jueves, 2 de enero de 2020

Lesbianas contra el armario público y la visibilidad privada (2009)


Ponencia colectiva presentada en el Iº Congreso Interdisciplinario sobre Género y Sociedad
Córdoba, 28, 29 y 30 Mayo de 2009


Lesbianas contra el armario público y la visibilidad privada.

Luciana Analía Guerra 
Canela Constanza Gavrila


I. Introducción y aspectos metodológicos

En el siguiente trabajo nos proponemos abordar la violencia específica que se ejerce sobre las lesbianas en el marco de lo que se denomina violencia contra las mujeres. En primera instancia realizaremos una aproximación a los mecanismos de invisibilización de las lesbianas en el espacio público, tomando los aportes teóricos de la politóloga Carol Pateman. Incorporaremos a este análisis las reflexiones de  Adrienne Rich entorno a la heterosexualidad obligatoria como una institución política del orden patriarcal. Luego de esta caracterización, y en una segunda instancia del trabajo,  presentaremos las estrategias de visibilidad que tienen los distintos grupos de activismo lésbico en Argentina en la actualidad. Para esto nos situaremos en el contexto del primer Encuentro Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales realizado en la ciudad de Rosario, durante los días 3 y 4 de mayo del año 2008.
Ante todo nos parece importante aclarar nuestro posicionamiento para la realización de este trabajo. Como activistas lesbianas feministas que iniciamos un camino en la academia, consideramos relevante realizar un estudio que aborde las problemáticas que nos son propias y personales, que complejicen a su vez los silencios que se presentan como individuales y particulares, pero que en realidad son políticos y colectivos, como bien nos enseñaron las feministas de los `70: “lo personal es político”. Por eso creemos que la solidaridad en la producción del conocimiento y un compromiso militante deberían formar parte de un mismo proceso de transformación, donde  la teoría y la acción política no vayan por caminos separados.
   Es un desafío metodológico el doble compromiso que implica este trabajo. Por un lado pretendemos mantener la rigurosidad epistemológica y lograr la distancia propia entre el sujeto cognoscente y el objeto de estudio. Y por otro lado, somos parte del fenómeno social que estamos estudiando. Esta doble pertenencia como sujetos cognoscentes y activistas políticas nos aleja de los enfoques que consideran al conocimiento como neutral. Por el contrario al posicionarnos ideológicamente dentro del lesbianismo feminista nuestra producción de conocimientos tiene el objetivo político de contribuir al debate por construir estrategias que nos permitan terminar con una violencia poco tenida en cuenta como es la  violencia contra las lesbianas.



II. Marco teórico

El amor es el opio de las mujeres

                                                                                                                        Kate Millett

Históricamente las mujeres hemos sido invisibilizadas y expulsadas de los distintos procesos y transformaciones socio- políticos, negándosenos el reconocimiento como sujetos capaces de decidir sobre el propio cuerpo y la propia sexualidad. A nuestro entender, esta situación es expresión del patriarcado. Siguiendo a Heidi Hartmann entendemos a este como un sistema de dominación basado en un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres [=varones]  que les permiten dominar a las mujeres. (Hartmann, 1980: 97)
Carol Pateman hace un análisis en torno a los teóricos clásicos del contrato social moderno -Hobbes y Rousseau- para visibilizar un sesgo genérico en el llamado “contrato original” que da nacimiento a la sociedad civil legitimando la autoridad de los Estados modernos. Pateman sostiene que el contrato original es la manera en que se constituye el patriarcado moderno. Esta ley, este derecho patriarcal, se impone por medio del contrato sexual. Según la autora, la historia del contrato social es la historia de la génesis de la esfera pública propia de los fráteres ciudadanos e iguales, ámbito de la libertad y el poder masculino. Por su parte, la historia del pacto o contrato sexual es la historia de la sujeción y dominación de las mujeres, relegadas a la esfera privada, considerada como poco relevante para la vida política del conjunto social.
Los sujetos del contrato original son los varones, únicos dotados según los clásicos de los atributos para la realización del mismo (racionalidad, neutralidad, etc). Por el contrario, las mujeres son lo pactado, el objeto que sella el pacto.
Así el contrato social/ sexual es el vehículo mediante el cual los varones  legitiman el acceso, uso y abuso del cuerpo de las mujeres. Adrienne Rich explica “la ley del derecho sexual masculino” a través de lo que denomina la institución política de la Heterosexualidad obligatoria. Ésta sería, según la pensadora, el centro de análisis para poder entender la dominación masculina y ataca los prejuicios machistas de que la heterosexualidad es innata y que el lesbianismo se debe a un odio hacia los varones por parte de las mujeres que desean a otras mujeres.
Los mecanismos de disciplinamiento y sometimiento para la instauración de dicha institución son múltiples y todos se anclan en la violencia contra las mujeres que va desde lo físico hasta lo psíquico pasando por lo simbólico. Rich enumera un amplio número de prácticas en las cuales se expresa la manera en que opera la Heterosexualidad Obligatoria.
La primera de ellas es negar a las mujeres el desarrollo de su sexualidad, y se refleja en prácticas tales como la ablación de clítoris o su negación psicoanalítica; la negación de la existencia lesbiana a través de asesinatos, persecuciones, expulsión de la historia; restricciones contra la masturbación; ideología  del idilio heterosexual, entre otras.
La segunda practica que disciplina y somete a las mujeres es la imposición de la sexualidad de los varones, reflejado en prácticas tales como las violaciones (incluida la marital) y maltratos a las esposas; en el incesto padre-hija, la prostitución, el harén; en representaciones pornográficas de mujeres respondiendo positivamente a la violencia sexual y a la humillación, cuyo fundamento es la noción de que el impulso sexual masculino equivale a un derecho inviolable que, una vez desatado, no admite un “no” por respuesta.
Podría decirse que la Heterosexualidad Obligatoria es habilitada gracias al contrato sexual desarrollado por Pateman. Ambas autoras comparten que la dominación masculina no se da solamente en la esfera privada, sino que el poder patriarcal gobierna en toda la sociedad civil. Tanto en la esfera pública como en la privada.
El espacio público, como construcción normativa, cultural e institucional asimila a las mujeres en el orden heteronormativo, esto es, la definición de las mujeres en relación y/ o en función de los varones: hija de, esposa de, hermana de, madre de. Incluso las mujeres con profesiones liberales son entendidas como beneficiarias de las concesiones de los varones a esas mujeres.
Como anteriormente hemos explicado el espacio privado esta asociado a las mujeres definidas por y para los varones en el marco de la familia patriarcal que “da sentido a la existencia femenina”.
En las definiciones de esfera pública y privada, y quienes las habitan con las exigencias heteronormativas que eso implica, encontramos una omisión. Ni en la calle, ni en la casa, ni en el lenguaje se les da entidad a las lesbianas .


III. ¿Por qué el silencio y la invisibilización son característicos de la violencia hacia las lesbianas?

 

Tomada como ventaja la invisibilidad parece proteger más que violentar a las lesbianas. Pero qué estrategia esa de sobrevivencia, que naturalizando la vida clandestina evita la marca en la piel, el charco de sangre, el cuerpo amoratado,

 el golpe, el puñetazo en la cara… la violencia que cuenta.

 La que te piden en la comisaría, la que te pide el estado, el juez, cómo prueba de violencia padecida.

Yuderkys Espinosa Miñoso


Muchas son las teóricas que reflexionan acerca del lugar político que ocupa el  lesbianismo como potencialmente subversivo, puesto que lo consideran una ruptura frente a la institución de la heterosexualidad obligatoria.[1] El vinculo positivo entre mujeres y la construcción de una sexualidad desde las mujeres y para las mujeres es un desafío al poder patriarcal puesto que desconoce al varón como legitimador y mediador de las relaciones entre ellas. Así mismo resultan inaplicables algunos mecanismos de control sobre las lesbianas, como por ejemplo, las fantasías machistas que promueven un imaginario de competencia y celos entre mujeres para ser las elegidas por el “macho anhelado”.
Podríamos agregar que las lesbianas tienen la potencialidad de desequilibrar al sistema de géneros al no obedecer y construirse a partir del rol de mujer heterodesignada. Queremos aclarar que hablamos potencialmente porque para que éstos trastornos en el sistema de dominación se realicen es necesaria una acción colectiva desde un proyecto político conciente. La radicalidad latente del lesbianismo se ancla en ser una sexualidad autónoma entre mujeres. El concepto de autonomía es fundamental. Entendemos por dicha noción, la autodeterminación, el decidir sobre el propio cuerpo y la propia sexualidad como acto de reconocimiento del propio deseo de las mujeres. En palabras de Marta Fontenla: Supone analizar, revalorizar, reivindicar las propias experiencias, prescindiendo de los valores masculinos como punto de referencia, para poder autodefinirse y nombrarse.[2]
Que una mujer desee a otra mujer sexual, erótica y afectivamente implica un acto de independencia respecto de la sexualidad masculina. La consecuencia política del deseo lésbico es la pérdida de privilegios de los varones sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Esto debilita el consenso que habilita el heterosexismo, necesario para perpetuar la dominación sobre el grupo oprimido. A su vez los ámbitos de dominación creados para avalar el heteropatriarcado – el Estado y demás instituciones: escuela, familia, entre otras-  se resquebrajan, ya que estos parten del supuesto imperativo de la heterosexualidad obligatoria. El lesbianismo, entonces, amenaza la raíz de la dominación masculina que utiliza la erotización para someter a las mujeres. Si éstas desean a su amo- marido/ novio/ amante -alias príncipe azul-, facilitan la subordinación al patriarca.
Por esto, el lesbianismo resulta un acto indigesto y peligroso para el patriarcado. En palabras de Dolores Juliano y Raquel Osborne: Reconocer su existencia [de las lesbianas] era aceptar que las mujeres tenían iniciativas sexuales y que estas iban por caminos diferentes de las que se les asignaban.[3]  Este reconocimiento negaría una característica del estereotipo mujer-objeto como es la pasividad.
Cuando nos hacemos visibles desafiando y desequilibrando el estereotipo patriarcal con un proyecto autónomo para nosotras y desde nosotras mismas, en palabras de Simone de Beauvoir “un proyecto auténtico libremente elegido”, los mecanismos de violencia y exclusión se intensifican. La violencia contra las mujeres es el medio que tiene el patriarcado para ponerlas “en su lugar”, reproduciendo el orden jerárquico y dando un caso ejemplificador a todas las mujeres que osan cruzar los limites demarcados por la autoridad masculina.
Ante la insolencia, desobediencia y peligrosa autonomía de las “sáficas invertidas”, el pensamiento heterosexual inventa una sexualidad lesbiana para beneficio propio, intentando evitar la trasgresión que el lesbianismo implica.
 Un mecanismo de disciplinamiento por excelencia fue la patologización de la homosexualidad y el lesbianismo. En 1990 la Organización Mundial de la Salud  (OMS) reconoce que la homosexualidad no es una enfermedad. Si bien esto puede ser entendido como un avance en el plano formal, esta construcción histórica que identifica la homosexualidad como una perversión aún se hace eco en la sociedad. Los discursos homofóbicos en la actualidad tienen como antecedente esta legitimación desde el saber institucional, que han “visibilizado” al lesbianismo desde un lugar de castigo y ejemplo correctivo al resto de las mujeres.
La invisibilización es el dispositivo que históricamente utilizó el patriarcado y sus instituciones para callar a las disidentes. Esta invisibilización es doble, por un lado se niega su existencia desde el silencio, y por otro se producen estereotipos que promueven una imagen de lesbianas desde una mirada heterosexista. Como bien dice Monique Wittig: Cuando el pensamiento heterosexual piensa la homosexualidad, ésta no es nada mas que heterosexualidad.[4]
La pornografía es un caso paradigmático de la apropiación y cosificación  de las lesbianas. Las dos mujeres teniendo sexo son para él, el objetivo es excitar y erotizar al varón para quien esta dirigido el material pornográfico. Una vez mas la sexualidad de las lesbianas es negada, y se neutraliza su potencial subversivo.
La influencia de la violencia que promueve la pornografía se ve reflejada en el acoso ejercido sobre las lesbianas en la esfera pública cuándo éstas se visibilizan. Un beso, ir de la mano o cualquier expresión de sensualidad entre mujeres es leído por la mirada masculina como una posibilidad de acceso al cuerpo de las lesbianas. El cuerpo lesbiano pasa a ser un territorio sin dueño porque las mujeres no son concebidas como sujetos sino como objetos. En palabras de José Ignacio Pichardo se entiende que la ausencia del varón las coloca en una situación de disponibilidad ante el resto de los varones.[5]
En el ámbito privado, la lesbofobia toma formas particulares. Como ya vimos, en la familia patriarcal las mujeres son heterodesignadas, no hay lugar para las lesbianas. Como ámbito de socialización primaria reproduce los roles de género moldeando la subjetividad y construyendo las identidades binarias del sistema sexo-género: varón-masculino y mujer-femenina. Esta construcción dicotómica y jerárquica es la base de las desigualdades entre los sexos.[6] Cuando la niña no juega a la muñeca sino que se trepa a los árboles, cuando rechaza los vestidos y el color rosa, en definitiva cuando no se comporta como una señorita los estigmas aparecen como mecanismos de adoctrinamiento. Marimacho, machona, varonera, india y mal educada son las primeras agresiones que demarcan los límites que no deben ser trasgredidos.
Cuando la lesbiana pronuncia su deseo dentro de la esfera familiar las manifestaciones de violencia son múltiples. Desde la expulsión de la casa, hasta la negación sistemática a través del silencio, o incluso en la discriminación implícita de la tolerancia. Surge así una voz silenciada, un cuerpo privado de deseo y autonomía, un espacio invisible: el armario. Gracias a estas catacumbas subterráneas no se altera visiblemente el orden heteropatriarcal, por el contrario se fortalece la esfera pública como un gran armario. Un armario tan invisible como las lesbianas.
Romper con el sistema de valores patriarcal y rebelarse desde el deseo propio abre las puertas del armario. Pero no es suficiente, como dice nuestra hermana de lucha Valeria Flores:  Por eso es importante el paso del yo al nosotras, mediante el rito del paso propio, el coming out que expresa la decisión de hacerse pública, rito que marca el ingreso personal en ese colectivo especifico nosotras, el situarse en esa genealogía de mujeres lesbianas que nombran su cuerpo de esta manera, de identificarse con un universo simbólico construido por mujeres.[7]


IV. Lesbianas desclosetadas.

Diversas son las maneras en que las lesbianas irrumpen en el espacio público. Las múltiples estrategias de visibilización expresan distintas teorías y concepciones respecto a qué es la identidad lesbiana. En este trabajo no nos enfocaremos en el debate en torno al problema de la identidad, pero sí esbozaremos a grandes rasgos los lineamientos teóricos de los grupos participantes y la estrategia política que se desprende de los mismos.
Queremos destacar que esta es una primera aproximación al análisis de las diversas tendencias que atravesaron los debates del Primer Encuentro Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales de Argentina realizado en Rosario los días 3 y 4 de mayo de 2008. Hicimos este recorte por que consideramos que dicho encuentro fue un hecho político de visibilización de gran magnitud donde lesbianas activistas de todo el país discutieron y pensaron colectivamente estrategias para visibilizarse.
Dicho Encuentro es la consecuencia de un largo proceso de construcción que surge en el movimiento mujeres organizado en los Encuentros Nacionales de Mujeres. En el XIX Encuentro realizado en Mendoza en el año 2004, por primera vez se abre un taller de activistas lesbianas que fue integrado por distintas organizaciones e independientes. De allí surge EspArtiLes (Espacio de Articulación Lésbica) que busco promover la visibilidad y discusiones sobre las problemáticas de las lesbianas. Uno de los objetivos políticos de este espacio fue la organización del Encuentro Nacional de Lesbianas. Si bien en un principio eran más de 40  activistas, el espacio se fue desmembrando por diferencias ideológicas quedando solo 13 integrantes que constituyeron el comité organizador. Las agrupaciones involucradas fueron: Las Safinas, Vox, Cero en conducta, La Fulana e independientes.
A grandes rasgos, podemos destacar dos posiciones políticas que se vieron reflejadas en el modo de participación en el Encuentro. Por un lado el comité organizador, formado por algunas ONG e independientes coinciden en la vía institucional para conseguir sus derechos y reciben financiamiento externo. Por otro lado el sector que se fue de EspArtiLes junto a agrupaciones de lesbianas feministas que se sumaron posteriormente (Baruyeras, Malas como las arañas, Fugitivas del desierto, Carne clasista, Movimiento lésbico emprendedor, Flores Fucsias e independientes)  participaron en el Encuentro con un posicionamiento crítico en torno a estos dos aspectos. La oposición al financiamiento se debe a que ésta va de la mano con una imposición de la agenda política lésbica por parte de quienes brindan dinero. A su vez la desconfianza en la vía institucional como estrategia las acerca a un activismo horizontal autogestivo y callejero que apuesta a un cambio estructural. Un ejemplo claro que permite entender éstas dos posiciones es el debate en torno al matrimonio. Las organizadoras consideran al matrimonio gay como un objetivo prioritario de su lucha. Esto se debe a que conciben a  las lesbianas desde su lugar de ciudadanas y enmarcadas en este apostolado institucional es que buscan las reformas civiles que contemplen su ciudadanía sesgada. El otro sector es completamente crítico de la unión civil e institucionalización del deseo, entendiendo que el matrimonio es una institución que históricamente oprimió a las mujeres. Éste grupo entiende a las lesbianas contemplando las distintas variables que atraviesan la orientación sexual, como la clase, la etnia, la edad, la nacionalidad, entre otras, por lo que no es suficiente un cambio en lo formal si en la realidad económica política y social se mantienen las desigualdades.  
Otro punto donde anclaron las diferencias de ambos sectores es en la intervención espacial que hicieron durante el Encuentro. Las organizadoras priorizaron la participación en los talleres  donde se desarrollarían los debates propuestos por ellas. Podemos citar algunos: relaciones abiertas y amor libre, juguetes y fantasías sexuales, fe y sexualidad, discriminación en la vida cotidiana, entre otros.  Por su parte, las lesbianas que criticaron la forma en que se organizó el Encuentro, tuvieron prácticas de denuncia y acción directa en las calles contra la heterosexualidad obligatoria. Se ubicaron en la vereda durante los dos días compartiendo sus experiencias y producciones tomando el espacio público como escenario político. La última tensión se vio reflejada en torno a la marcha de cierre del Encuentro ya que éstas lo consideraban fundamental como acto de visibilidad ante la duda del comité organizador de llevarla adelante. 
Estas estrategias mostraron las diferentes formas de concebir y militar la visibilidad lésbica, permitiendo la proyección de coordinación en la acción de grupos y militantes afines.


V. Conclusiones

El silencio como forma específica de violencia contra las lesbianas nos atraviesa en cada momento que decidimos salir del armario, nombrarnos, pensarnos y teorizarnos. Fueron muchas las dificultades que tuvimos al escribir este trabajo. Quizá sea una consecuencia de tomar como objeto de estudio una problemática subalterna que no es considerada relevante en la academia. Gracias al avance de los Estudios de La Mujer y de Género que se fueron abriendo espacio en la academia cuestionando el androcentrismo y el sistema de sexo-género se habilitó la posibilidad de problematizar la heterosexualidad obligatoria. Si bien las dificultades son múltiples a la hora de reflexionar e indagar respecto al universo de las lesbianas, tenemos que seguir promoviendo esta producción de conocimiento con el fin de aportar y enriquecer los debates para pensar estrategias emancipatorias que nos permitan terminar con el closet público que nos expulsa de los espacios de saber entre otros ámbitos de poder.  




Bibliografía

-de Beauvoir, S. El Segundo Sexo, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
-Espinosa Miñoso, Yuderkys. Escritos de una lesbiana oscura: reflexiones críticas sobre feminismo y política de identidad en América Latina, Buenos Aires, En la frontera, 2007.
-Flores, Valeria. Notas lesbianas. Reflexiones desde la disidencia sexual, Rosario, Hipólita Ediciones, 2005.
-Galindo, María; Sánchez, Sonia. Ninguna mujer nace para puta, Buenos Aires, La vaca,  2007.
-Gamba Susana, B. Diccionario de estudios de género y feminismos, Buenos Aires, Biblios, 2007.
-Gimeno, Beatriz. Historia y análisis político del lesbianismo,  Barcelona, Gedisa, 2005.
-Hartmann, Heidi. “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre feminismo y marxismo”, en Zona Abierta, n 24, 1980 pp. 85-115..
-Jeffreys, Sheila. La herejía lesbiana, Madrid, Feminismos, 1996.
-Lorde, Audre. “Edad, raza, clase y género: las mujeres redefinen la diferencia”, en La hermana, la extranjera. Artículos y conferencias, Madrid, Horas y Horas, 2004.  
-Millet, Kate. Política sexual, Madrid, Ediciones Cátedra, 1995.
-Pateman, Carol. El Contrato Sexual, México, Anthropos/ UAM. 1995
-Platero, Raquel (coord.), Lesbianas. Discursos y representaciones, España, Melusina, 2008.
-Rich, Adrienne. Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, publicado por la revista “Nosotras que nos queremos tanto”, editada por el Colectivo de Lesbianas Feministas de Madrid, Nº 3, noviembre de 1985.

Para la segunda parte del trabajo tuvimos en cuenta:
* las siguientes paginas web:
-          http://www.encuentrolb.com.ar/
-          http://www.mujeresenred.net

* Revista Baruyeras, una tromba lesbiana feminista. Números  4 y 5. Buenos Aires. 2008.





[1] Entre ellas podemos citar a Sheyla Jeffrey, Audrey Lorde, Adrienne Rich, Betriz Gimeno, Yuderkys Espinosa, Valeria Flores , entre otras.
[2] Fontenla, Marta. En Gamba, Susana (coord.). Diccionario de estudios de género y feminismos, Biblos, Buenos Aires, 2007. p.33.
[3]  Platero, Raquel (coord.). Lesbianas. Discursos y representaciones, , España, Melusina, 2008, p. 10.
[4] Wittig, Monique. El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales, 2006.
[5] Pichardo, José Ignacio. “Lesbiana o no”, en Lesbianas. Discursos y representaciones, op. cit. P.129
[6] Nos parece importante destacar que cualquier identidad de género que no respete el binarismo sexual, queda por fuera de la definición de lo humano. Esto conduce a la violación de los derechos humanos de travestis, transexuales, transgénerxs e intersexuales.
[7] Flores, Valeria. Notas lesbianas. Reflexiones desde la disidencia sexual, Hipólita ediciones, Rosario. P. 35

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