealógico por la historia del feminismo abolicionista Argentino. Conocida es su comunicación en el Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina de 1910 titulado “La Prostitución” donde expresó con énfasis su lucha contra los Gobiernos que sostienen y explotan la prostitución femenina. También resulta oportuno nombrar a la primera directora del importante periódico feminista “Nuestra Causa”, Petrona Eyle (1866-1945) fundadora de la “La liga contra la trata de blancas”[1] en el año 1924.
Cabe señalar que la trata de blancas para la explotación sexual se profundiza a principios del Siglo XX en nuestro país como bien documenta Dora Barrancos, en el marco de una política estatal reglamentarista de la prostitución que duró hasta el año 1936.
Ahora bien, una cuestión a señalar, es que a pesar de la diversidad de corrientes y tradiciones ideológicas del feminismo de la primera Ola, (librepensadoras, anarquistas, socialistas, etc) y de las estrategias elegidas para combatir la desigualdad entre varones y mujeres no cabían dudas de que dos instituciones paradigmáticas de la supremacía masculina eran el prostíbulo y el matrimonio. Así como Lanteri lucho contra la reglamentación de la prostitución, igual énfasis puso en oponerse a las leyes que sujetaban a las mujeres casadas. Cabe recordar, que en el año 1932, en plena década infame, tiempos en los que las organizaciones feministas tuvieron que pasar a la clandestinidad por el golpe de Uriburu (1930), tuvo lugar un impuesto a los solteros para obligarlos a casarse. Ante este atropello a la libertad de las mujeres, Lanteri se pronunció de la siguiente manera:

 “Estoy en contra del matrimonio, si lo que quieren es multiplicar la especie para eso no es necesario unirse a un hombre durante toda la vida. El matrimonio suele ser una monotonía, con frecuencia un aburrimiento grave. Libertad, Libertad, Libertad!! En la variedad está el gusto”[2]

A los días de haber desafiado públicamente al Gobierno de Agustín P. Justo y su impuesto a los solteros, Julieta es atropellada por un vehículo manejado por un simpatizante de la ultraderechista liga patriótica. A causa de este dudoso acontecimiento nunca esclarecido, la fundadora de la corriente abolicionista argentina muere el 25 de febrero de 1932.
En este sentido, podemos afirmar que las relaciones de prostitución no eran entendidas como un patrimonio exclusivo del mundo prostibulario sino que también eran pensadas como relaciones constitutivas de la institución matrimonial. Cabe señalar, que esta caracterización, como bien ha destacado Carol Pateman, encuentra antecedentes en la voz de una pionera del feminismo occidental como lo fue Mary Wollstonecraft, autora del libro Vindicación de los derechos de las mujeres (1792) quien consideró al matrimonio como una forma de “prostitución legal”.[3]
Ahora bien, volviendo a la argentina de finales del S. XIX y principios del S. XX,  tenemos que en la esfera pública los varones en tanto colectivo sexo-genérico tenían garantizado el acceso irrestricto al cuerpo y la sexualidad de las mujeres en los prostíbulos o casas de tolerancia que el Estado reglamentarista les ofrecía por el lado de la ley, y las mafias de tratantes y rufianes como la Zwi Migdal les brindaba por el lado de la clandestinidad. A su vez, en la esfera privada, el varón en tanto individuo veía garantizado su territorio de dominio sexual sobre una mujer gracias al código civil de 1869 heredero del Código Napoleónico de 1804 el cual establecía la relativa incapacidad de la mujer casada normativizando en el contrato matrimonial la sujeción política, jurídica, y económio-sexual de la esposa a su marido.
En ese contexto, las pioneras feministas supieron visibilizar y cuestionar los rostros del poder masculino: maridos, proxenetas, rufianes, policías, médicos, jueces, filósofos, científicos, patrones, legisladores, curas, obreros.    
Como se sabe, fue recién a fines de los `60 de la mano del feminismo radical de la segunda Ola, cuando se empieza a hablar del patriarcado en tanto sistema de dominación sexual (Millett: 1969). Época en la que también se levantan las voces críticas de lesbianas feministas que ponen en un primer plano el cuestionamiento a la heterosexualidad en tanto institución política vertebral al poder patriarcal (Rich: 1980). Nociones como “intercambio de mujeres” y “tráfico de mujeres” (Rubin: 1976) se convierten en conceptos claves para pensar la opresión sexual de los sistemas sexo/genéricos. Y se pone de manifiesto el sentido político de la violencia contra las mujeres inscripto en la estructura de dominación sexual que la fundamenta.
El pensamiento feminista revolucionó el concepto de lo político visibilizando las relaciones de poder que configuraban las múltiples, diversas y sistemáticas experiencias de colonización patriarcal. El estrecho y sesgado enfoque androcéntrico de lo político anclado en un determinismo sexista, ha pretendido y sigue pretendiendo legitimar la supremacía masculina transfiriendo la misoginia de los beneficiarios de los privilegios patriarcales a una supuesta “naturaleza” que sería la “responsable” no-humana no-histórica y no-política de los cautiverios de las mujeres, al decir de Marcela Lagarde.
Como sabiamente ha dicho Kate Millett, la categoría de “sexo” es una categoría social impregnada de política. Las relaciones sexuales son las relaciones estructuradas de acuerdo con un sistema de dominación: el patriarcado. Coincido con el enfoque de Christine Delphy respecto de que son las relaciones de opresión las que producen el sexo. Como así también con las reflexiones de Monique Wittig quien señala lo siguiente:

La categoría de sexo es una categoría política que funda la sociedad en cuanto heterosexual. En este sentido, no se trata de una cuestión de ser, sino de relaciones (ya que las mujeres y los hombres son el resultado de relaciones)
Aunque los dos aspectos son confundidos siempre cuando se discuten. La categoría de sexo es la categoría que establece como “natural” la relación que está en la base de la sociedad (heterosexual), y a través de ella la mitad de la población –las mujeres- es “heterosexualizada” La fabricación de mujeres es similar a la fabricación de los eunucos, y a la crianza de esclavos y de animales) y sometida a una economía heterosexual. La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que impone a las mujeres la obligación absoluta de reproducir la “especie”, es decir, reproducir la sociedad heterosexual. La obligación de reproducción de la “especie” que se impone a las mujeres es el sistema de explotación sobre el que se funda económicamente la heterosexualidad.[4]

Como bien señala Wittig hay una economía heterosexual que produce la categoría del sexo a partir de la cual los varones se apropian de la reproducción, producción y de las personas físicas de las mujeres. Paradójicamente, las encargadas de reproducir obligatoriamente a la “especie” o en otras palabras, de reproducir la sociedad heterosexual, van a ser las mismas mujeres. Pero Wittig considera que es en el marco del contrato matrimonial donde tienen lugar las relaciones de producción del sexo. Cabe aclarar que para Wittig la categoría de sexo es una categoría totalitaria ya que da forma al cuerpo y al espíritu debido a que controla la totalidad de la producción mental a tal punto que no podemos pensar por fuera de ella. Y también señala que la categoría de sexo determina la esclavitud de las mujeres.      
Ahora bien, considero oportuno, extender el análisis de la economía heterosexual, es decir, las relaciones de producción del sexo, no sólo al ámbito de la apropiación privada, es decir, la propiedad individual de un hombre sobre una mujer como es el caso del contrato matrimonial monogámico, sino también a la apropiación pública, colectiva de los varones en tanto grupo sexual colonizador de las mujeres. Aquí entran al análisis las relaciones de prostitución pública o en otras palabras, las relaciones heterosexuales públicas donde también se produce el sexo aunque acentuando la dimensión colectiva del mismo. Casas de cita, Cabarets, Whiskerías, Prostíbulos, Casas de tolerancia, son algunos de los nombres utilizados para dar cuenta del lugar físico donde las relaciones de producción pública del sexo masculino y el sexo femenino en el marco de la economía heterosexual han sido instituidas.
Considero que en el contexto actual, la industria cultural por excelencia de la masculinidad hegemónica prostituyente es la red prostibularia que se legitima y naturaliza a sí misma en base a lo que Adrienne Rich denominó, la ley del derecho sexual masculino fundada en el mito del irresistible –triunfante- impulso sexual masculino del pene-con-vida-propia[5] que una vez desatado no admite un no por respuesta. Según Rich, esa es la ley que justifica la prostitución como supuesto cultural universal al mismo tiempo que defiende la esclavitud sexual de la familia patriarcal.    
Para dar cuenta de la actualidad ideológica con que opera este mito podemos citar las declaraciones de Ruben “La Burra” Contreras, un funcionario Kirchnerista de Santa Cruz. En el año 2013 dijo que “es fundamental para la vida normal de un hombre la necesidad de la distracción, de estar con una mujer, advirtiendo a la población la inevitable ola de violaciones que tendría lugar en caso de que cierren los prostíbulos. Por lo cual se pronunció a favor de la reglamentación de la explotación sexual. Este terrorismo heterosexista de Contreras, pone de manifiesto que la prostitución de mujeres sigue siendo una escuela de heteronormatividad y de reproducción de masculinidades prostituyentes. La naturalización de la cultura de la violación.
Ahora bien, tomando como referencia los aportes de Catherine MacKinnon, Adrienne Rich profundiza el análisis de la intersección entre la Heterosexualidad Obligatoria y la economía en el capitalismo patriarcal. Lo que visibilizan es que la división sexual del trabajo no sólo da lugar al hecho de que las mujeres estamos relegadas mayoritariamente a trabajos de servicios mal remunerados, sino que la heterosexualización de las mujeres es una parte del trabajo. En sus palabras el requerimiento hecho a las mujeres de que promocionen su atractivo sexual entre los hombres, los cuales tienden a poseer la posición y el poder económico para imponer sus gustos es central e intrínseco a las realidades económicas en las vidas de las mujeres. [6]              
Rich, también toma los estudios de Kathleen Barry quien recopila una gran cantidad de situaciones de sujeción femenina como la prostitución, la violación marital, el incesto padre-hija, la violencia contra las esposas, la pornografía, el precio de la novia, la venta de hijas, la mutilación genital, entre otras. Este relevamiento lo enmarca en lo que denomina una “perspectiva de dominación sexual” cuyo efecto ideológico conduce a que el abuso sexual y el terrorismo de los hombres hacia las mujeres queden invisibilizados al ser tratados como hechos naturales e inevitables. Bajo esta perspectiva, como expresa Rich siguiendo a Barry, Cada mujer es válida y desechable mientras las necesidades emocionales y sexuales del macho queden satisfechas.[7]  
De esta forma tenemos que las relaciones de propiedad patriarcal de la mano de la heterosexualidad obligatoria y podríamos agregar del amor romántico en tanto ideología del idilio heterosexual, al decir de Rich, constituyen las herramientas de poder fundamentales al sistema prostituyente que no ve en las mujeres otra cosa más que sirvientas sexual de los varones. En otras palabras, el sistema patriarcal, es un sistema prostituyente, cuyas relaciones de prostitución son estructuradas por la heterosexualidad obligatoria tanto en la esfera pública como en la privada, la cual impone como “destino” femenino el servicio sexual obligatorio.   
Como bien señala Adrienne Rich, es la heterosexualidad obligatoria la que simplifica la tarea del proxeneta y del chulo en las redes mundiales de prostitución, o la que en la intimidad del hogar convierte en una realidad cotidiana el abuso sexual infantil, las violaciones maritales, los femicidios íntimos.
Pero también es la que produce el binarismo sexual. Lo humano es definido en la dicotomía jerárquica macho/masculino/hetero/superior/activo  y hembra/femenina/hetero/inferior/pasiva. Los cuerpos que no se ajustan a la dicotomía patriarcal son excluidos, discriminados, criminalizados, patologizados. Y esta es una realidad que sigue atravesando la existencia del colectivo LGTTTBI a pesar de que hoy en nuestro país tengamos la ley de identidad de género y la ley de matrimonio igualitario. Por eso es esta heterosexualidad obligatoria productora del binarismo sexual androcéntrico la que también prostituye a travestis y mujeres trans. Como bien señala Diana Sacayán, si el 95 por ciento de la comunidad travesti vive de la prostitución, dice, es porque siempre se nos negaron los mecanismos que rompan con dispositivos discriminatorios para permitirnos acceder a educación y trabajo.[8]
Asimismo considero, y en este punto hablo en primera persona en tanto que lesbiana poniendo como centro de referencia mis propias experiencias, que las relaciones de prostitución se extienden instituyendo no sólo la familia y el prostíbulo, sino también el armario. Si conceptualizo la situación de armario como una situación de prostitución es porque, como vengo señalando, entiendo a la heterosexualidad obligatoria como el fundamento de las relaciones de prostitución. El armario es ese no lugar donde, sin embargo, habitan cautivos los deseos lésbicos que no se ajustan al régimen de la heterosexualidad. El cuerpo se disocia entre las violentas experiencias heterosexuales forzadas, por no deseadas, y el silencio de las verdades eróticas recluidas en la invisibilización del armario.   
Levantar la voz como acto de afirmación de la propia existencia lesbiana y rechazar la heterosexualización prostituyente puede tener costos políticos y económicas vitales, como el exilio familiar, el riesgo de perder el trabajo, las violaciones correctivas, o el femicidio lesbofóbico como le sucedió a Natalia Pepa Gaitán el 7 de marzo de 2010. Pero también da cuenta de que la lucha por construir relaciones eróticas, sensuales para el placer de una misma y no por mandato heteronormativo y/o necesidad económica, también es un camino posible. Desde esta perspectiva, la heterosexualidad prostituyente del patriarcado capitalista no es ni destino, ni naturaleza, ni sexualidad disidente-transgresora como sostienen, curiosamente, ciertas corrientes actuales pro-prostitución en las cuales me detendré más adelante.
En este sentido, es que construyo mi perspectiva crítica de las relaciones de prostitución enmarcadas en el sistema prostituyente identificándome como  lesboabolicionista.   
El prostíbulo, la cocina o el armario son las prisiones donde siempre nos quiso el patriarcado. Naturalizar la prostitución es naturalizar la heterosexualidad obligatoria, naturalizar la mercantilización sexual de los cuerpos de mujeres y travestis, naturalizar las violencias de los prostituyentes que como Ruben “la burra” Contreras amenazan con olas de violaciones si se ponen en cuestión los privilegios del sexo masculino de vivir rodeados de servidoras sexuales.    
Pero los mecanismos de legitimación de la prostitución no siempre apelan al terrorismo sexual como lo hizo Contreras. En la actualidad, aparecen discursos que presentan las relaciones de prostitución como experiencias de libertad para las mujeres como es el caso del enfoque de la corriente pro-sexo. Esta perspectiva considera la prostitución pública, es decir, el intercambio de servicios sexuales por plata como una “sexualidad disidente” o bien un “trabajo autónomo”. Luchan por la reglamentación estatal de la prostitución y disocian como realidades distintas la prostitución y la trata a pesar de que el 90 por ciento de las personas desaparecidas por las redes de tratantes sean mujeres y niñas para abastecer al sistema prostibulario. Por último reivindican a las personas que pagan por sexo, es decir, a los prostituyentes como agentes transgresores de la heteronormatividad.  
Para terminar este recorrido y en respuesta a dicha postura aunque con el objetivo de seguir abriendo el debate para poder pensar las consecuencias culturales, sociales, económicas y políticas a las que conduce la prostitución, considero oportunas las reflexiones de Beatriz Gimeno una activista lesbiana feminista española que advierte lo siguiente: 

El empeño de situar fuera de la norma sexual lo que la propia norma ha creado para mantenerse a sí misma, y así hacer pasar una institución de control y represión como feminista y progresista, hace sostener a algunas feministas proprostitución que no sólo es la prostituta la que está en los márgenes sino que también el cliente se arriesga con su sexualidad fuera de la norma. De nuevo, la actuación de la ideología sexual masculina más hegemónica y patriarcal se transforma y se presenta como antihegemónica. Las empresas regalan a sus empleados más productivos noches de burdeles de lujo, Berlusconi ofrece a sus invitados políticos prostitutas de alto nivel, los burdeles proliferan en las carreteras para los menos pudientes (…) ya no hay congreso internacional con cupo masculino, ni espectáculo deportivo de masas, que no tenga en cuenta la prostitución como ocio, todo el negocio alrededor del sexo pago es una de las primeras industrias mundiales… ¿y esto es ser antinormativo? ¿esto es ser transgresor? ¿Cómo va a atentar la prostitución contra el sistema que la crea, la mantiene y que ella misma refuerza permanentemente?[9]



Bibliografía

-Alonso de Rocha, Aurora, Tristes Chicas Alegres. Prostitución y poder en Buenos Aires, Buenos Aires, Leviatán, 2003.
-Barrancos, Dora, Mujeres en la sociedad Argentina, Buenos Aires, sudamericana, 2007.
-Centenario del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina Mayo 1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010.
-D` Ángelo, Marcela, “Reglamentarismo y abolicionismo en Argentina a fines del S. XIX y principios del S. XX”, ponencia presentada en las II Jornadas Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Tucumán, 2010. Disponible en: http://2dasjornadasabolicionistas2010.blogspot.com.ar/2011/03/ponencia-reglamentarismo-y.html Consultada: 27 de agosto de 2014.
-De Miguel Álvarez, Ana y Palombo Cermeño, Eva, “Los inicios de la lucha feminista contra la prostitución: Políticas de Redefinición y Políticas activistas en el sufragismo inglés”, BROCAR, Nº35, 2011, pp. 315-334. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3933011.pdf 27 de agosto de 2014.
-Molina, María Lourdes, Barbich, Alejandra y Marta Fontenla, Explotación sexual. Evaluación y Tratamiento, Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2010.
-Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988.
-Gimeno, Beatriz, La prostitución, España, Bellaterra, 2012.  
-Jeffreys, Sheila, La industria de la vagina, Buenos Aires, Paidós, 2011.
-Rich, Adrienne, “Heterosexualidad Obligatoria y existencia lesbiana”, Nosotras Nº3, Madrid, 1985.
-Wittig, Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales, 1992.


[1] Centenario Primer Congreso Femenino Internacional de La República Argentina mayo de 1910, Edición Conmemorativa, Buenos Aires, 2010, p.577.
[2] Citado en el Video Documental “Nuestra Causa. Julieta Lanteri”, guión de Elsa Ramos.
[3] Citado por Pateman, Carol, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988, p.190.
[4] Wittig, Monique, “La categoría de sexo” en El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales, 1992, p.27-28.
[5] Rich, Adrienne, “Heterosexualidad Obligatoria y existencia lesbiana”, Nosotras Nº3, Madrid, 1985 p.20
[6] Rich, Adrienne, op. cit., p.16.
[7] Rich, Adrienne, op. Cit., p.19.
[8]  Roxana Sandá, El deseo y la lucha, Suplemento Las 12, 4 de octubre de 2013. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8351-2013-10-04.html, Consultado 30 de agosto de 2014.
[9] Gimeno, Beatriz, La Prostitución, España, Bellaterra, 2012, p.201.

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