Ponencia colectiva presentada en el Iº Congreso
Interdisciplinario sobre Género y Sociedad
Córdoba, 28, 29 y 30 Mayo de 2009
Lesbianas contra el armario
público y la visibilidad privada.
Luciana Analía
Guerra
Canela Constanza
Gavrila
I.
Introducción y aspectos metodológicos
En el siguiente trabajo nos
proponemos abordar la violencia específica que se ejerce sobre las lesbianas en
el marco de lo que se denomina violencia contra las mujeres. En primera
instancia realizaremos una aproximación a los mecanismos de invisibilización de
las lesbianas en el espacio público, tomando los aportes teóricos de la
politóloga Carol Pateman. Incorporaremos a este análisis las reflexiones de Adrienne Rich entorno a la heterosexualidad
obligatoria como una institución política del orden patriarcal. Luego de esta
caracterización, y en una segunda instancia del trabajo, presentaremos las estrategias de visibilidad
que tienen los distintos grupos de activismo lésbico en Argentina en la
actualidad. Para esto nos situaremos en el contexto del primer Encuentro
Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales realizado en la ciudad de Rosario,
durante los días 3 y 4 de mayo del año 2008.
Ante todo nos parece importante
aclarar nuestro posicionamiento para la realización de este trabajo. Como
activistas lesbianas feministas que iniciamos un camino en la academia,
consideramos relevante realizar un estudio que aborde las problemáticas que nos
son propias y personales, que complejicen a su vez los silencios que se
presentan como individuales y particulares, pero que en realidad son políticos
y colectivos, como bien nos enseñaron las feministas de los `70: “lo personal
es político”. Por eso creemos que la solidaridad en la producción del
conocimiento y un compromiso militante deberían formar parte de un mismo
proceso de transformación, donde la
teoría y la acción política no vayan por caminos separados.
Es
un desafío metodológico el doble compromiso que implica este trabajo. Por un
lado pretendemos mantener la rigurosidad epistemológica y lograr la distancia
propia entre el sujeto cognoscente y el objeto de estudio. Y por otro lado,
somos parte del fenómeno social que estamos estudiando. Esta doble pertenencia
como sujetos cognoscentes y activistas políticas nos aleja de los enfoques que
consideran al conocimiento como neutral. Por el contrario al posicionarnos
ideológicamente dentro del lesbianismo feminista nuestra producción de
conocimientos tiene el objetivo político de contribuir al debate por construir
estrategias que nos permitan terminar con una violencia poco tenida en cuenta
como es la violencia contra las
lesbianas.
II. Marco teórico
El amor es el opio de las mujeres
Kate
Millett
Históricamente las mujeres hemos sido
invisibilizadas y expulsadas de los distintos procesos y transformaciones
socio- políticos, negándosenos el reconocimiento como sujetos capaces de
decidir sobre el propio cuerpo y la propia sexualidad. A nuestro entender, esta
situación es expresión del patriarcado. Siguiendo a Heidi Hartmann entendemos a
este como un sistema de dominación basado en un
conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay
unas relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres [=varones] que les permiten dominar a las mujeres.
(Hartmann, 1980: 97)
Carol Pateman hace
un análisis en torno a los teóricos clásicos del contrato social moderno
-Hobbes y Rousseau- para visibilizar un sesgo genérico en el llamado “contrato
original” que da nacimiento a la sociedad civil legitimando la autoridad de los
Estados modernos. Pateman sostiene que el contrato original es la manera en que
se constituye el patriarcado moderno. Esta ley, este derecho patriarcal, se
impone por medio del contrato sexual. Según la autora, la historia del contrato
social es la historia de la génesis de la esfera pública propia de los fráteres
ciudadanos e iguales, ámbito de la libertad y el poder masculino. Por su parte,
la historia del pacto o contrato sexual es la historia de la sujeción y dominación de
las mujeres, relegadas a la esfera privada, considerada como poco relevante
para la vida política del conjunto social.
Los sujetos del contrato original son los varones, únicos
dotados según los clásicos de los atributos para la realización del mismo
(racionalidad, neutralidad, etc). Por el contrario, las mujeres son lo pactado,
el objeto que sella el pacto.
Así el contrato
social/ sexual es el vehículo mediante el cual los varones legitiman el acceso, uso y abuso del cuerpo
de las mujeres. Adrienne Rich explica “la ley del derecho sexual masculino” a
través de lo que denomina la institución política de la Heterosexualidad
obligatoria. Ésta sería, según la pensadora, el centro de análisis para poder
entender la dominación masculina y ataca los prejuicios machistas de que la
heterosexualidad es innata y que el lesbianismo se debe a un odio hacia los varones
por parte de las mujeres que desean a otras mujeres.
Los mecanismos de
disciplinamiento y sometimiento para la instauración de dicha institución son
múltiples y todos se anclan en la violencia contra las mujeres que va desde lo
físico hasta lo psíquico pasando por lo simbólico. Rich enumera un amplio
número de prácticas en las cuales se expresa la manera en que opera la
Heterosexualidad Obligatoria.
La primera de ellas es negar a las mujeres el
desarrollo de su sexualidad, y se refleja en prácticas tales como la ablación
de clítoris o su negación psicoanalítica; la negación de la existencia lesbiana
a través de asesinatos, persecuciones, expulsión de la historia; restricciones
contra la masturbación; ideología del
idilio heterosexual, entre otras.
La segunda practica que disciplina y somete a
las mujeres es la imposición de la sexualidad de los varones, reflejado en
prácticas tales como las violaciones (incluida la marital) y maltratos a las
esposas; en el incesto padre-hija, la prostitución, el harén; en
representaciones pornográficas de mujeres respondiendo positivamente a la
violencia sexual y a la humillación, cuyo fundamento es la noción de que el
impulso sexual masculino equivale a un derecho inviolable que, una vez
desatado, no admite un “no” por respuesta.
Podría decirse que la Heterosexualidad
Obligatoria es habilitada gracias al contrato sexual desarrollado por Pateman.
Ambas autoras comparten que la dominación masculina no se da solamente en la
esfera privada, sino que el poder patriarcal gobierna en toda la sociedad
civil. Tanto en la esfera pública como en la privada.
El espacio público, como construcción normativa,
cultural e institucional asimila a las mujeres en el orden heteronormativo,
esto es, la definición de las mujeres en relación y/ o en función de los
varones: hija de, esposa de, hermana de, madre de. Incluso las mujeres con
profesiones liberales son entendidas como beneficiarias de las concesiones de
los varones a esas mujeres.
Como anteriormente hemos explicado el espacio privado
esta asociado a las mujeres definidas por y para los varones en el marco de la
familia patriarcal que “da sentido a la existencia femenina”.
En las definiciones de esfera pública y privada, y
quienes las habitan con las exigencias heteronormativas que eso implica,
encontramos una omisión. Ni en la calle, ni en la casa, ni en el lenguaje se
les da entidad a las lesbianas .
Tomada como ventaja la
invisibilidad parece proteger más que violentar a las lesbianas. Pero qué
estrategia esa de sobrevivencia, que naturalizando la vida clandestina evita la
marca en la piel, el charco de sangre, el cuerpo amoratado,
el golpe, el puñetazo en la cara… la violencia
que cuenta.
La que te piden en la comisaría, la que te
pide el estado, el juez, cómo prueba de violencia padecida.
Yuderkys Espinosa Miñoso
Muchas son las teóricas que
reflexionan acerca del lugar político que ocupa el lesbianismo como potencialmente subversivo,
puesto que lo consideran una ruptura frente a la institución de la
heterosexualidad obligatoria.[1]
El vinculo positivo entre mujeres y la construcción de una sexualidad desde las
mujeres y para las mujeres es un desafío al poder patriarcal puesto que
desconoce al varón como legitimador y mediador de las relaciones entre ellas.
Así mismo resultan inaplicables algunos mecanismos de control sobre las
lesbianas, como por ejemplo, las fantasías machistas que promueven un
imaginario de competencia y celos entre mujeres para ser las elegidas por el
“macho anhelado”.
Podríamos agregar que las lesbianas
tienen la potencialidad de desequilibrar al sistema de géneros al no obedecer y
construirse a partir del rol de mujer heterodesignada. Queremos aclarar que
hablamos potencialmente porque para que éstos trastornos en el sistema de
dominación se realicen es necesaria una acción colectiva desde un proyecto
político conciente. La radicalidad latente del lesbianismo se ancla en ser una
sexualidad autónoma entre mujeres. El concepto de autonomía es fundamental.
Entendemos por dicha noción, la autodeterminación, el decidir sobre el propio
cuerpo y la propia sexualidad como acto de reconocimiento del propio deseo de
las mujeres. En palabras de Marta Fontenla: Supone analizar, revalorizar,
reivindicar las propias experiencias, prescindiendo de los valores masculinos
como punto de referencia, para poder autodefinirse y nombrarse.[2]
Que una mujer desee a otra mujer
sexual, erótica y afectivamente implica un acto de independencia respecto de la
sexualidad masculina. La consecuencia política del deseo lésbico es la pérdida
de privilegios de los varones sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
Esto debilita el consenso que habilita el heterosexismo, necesario para
perpetuar la dominación sobre el grupo oprimido. A su vez los ámbitos de
dominación creados para avalar el heteropatriarcado – el Estado y demás
instituciones: escuela, familia, entre otras-
se resquebrajan, ya que estos parten del supuesto imperativo de la
heterosexualidad obligatoria. El lesbianismo, entonces, amenaza la raíz
de la dominación masculina que utiliza la erotización para someter a las
mujeres. Si éstas desean a su amo- marido/ novio/ amante -alias príncipe azul-,
facilitan la subordinación al patriarca.
Por esto, el lesbianismo resulta un
acto indigesto y peligroso para el patriarcado. En palabras de Dolores Juliano
y Raquel Osborne: Reconocer su existencia [de las lesbianas] era
aceptar que las mujeres tenían iniciativas sexuales y que estas iban por
caminos diferentes de las que se les asignaban.[3] Este reconocimiento negaría una
característica del estereotipo mujer-objeto como es la pasividad.
Cuando nos hacemos visibles
desafiando y desequilibrando el estereotipo patriarcal con un proyecto autónomo
para nosotras y desde nosotras mismas, en palabras de Simone de Beauvoir “un
proyecto auténtico libremente elegido”, los mecanismos de violencia y exclusión
se intensifican. La violencia contra las mujeres es el medio que tiene el
patriarcado para ponerlas “en su lugar”, reproduciendo el orden jerárquico y
dando un caso ejemplificador a todas las mujeres que osan cruzar los limites
demarcados por la autoridad masculina.
Ante la insolencia, desobediencia y
peligrosa autonomía de las “sáficas invertidas”, el pensamiento heterosexual
inventa una sexualidad lesbiana para beneficio propio, intentando evitar la
trasgresión que el lesbianismo implica.
Un mecanismo de disciplinamiento por
excelencia fue la patologización de la homosexualidad y el lesbianismo. En 1990
la Organización Mundial de la Salud
(OMS) reconoce que la homosexualidad no es una enfermedad. Si bien esto
puede ser entendido como un avance en el plano formal, esta construcción
histórica que identifica la homosexualidad como una perversión aún se hace eco
en la sociedad. Los discursos homofóbicos en la actualidad tienen como
antecedente esta legitimación desde el saber institucional, que han
“visibilizado” al lesbianismo desde un lugar de castigo y ejemplo correctivo al
resto de las mujeres.
La invisibilización es el dispositivo
que históricamente utilizó el patriarcado y sus instituciones para callar a las
disidentes. Esta invisibilización es doble, por un lado se niega su existencia
desde el silencio, y por otro se producen estereotipos que promueven una imagen
de lesbianas desde una mirada heterosexista. Como bien dice Monique Wittig: Cuando
el pensamiento heterosexual piensa la homosexualidad, ésta no es nada mas que
heterosexualidad.[4]
La pornografía es un caso
paradigmático de la apropiación y cosificación
de las lesbianas. Las dos mujeres teniendo sexo son para él, el objetivo
es excitar y erotizar al varón para quien esta dirigido el material
pornográfico. Una vez mas la sexualidad de las lesbianas es negada, y se
neutraliza su potencial subversivo.
La influencia de la violencia que
promueve la pornografía se ve reflejada en el acoso ejercido sobre las
lesbianas en la esfera pública cuándo éstas se visibilizan. Un beso, ir de la
mano o cualquier expresión de sensualidad entre mujeres es leído por la mirada
masculina como una posibilidad de acceso al cuerpo de las lesbianas. El cuerpo
lesbiano pasa a ser un territorio sin dueño porque las mujeres no son
concebidas como sujetos sino como objetos. En palabras de José Ignacio Pichardo
se entiende que la ausencia del varón las coloca en una situación de
disponibilidad ante el resto de los varones.[5]
En el ámbito privado, la lesbofobia
toma formas particulares. Como ya vimos, en la familia patriarcal las mujeres
son heterodesignadas, no hay lugar para las lesbianas. Como ámbito de
socialización primaria reproduce los roles de género moldeando la subjetividad
y construyendo las identidades binarias del sistema sexo-género:
varón-masculino y mujer-femenina. Esta construcción dicotómica y jerárquica es
la base de las desigualdades entre los sexos.[6]
Cuando la niña no juega a la muñeca sino que se trepa a los árboles, cuando
rechaza los vestidos y el color rosa, en definitiva cuando no se comporta como
una señorita los estigmas aparecen como mecanismos de adoctrinamiento.
Marimacho, machona, varonera, india y mal educada son las primeras agresiones
que demarcan los límites que no deben ser trasgredidos.
Cuando la lesbiana pronuncia su deseo
dentro de la esfera familiar las manifestaciones de violencia son múltiples.
Desde la expulsión de la casa, hasta la negación sistemática a través del
silencio, o incluso en la discriminación implícita de la tolerancia. Surge así
una voz silenciada, un cuerpo privado de deseo y autonomía, un espacio invisible:
el armario. Gracias a estas catacumbas subterráneas no se altera visiblemente
el orden heteropatriarcal, por el contrario se fortalece la esfera pública como
un gran armario. Un armario tan invisible como las lesbianas.
Romper con el sistema de valores patriarcal
y rebelarse desde el deseo propio abre las puertas del armario. Pero no es
suficiente, como dice nuestra hermana de lucha Valeria Flores: Por eso es importante el paso del yo al
nosotras, mediante el rito del paso propio, el coming out que expresa la
decisión de hacerse pública, rito que marca el ingreso personal en ese
colectivo especifico nosotras, el situarse en esa genealogía de mujeres
lesbianas que nombran su cuerpo de esta manera, de identificarse con un
universo simbólico construido por mujeres.[7]
IV. Lesbianas desclosetadas.
Diversas son las
maneras en que las lesbianas irrumpen en el espacio público. Las múltiples
estrategias de visibilización expresan distintas teorías y concepciones
respecto a qué es la identidad lesbiana. En este trabajo no nos enfocaremos en
el debate en torno al problema de la identidad, pero sí esbozaremos a grandes
rasgos los lineamientos teóricos de los grupos participantes y la estrategia
política que se desprende de los mismos.
Queremos destacar
que esta es una primera aproximación al análisis de las diversas tendencias que
atravesaron los debates del Primer Encuentro Nacional de Mujeres Lesbianas y
Bisexuales de Argentina realizado en Rosario los días 3 y 4 de mayo de 2008.
Hicimos este recorte por que consideramos que dicho encuentro fue un hecho
político de visibilización de gran magnitud donde lesbianas activistas de todo
el país discutieron y pensaron colectivamente estrategias para visibilizarse.
Dicho Encuentro es
la consecuencia de un largo proceso de construcción que surge en el movimiento
mujeres organizado en los Encuentros Nacionales de Mujeres. En el XIX Encuentro
realizado en Mendoza en el año 2004, por primera vez se abre un taller de
activistas lesbianas que fue integrado por distintas organizaciones e
independientes. De allí surge EspArtiLes (Espacio de Articulación Lésbica) que
busco promover la visibilidad y discusiones sobre las problemáticas de las
lesbianas. Uno de los objetivos políticos de este espacio fue la organización
del Encuentro Nacional de Lesbianas. Si bien en un principio eran más de
40 activistas, el espacio se fue
desmembrando por diferencias ideológicas quedando solo 13 integrantes que
constituyeron el comité organizador. Las agrupaciones involucradas fueron: Las
Safinas, Vox, Cero en conducta, La Fulana e independientes.
A grandes rasgos,
podemos destacar dos posiciones políticas que se vieron reflejadas en el modo
de participación en el Encuentro. Por un lado el comité organizador, formado
por algunas ONG e independientes coinciden en la vía institucional para
conseguir sus derechos y reciben financiamiento externo. Por otro lado el
sector que se fue de EspArtiLes junto a agrupaciones de lesbianas feministas
que se sumaron posteriormente (Baruyeras, Malas como las arañas, Fugitivas del
desierto, Carne clasista, Movimiento lésbico emprendedor, Flores Fucsias e
independientes) participaron en el
Encuentro con un posicionamiento crítico en torno a estos dos aspectos. La
oposición al financiamiento se debe a que ésta va de la mano con una imposición
de la agenda política lésbica por parte de quienes brindan dinero. A su vez la
desconfianza en la vía institucional como estrategia las acerca a un activismo
horizontal autogestivo y callejero que apuesta a un cambio estructural. Un ejemplo
claro que permite entender éstas dos posiciones es el debate en torno al
matrimonio. Las organizadoras consideran al matrimonio gay como un objetivo
prioritario de su lucha. Esto se debe a que conciben a las lesbianas desde su lugar de ciudadanas y
enmarcadas en este apostolado institucional es que buscan las reformas civiles
que contemplen su ciudadanía sesgada. El otro sector es completamente crítico
de la unión civil e institucionalización del deseo, entendiendo que el
matrimonio es una institución que históricamente oprimió a las mujeres. Éste
grupo entiende a las lesbianas contemplando las distintas variables que
atraviesan la orientación sexual, como la clase, la etnia, la edad, la
nacionalidad, entre otras, por lo que no es suficiente un cambio en lo formal
si en la realidad económica política y social se mantienen las
desigualdades.
Otro punto donde anclaron las
diferencias de ambos sectores es en la intervención espacial que hicieron
durante el Encuentro. Las organizadoras priorizaron la participación en los
talleres donde se desarrollarían los
debates propuestos por ellas. Podemos citar algunos: relaciones abiertas y amor
libre, juguetes y fantasías sexuales, fe y sexualidad, discriminación en la
vida cotidiana, entre otros. Por su
parte, las lesbianas que criticaron la forma en que se organizó el Encuentro,
tuvieron prácticas de denuncia y acción directa en las calles contra la
heterosexualidad obligatoria. Se ubicaron en la vereda durante los dos días
compartiendo sus experiencias y producciones tomando el espacio público como
escenario político. La última tensión se vio reflejada en torno a la marcha de
cierre del Encuentro ya que éstas lo consideraban fundamental como acto de
visibilidad ante la duda del comité organizador de llevarla adelante.
Estas estrategias mostraron las
diferentes formas de concebir y militar la visibilidad lésbica, permitiendo la
proyección de coordinación en la acción de grupos y militantes afines.
V. Conclusiones
El
silencio como forma específica de violencia contra las lesbianas nos atraviesa
en cada momento que decidimos salir del armario, nombrarnos, pensarnos y
teorizarnos. Fueron muchas las dificultades que tuvimos al escribir este
trabajo. Quizá sea una consecuencia de tomar como objeto de estudio una problemática
subalterna que no es considerada relevante en la academia. Gracias al avance de
los Estudios de La Mujer y de Género que se fueron abriendo espacio en la
academia cuestionando el androcentrismo y el sistema de sexo-género se habilitó
la posibilidad de problematizar la heterosexualidad obligatoria. Si bien las
dificultades son múltiples a la hora de reflexionar e indagar respecto al
universo de las lesbianas, tenemos que seguir promoviendo esta producción de
conocimiento con el fin de aportar y enriquecer los debates para pensar
estrategias emancipatorias que nos permitan terminar con el closet público que
nos expulsa de los espacios de saber entre otros ámbitos de poder.
Bibliografía
-de Beauvoir, S. El Segundo Sexo, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
-Espinosa Miñoso, Yuderkys. Escritos de una
lesbiana oscura: reflexiones críticas sobre feminismo y política de identidad
en América Latina, Buenos Aires, En la frontera, 2007.
-Flores, Valeria. Notas lesbianas. Reflexiones
desde la disidencia sexual, Rosario, Hipólita Ediciones, 2005.
-Galindo, María; Sánchez, Sonia. Ninguna
mujer nace para puta, Buenos Aires, La vaca, 2007.
-Gamba Susana, B. Diccionario de estudios
de género y feminismos, Buenos Aires, Biblios, 2007.
-Gimeno, Beatriz. Historia y análisis
político del lesbianismo, Barcelona,
Gedisa, 2005.
-Hartmann,
Heidi. “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre
feminismo y marxismo”, en Zona Abierta, n 24, 1980 pp. 85-115..
-Jeffreys,
Sheila. La herejía lesbiana, Madrid, Feminismos, 1996.
-Lorde, Audre. “Edad, raza, clase y género:
las mujeres redefinen la diferencia”, en La hermana, la extranjera.
Artículos y conferencias, Madrid, Horas y Horas, 2004.
-Millet, Kate. Política sexual, Madrid,
Ediciones Cátedra, 1995.
-Pateman, Carol. El Contrato Sexual, México, Anthropos/ UAM. 1995
-Platero, Raquel (coord.), Lesbianas.
Discursos y representaciones, España, Melusina, 2008.
-Rich,
Adrienne. Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, publicado
por la revista “Nosotras que nos queremos tanto”, editada por el Colectivo de
Lesbianas Feministas de Madrid, Nº 3, noviembre de 1985.
Para la
segunda parte del trabajo tuvimos en cuenta:
* las
siguientes paginas web:
* Revista Baruyeras, una tromba lesbiana
feminista. Números 4 y 5. Buenos Aires.
2008.
[1] Entre ellas podemos citar a Sheyla Jeffrey, Audrey Lorde, Adrienne
Rich, Betriz Gimeno, Yuderkys Espinosa, Valeria Flores , entre otras.
[2] Fontenla, Marta. En Gamba, Susana (coord.). Diccionario de estudios
de género y feminismos, Biblos, Buenos Aires, 2007. p.33.
[3] Platero, Raquel (coord.). Lesbianas.
Discursos y representaciones, , España, Melusina, 2008, p. 10.
[4] Wittig, Monique. El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid,
Egales, 2006.
[5] Pichardo, José Ignacio. “Lesbiana o no”, en Lesbianas. Discursos y
representaciones, op. cit. P.129
[6] Nos parece importante destacar que cualquier identidad de género que
no respete el binarismo sexual, queda por fuera de la definición de lo humano.
Esto conduce a la violación de los derechos humanos de travestis, transexuales,
transgénerxs e intersexuales.
[7] Flores, Valeria. Notas lesbianas. Reflexiones desde la disidencia
sexual, Hipólita ediciones, Rosario. P. 35
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