Ponencia colectiva presentada en el IX Congreso
Argentino de Antropología Social
Posadas,
Misiones, del 5 al 8 de agosto
de 2008
Identidades
políticas: el feminicidio en el marco del proceso de movilización social.
Guerra
Luciana, CINIG, FAHCE, U.N.L.P.
Sciortino
María Silvana, CONICET, CINIG, FAHCE, U.N.L.P.
Introducción
En el trabajo a desarrollar se intenta
realizar un abordaje en torno al concepto de violencia de género, centrándonos
en la violencia ejercida contra las mujeres. Intentaremos mostrar que las
múltiples formas de violencia que vivimos cotidianamente las mujeres no son
casos aislados e inconexos, ni problemas personales que pueda tener alguna que
otra mujer. Por el contrario, consideramos que son expresión de un problema
estructural y político que es invisibilizado, al mismo tiempo que promovido y
reproducido de manera sistemática.
Otra cuestión central a desarrollar refiere
a la comprensión de la noción de feminicidio en el contexto de la movilización
política que surge a partir de la violación seguida de muerte de Sandra Ayala
Gamboa ocurrida en la ciudad de La Plata el 16 de febrero de 2007. La
interpretación de este caso particular tomado de referencia, intenta articular
distintas variables de análisis tales como el género, la etnia, la clase, la
nacionalidad. Sandra reunía varias marcas de subalternidad: mujer, mestiza,
desocupada e inmigrante peruana, a partir de las cuales se fueron solidarizando
distintos grupos al proceso de movilización. Cada sector dio sentido al
asesinato de Sandra a partir de la categoría reivindicativa que da unidad a su
grupo. Entre ellos: agrupaciones feministas, de mujeres, de los pueblos
originarios, de trabajadores y partidos de izquierda, asociaciones de Perú y de
otros países de Latinoamérica. Estos son los protagonistas del trabajo a partir
de las palabras, expresiones, interpretaciones y acciones de sus miembros.
Violencia contra las mujeres: un problema
estructural
Feminicidio
y poder patriarcal.
El concepto de feminicidio nace en 1990
cuando Jane Caputo y Diana E.H. Russell publicaron en la revista Miss de
septiembre-octubre, el artículo “Femicid: Speaking the unspeakable”. En 1992
fue publicado nuevamente pero en una versión más extendida. Es importante
destacar que las autoras eran parte del movimiento feminista, activistas
comprometidas con una práctica política íntimamente ligada a la producción
teórica. Esa solidaridad entre teoría y práctica, entre activismo y
pensamiento, nos parece de suma importancia no sólo para enriquecer las
políticas impulsadas por el movimiento, sino también para que en el mismo no se
genere una división intelectual y manual de la política. La distancia entre
teoría y práctica conduce, por un lado al aislamiento de las feministas
académicas y por otro, al pragmatismo irreflexivo de los grupos y organizaciones
feministas. En nuestra opinión la reflexión crítica y el análisis de las
acciones políticas impulsadas deben ser parte de un mismo proceso. La
convergencia teoría práctica es necesaria para el fortalecimiento de un
movimiento feminista que no quiera caer en el academicismo ni en el pragmatismo
militante.
La elaboración del concepto de feminicidio
es un claro ejemplo de la relevancia de la producción de conocimiento para la
orientación de las prácticas feministas. Al politizar los asesinatos de
mujeres, Russel y Caputo, visibilizaron las relaciones de poder que subyacen a
los mismos, permitiendo con dicho análisis pensar políticas que ataquen el
problema desde sus raíces.
Las autoras definieron dicho concepto de la
siguiente manera: “El asesinato de mujeres es la forma más extrema del
terrorismo sexista. Una nueva palabra es necesaria para comprender su
significado político. Pensamos que feminicidio es la palabra que mejor describe
los asesinatos de mujeres por parte de los hombres [=varones], motivados por el
desprecio, el odio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas. El
femicidio es el resultado final de un continuum de terror que incluye la
violación, tortura, mutilación genital, esclavitud sexual, especialmente la
prostitución, el incesto y el abuso sexual familiar, la violencia física y
emocional, los asaltos sexuales, mutilaciones genitales (clitoridectomías e
infibulaciones), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías)
heterosexualidad obligatoria, esterilizaciones y maternidades forzadas
(penalizando la anticoncepción y el aborto), psicocirugías, experimentos
médicos abusivos (por ej. la creación de nuevas tecnologías reproductivas),
negar proteínas a las mujeres en algunas culturas, las cirugías estéticas y
otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que de estas formas
de terrorismo resulta la muerte, se transforman en femicidio… Cuando la
supremacía masculina es desafiada, el terrorismo es intensificado…las mujeres
vivimos bajo este terror, luchemos contra él o no”. (Caputo, J.; Russell, D.,
en Fontenla, M., 2005:35)
Esta propuesta permite entender tales
casos como producto de relaciones de poder y desigualdad entre mujeres y
varones, en el marco de un sistema de opresión: el patriarcado. Si bien
consideramos que se trata de un concepto universal, intentaremos comprenderlo a
partir de la forma heterogénea en que se manifiesta según el contexto
socio-histórico particular en que se sitúan los actos de violencia.
Consideramos al patriarcado, siguiendo a Heidi Hartmann, como un conjunto de
relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas relaciones
jerárquicas y una solidaridad entre los hombres [=varones] que les permiten dominar a las mujeres.
(Hartmann, 1980: 97)
A su vez, incorporamos a dicha definición
los elementos teóricos que aporta la antropóloga Rita Laura Segato, la cual
distingue tres niveles en su análisis: el patriarcado simbólico, es decir la
estructura inconsciente que conduce los afectos y distribuye valores entre los
actores sociales; el nivel de las representaciones, la ideología de género
propia de una determinada sociedad; y el nivel de las prácticas.
La violencia patriarcal es tanto
física, psicológica y simbólica, como individual y grupal. Esta violencia es
justificada a partir de la inferiorización del grupo o individuo sobre el cual
se ejerce la violencia, en este caso la marca sería el sexo. Consideramos de
mucha importancia, que la diferencia sexual en la que se fundamenta la
desigualdad, sea entendida junto a otras disponibilidades o condicionamientos
que la atraviesan. Esta mirada articuladora de la violencia contra las mujeres,
hace posible una comprensión compleja del problema, permitiendo entender el
marco socio-cultural más amplio en el que se es mujer y en el que se sufre la
violencia. Es decir, las mujeres asesinadas a las que nos referimos en este
trabajo, además de mujeres, están situadas desde la clase, la étnia, la orientación sexual, la
identidad nacional, entre otras. Coincidimos con Hartmann en que: Es fundamental
examinar la jerarquía entre los hombres < = varones> y su diferente
acceso a los beneficios del patriarcado. No hay duda de que aquí entran en
juego la clase, la raza, la nacionalidad e incluso el estado civil y la
orientación sexual, así como la edad. Y las mujeres de diferentes clases,
razas, nacionalidades, estados civiles y orientaciones sexuales están sometidas
a diferentes grados de poder patriarcal. (Hartmann, 1980: 97)
Violencia como enunciado.
Para lograr la comprensión de este tipo
de violencia consideramos de suma utilidad la localización de los aportes
realizados por Segato sobre la violencia. La autora propone entenderla a partir
de la relación entre dos ejes que se intersectan: uno horizontal, donde los
vínculos se establecen a partir de las relaciones de alianza o competición; y
otro vertical, cuyos lazos son de entrega o expropiación. El eje horizontal
refiere a los vínculos entre el que ejerce la violencia (violador en el
análisis de Segato) y sus pares, socios en el orden del estatus que es el
género; el eje vertical implica la relación entre el sujeto masculino y quien
exhibe significantes femeninos, en los crímenes que analizaremos estos
significantes están asociados únicamente a mujeres. Ambos forman un sistema
único e inestable, donde la violencia contra las mujeres actúa como una forma
de interacción necesaria en la reproducción de la economía simbólica de poder.
La autora distingue por un lado, el orden del contrato refiriendo a la esfera
de la ley, que rige las relaciones entre categorías sociales que se clasifican
como pares y el orden del estatus refiriendo a la esfera de las costumbres, que
implica vínculos entre categorías que exhiben marcas que las relaciona de
manera jerárquica y desigual, como sería el caso del género (Segato incluye
además la raza y la clase, entre otras). Esta última forma de establecer las
relaciones entre categorías es considerada propia de la premodernidad, en este
contexto la mujer y el acceso sexual a ella es un patrimonio por el cual los
varones compiten entre sí (considerado como derecho de pernada). En este marco
la violencia ejercida contra una mujer era una agresión dirigida hacia otro
varón a través del cuerpo de la mujer. Con el advenimiento de la modernidad, la
ciudadanía se extiende a la mujer transformándose en un sujeto de derecho, aquí
dejaría de ser concebida como apéndice del varón y la violencia ejercida contra
ella pasaría a ser considerada como delito contra su persona, ya no contra un
tercero (un varón a modo de agresión o competición a un par de su fraternidad).
De este modo, en la premodernidad los vínculos eran regidos por el orden del
estátus, mientras la modernidad abre el camino al orden del contrato. Esta
dicotomía (premodernidad-estátus / modernidad-contrato) no debe ser tomada de
manera tajante ya que como sostiene Segato acordando con Carol Pateman, en la
modernidad coexisten ambos universos de sentido. Afirma Pateman, la
estructura de género nunca adquiere un carácter completamente contractual, y su
régimen permanece en el estatus, de este modo el orden del estatus
desigual de los géneros responde a un orden arcaico y precede la regulación
contractual (Citado en Segato, 2003:29) El mismo se hace visible en la
modernidad, en el sentido que afirma Segato al mantenerse la figura legal de
“delito contra las costumbres” o de “legitima defensa de la honra” apelada en
los tribunales en defensa del violador o asesino, reproduciendo la idea de que
los actos de las mujeres afectan la integridad del varón. En este sentido la
igualdad de relaciones que presupone el contrato moderno desmarcando a
los sujetos queda fisurada. Este análisis, que permite visualizar la
continuidad de un orden desigual en torno a la marca de género, se intentará
aplicar en la comprensión del crimen de interés en este trabajo (y de tantos
otros que se conectan con él).
Un aspecto de la violencia contra las
mujeres que nos interesa introducir para completar su análisis, se refiere a
entenderla como un enunciado que a través del cuerpo de la mujer intenta
expresar a determinados interlocutores un mensaje concreto. Los asesinatos a
los que haremos referencia y en particular el de Sandra Ayala Gamboa deben
entenderse en una trama mayor, en tanto sistema de comunicación. En el sentido
premoderno que hablábamos más arriba, el cuerpo de la mujer sigue siendo el
territorio en el cuál los varones tomarán y afirmarán posiciones entre sus
pares, el uso y abuso del cuerpo de ella, aniquila su voluntad y le
expropia a la mujer el control de su cuerpo, para dejar la huella de su posición
de varón, de clase y de etnia.
¿Cómo podemos aplicar este análisis
al caso de Sandra?
Sandra se hizo presente en el Archivo
del Ministerio de Economía de la ciudad de La Plata con el fin de reunirse
en una entrevista de trabajo. Concentraba varias marcas que la posicionaban
desventajosamente. Por un lado en el marco xenofóbico reinante en la Argentina,
producto de diversas crisis a nivel nacional y global, la llegada de
inmigrantes de países limítrofes se tradujo en una tensión expresada en los vínculos
sociales con la conformación de dos bandos los inmigrantes y el
ciudadano nacional, que perdura en la
actualidad y tienen fuertes consecuencias en el plano laboral. Sandra era una
inmigrante más que disputaba un puesto de trabajo, una actitud que continúa
desafiando el rencor del ciudadano argentino y al contexto xenofóbico que lo
interpreta como expropiación de sus espacios nacionales. De esta forma se hace
visible la manera en que se articulan desventajosamente para Sandra la
nacionalidad y la clase y se representa la realidad que los grupos inmigrantes
deben enfrentar ante una población nacional que no los reconoce como ciudadanos
ni como legítimos merecedores de oportunidades y condiciones laborales. Pero
Sandra no era una inmigrante europea y blanca. Por el contrario, era una joven
mestiza proveniente de Perú. Consideramos que la xenofobia que se respira en
nuestro país, tiene de trasfondo un fuerte racismo que se remonta a los tiempos
de la colonización de América. El genocidio que sufrieron los pueblos
originarios por parte de los europeos perdura hasta nuestros días en la
ideología racista existente en amplios sectores de la sociedad. La
discriminación es atravesada, en este marco, por la pertenencia étnica. Si en
el análisis intentamos dar un paso más, Sandra era una mujer y el cuerpo que en
este caso lleva las marcas negativas de ser inmigrante, mestiza y desocupada es
un cuerpo femenino, por lo que estos estigmas se potencian, implicando un
desafío que va más allá de la xenofobia racista y la desocupación presentes en
el país. Las marcas de etnia, clase y nacionalidad (ya negativamente valoradas,
por pobre, mestiza y peruana), son juzgadas desde la óptica patriarcal y usará
el cuerpo de Sandra como el territorio en el que impondrá el castigo ejemplificador
para cualquier otra mujer que ose cruzar los límites. Con la muerte de Sandra
no sólo se intentó disciplinar a una mujer, sino a una mujer genérica, pero a
su vez esta agresión se dirige contra otro hombre también genérico, con el fin
de demostrar fuerza y virilidad ante una comunidad, que si bien es de pares,
mantiene un orden jerárquico. La muerte de Sandra está dirigida como
agresión y como enunciado hacia el grupo de varones de su comunidad en términos
étnicos, su muerte fue un acto expresivo de significado, un acto para otros,
un acto para marcar y remarcar espacios de poder entre pares.
La condición de posibilidad para que este
tipo de asesinatos tengan lugar, es un ambiente de extrema impunidad, ausencia
de líneas de investigación consistentes, repetición de crímenes, privilegios y protección (directa o
indirecta) a acusados, construcción de chivos expiatorios y, fundamentalmente,
encubrimiento y complicidad del Estado y sus instituciones. En el caso de
Sandra, ella desaparece el día 16 de febrero del 2007. Cuando los familiares
fueron a hacer la denuncia ese mismo día a la comisaría Primera, los policías
se negaron tanto a tomar la denuncia, como a entrar en el archivo del
Ministerio para ver si Sandra estaba ahí, porque los familiares sabían que ese
era el lugar de la supuesta “entrevista de trabajo”. Tuvieron que pasar 6 días
para que la policía entrara al edificio para buscar a Sandra. Así fue como el
22 de febrero encontraron su cuerpo.
El caso de Sandra muestra un pacto entre
varones que trasciende a los autores directos. La complicidad y el silencio se
extienden a la policía encubridora, al ministerio de economía que prestó el
lugar para el crimen, a la justicia y sus leyes patriarcales que mantienen
impune al crimen y al gobierno que
garantiza la impunidad, permitiendo, de hecho, que los feminicidios sucedan de
manera sistemática, hasta en los edificios públicos de sus propias
instituciones. La impunidad, como bien dice Segato, no es producto de los
asesinatos sino la condición de posibilidad de los mismos.
Un estudio estadístico realizado por Susana
Cisneros, Silvia Chejter y Jimena Kohanetc
muestra que en la provincia de Buenos Aires entre los años 1997 y 2003
se produjeron 1.072 homicidios que pueden ser claramente caratulados de
feminicidios. Dando una frecuencia de un feminicidio cada dos días y medio
solamente en la provincia de Buenos Aires.
El carácter disciplinante del castigo
impuesto a estas mujeres se refleja consciente e inconscientemente en la forma
que desde los medios se instala el debate moral en la esfera pública sobre la
víctima, es decir, qué límites han traspasado que las vuelven moralmente
cuestionables. El poder patriarcal escribe sus mandamientos en el mismo cuerpo
de las mujeres elegidas para el sacrificio, violación, tortura y muerte para
toda mujer que se atreva a posicionarse como sujeto y decidir sobre su propio
cuerpo y su propia sexualidad.
Creemos que la muerte de una mujer peruana
desocupada y mestiza, encontrada en un organismo estatal tiene un significado
político. El cuerpo de Sandra es el lugar de sometimiento de la otredad, donde
no sólo se refuerza una posición con respecto a las fronteras de lo femenino,
sino que se intenta transmitir, a su vez, un mensaje subordinante ante los
varones culturalmente diversos y política y económicamente en desventaja. El
concepto de feminicidio nos permitió descartar cualquier forma de explicación
superficial y simplista, que aísle los asesinatos unos de otros al presentarlos
como crímenes pasionales o conflictos privados. Por el contrario, visibiliza la
relación de los mismos como el emergente de una violencia estructural en cuya
base se encuentra la dominación masculina.
Feminicidio
en el marco de las movilizaciones.
Aspectos metodológicos.
Luego de un tiempo de venir reflexionando
sobre la violencia contra las mujeres y sobre el feminicidio en particular
surge la necesidad de comenzar a identificar posibles formas de confrontar este
tipo de crimen. Así, las movilizaciones que comenzaron a organizarse a partir
del asesinato de Sandra Gamboa, se presentan como espacio a partir del cual
construir conocimiento sobre la temática, incluyendo ahora las voces de los
diferentes sectores involucrados en la búsqueda de justicia para Sandra.
Uno de los primeros disparadores para pensar
la articulación del feminicidio con el activismo corresponde a una pregunta que
nos hicieron en un congreso: ¿Qué hacer ante un panorama tan desalentador? Esta
intervención abrió un nuevo camino de reflexión, es decir, aunque el reconocimiento
de este tipo de crímenes contra las mujeres (diferenciándolo de otros tipos) ya
es de por sí valioso y enriquecedor, sentimos la urgencia de identificar
acciones que puedan comenzar a confrontar con los mecanismos de violencia que
la teoría explica tan claramente.
En este trabajo intentamos poner en diálogo
las reflexiones de autoras que vienen estudiando la temática con las
interpretaciones que las/los partícipes de las movilizaciones nos aportaron
sobre este feminicidio en particular, a través de entrevistas realizadas a
representantes de los grupos así como también a través de discursos, pintadas,
canciones a las que accedimos al participar en las manifestaciones.
Un primer desafío metodológico presente en
esta investigación fue comprender nuestra posición al tomar un nuevo rol en las
movilizaciones ahora como investigadoras, siendo ambas militantes y miembros de
la Comisión de Género de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional
de La Plata, uno de los sectores que acompañaron los reclamos desde el
comienzo. ¿Es posible, como sujetos políticos partícipes, lograr una relación
metodológicamente adecuada que permita conocer al resto de los actores sociales
que militan el asesinato de Sandra? ¿Cómo lograr esa situación de “aproximación
y distanciamiento” inherente a la construcción de conocimiento antropológico en
un proceso del cual somos parte constitutiva?
Indudablemente, fue clave retomar las
reflexiones en torno a la posición política del sujeto cognoscente y la
imposibilidad de una postura neutra ante las problemáticas que se analizan. Es
innegable que nuestro activismo nos lleve a enfocar la temática de determinada
manera, lo que intentamos es poder desdoblar nuestro posicionamiento como
militantes feministas con objetivos políticos precisos y nuestra posición como
sujetos cognoscentes con objetivos epistemológicos concretos. A pesar de esto
reconocemos que el “objetivo último” de las reflexiones que venimos
desarrollando en torno al feminicidio apuntan a la transformación de las
relaciones de desigualdad que se hacen visibles en el análisis. Ciertamente, el
conocimiento que se genera en una investigación es fuente de poder: dependiendo
de su difusión, los resultados pueden ser utilizados como herramienta de
reflexión. Pueden ser usados también para facilitar un mejor entendimiento de
situaciones similares que se presenten en otros lugares, permitiendo de esta
manera transformar la relación de subordinación. Por esta razón, somos
concientes de que esta separación entre nuestro objetivo político y
epistemológico es sólo en un plano analítico y metodológico. De esta manera, lo
que establecimos como prioritario fue poner en constante reflexividad nuestra
interacción y diálogo con los/as otros/as, para establecer una relación
metodológicamente válida.
La unidad de análisis en este trabajo
corresponde al proceso de movilización que se conforma a partir de la violación
y asesinato de una mujer en la ciudad de La Plata. Es decir, se refiere a las
distintas movilizaciones que ocuparon las calles de la ciudad, reuniones
organizativas de los sectores involucrados, eventos culturales en
conmemoración. El mismo se inicia en febrero del 2007 cuando es hallado el
cuerpo de Sandra en una dependencia del Estado, continuando hasta la actualidad
básicamente con marchas mensuales en los aniversarios de su muerte.
Una de las razones por la que se prefiere un
enfoque procesual de las movilizaciones responde a la posibilidad de desplegar
(temporal y espacialmente) las categorías y conceptos centrales utilizados en
el análisis. Así, pudimos observar como fueron resignificados y adquiriendo
connotaciones políticas diferentes en distintos momentos del activismo y en los
múltiples sectores. Otra de las razones de la elección de esta perspectiva
acuerda con Inés Izaguirre al resaltar la necesaria incorporación, en el
análisis del conflicto social, de la confrontación de las ideas con la
práctica, es decir de la teoría con la acción. Así se elige “[…] un modelo
epistemológico donde la confrontación es la condición necesaria para el
aprendizaje de sí mismo y del otro, no sólo del enemigo sino también de los
aliados, los pares, los iguales, o sea para la toma de conciencia.” (Izaguirre
2003:253)
En este modelo de confrontación y en este
trabajo en especial, se recorta el análisis a los distintos “grupos aliados” en
el enfrentamiento al Estado. Es decir, el objetivo se focaliza en la
interacción de los grupos que se han unido ante el asesinato de Sandra y no
entre estos y el Estado (aunque es imposible no hacer referencia de esta
relación) Este recorte posibilita entender los lazos y las tensiones internas
que conlleva toda movilización y sobretodo interesa comprender las distintas
pociones que los grupos toman frente a este asesinato en particular.
Un momento paradigmático en la génesis de
estas manifestaciones fue el 8 de marzo del 2007, cuando se reúnen en una sola
marcha los familiares de Sandra que venían manifestando independientemente y
las movilizaciones por el día de la mujer organizadas por las Comisiones de
Género, sectores de izquierda y movimientos de derechos humanos. Este puede ser
considerado un punto de partida no sólo para el activismo sino para la
comprensión del asesinato de Sandra como un feminicidio.
De esta manera comienzan a nuclearse
distintos grupos que exigen explicaciones al Gobierno y justicia para Sandra
conformando un espacio dinámico, al cual se fueron agregando y desagregando
sujetos políticos diversos. A continuación nombraremos a todos los que en algún
momento u otro han participado.
Familiares de Sandra.
Organizaciones de los Pueblos
originarios.
Comisión de Género de la Facultad
de Humanidades de la UNLP
Comisión de Género de la Facultad
de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP
Comisión de mujeres de Mafissa en
lucha y trabajadores de Maffisa
Multisectorial de La Plata,
Berisso y Ensenada (conformada por diversos partidos de izquierda y organismos
de Derechos Humanos)
Asociación Peruana y
Latinoamericana.
Asociación Miguel Bru
Agrupaciones feministas
Suteba, La Plata
Sien volando- Artistas Plásticos
Para conocer las explicaciones, las
opiniones, las acciones propuestas en torno al feminicidio de Sandra se
llevaron adelante una serie de entrevistas semi-estructuras a distintos
integrantes de los sectores comprometidos. La entrevista implica una relación
social en la cual se intercambian significados, formas de ver el mundo,
valoraciones, modos de hacer. Justamente la mirada de cada grupo en torno a
este caso es relevante para poder identificar los sentidos dados al asesinato
de Sandra. Las entrevistas intentan acompañar y complementar la observación
participante realizada durante las marchas, encuentros conmemorativos,
reuniones.
El reconocimiento de que toda entrevista
conlleva una relación de poder entre investigador/a y las personas entrevistadas,
compromete a la reflexión en torno al vínculo que en cada entrevista se
establece. Si la investigadora o el investigador plantea una relación mercantil
con los/as otros/as, es decir solamente los/as utiliza para obtener (comprar)
información, en la misma se establece una relación de imposición y violencia.
Por la cual el conocimiento (producto) es el resultado del proceso intelectivo
de la investigador/a a partir de la extracción de información realizada en la
entrevista. Al contrario intentar establecer una relación
entrevistador/a-entrevistado/a lo más simétrica posible, considerando que ambas
partes se involucran, facilita un tipo de conocimiento que contempla las
subjetividades de ambas. Esto no implica que al momento de llevar acabo una
entrevista no se establezcan roles diferentes, sino que se apunta a establecer
relaciones lo menos jerárquicas posibles. Así los miembros de una entrevista
son considerados interlocutores, agentes sociales que producen conocimiento a
partir de un ida y vuelta, donde ambas partes poseen saberes que deben
ser respetado. De esta manera se quiebra con la linealidad
entrevistadora-entrevistada, para plantear una “conversación” que posee una
lógica diferente de organización, la que implica una producción de conocimiento
a partir de la dialéctica entre los saberes de los/as interlocutores/as. Esta
manera de comprender las entrevistas, no posibilita hablar de “utilizar” las
palabras de los/as entrevitados/as. Sino que en oposición con este fin
instrumentalista lo que se intenta es incluir esas voces (siempre con el
consentimiento de las partes) para que tomen fuerzas desde los propios sujetos
de enunciación.
Las entrevistas se plantearon a modo de
conversación y con suma flexibilidad respecto al modo de preguntar. Tres fueron
los ejes que determinamos como fundamentales, los cuales debían ser conversados
para poder alcanzar los objetivos de la entrevista:
1
Razones por las que se encuentran
participando de las movilizaciones.
2
Interpretación del asesinato.
3
Opiniones sobre la interacción
entre los distintos sectores que participan en la movilización.
Presentación de los sectores en lucha.
El criterio para seleccionar a los/as
entrevistados/as depende del tipo de participación que los mismos desempeñan en
las movilizaciones. Es decir, optamos por entrevistar a los sectores
organizadores que sostienen mes a mes las medidas de fuerza desde sus inicios.
Una de las primeras entrevista
realizadas fue a Eduardo, militante de los 70, ex - detenido desaparecido en la
última dictadura militar. Durante el juicio a Etchecolatz,
en el cual fue testigo, se entera de la desaparición de una joven peruana y se
solidariza con el caso.[1]
La condición de desaparecida en la cual estuvo Sandra por unos días antes de
que hallaran su cuerpo en las dependencias del Ministerio, es una de las
principales razones por la que Eduardo se identifica con el crimen. Como él
explica en el trascurso de la entrevista: “Un día agarré el diario y leí que
decía que una chica estudiante peruana había desaparecido. Uno viste que está
siempre con lo de los desaparecidos (…) como veníamos con lo del juicio y esta
chica que había desaparecido…”. El
final inconcluso de esta frase fue reanudado con otra de las razones que lo
aúnan al caso: “otro motivo es que mi papá es peruano”. De este modo nos
expresa la necesidad de solidaridad con un país vecino y con el conjunto de
inmigrantes que como su padre han llegado a Argentina.
Eduardo es uno de los entrevistados que
marcan una distinción importante con el resto ya que es difícil ubicarlo dentro
de un sector específico. Desde los inicios junto a los familiares especialmente
con Nélida, la madre de Sandra, se convirtió en uno de los principales
referentes y organizadores de las movilizaciones y actividades por el pedido de
justicia para Sandra. Desde nuestra opinión, la posibilidad de entender su
participación en las movilizaciones remite más al rol de mediador entre los
grupos que a miembro de un sector en especial.
Otro de los grupos que participa activamente
desde el comienzo de las movilizaciones es la Comisión de Género de la Facultad
de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. La conforman estudiantes
mujeres que estudian distintas carreras las cuales impulsan el debate de género
en el interior de la academia y son activistas dentro del movimiento de
mujeres. Este es un espacio heterogéneo en el cual participan militantes de
partidos de izquierda, de agrupaciones feministas e independientes.
Una de las actividades de esta comisión es
organizar eventos en las fechas de la agenda feministas como el día de la no
violencia contra las mujeres (25 de noviembre), el día de las mujeres (8 de
Marzo), el día por la despenalización del aborto ( 28 de septiembre), etc. Uno de los objetivos cuando nace la comisión
fue el de instaurar en La Plata las problemáticas de género, por lo cual cuando
sucede el feminicidio de Sandra, este es incorporado como una de las
principales consignas y reivindicaciones en casi todas las actividades
impulsadas en la ciudad. La entrevista se la hicimos a dos integrantes, Magui
(Mg) y Marilí (Ml) las cuales nos contaron como se sumaron a las movilizaciones
por el asesinato de Sandra.
Consideramos necesario incluir las
intervenciones de otros sectores que no participan todos los meses en las
movilizaciones pero acompañan las medidas más importantes.
Entre ellos están los/as representantes de
los Pueblos originarios. Por un lado la Organización Identidad contra la
discriminación, la cual viene funcionando desde hace diez años con esta
temática, tanto en La Plata como en el Gran Buenos Aires y en la Puna jujeña.
Para el año del asesinato de Sandra, se
incorpora la Comisión de Mujeres de Mafissa la cual se desprende de la lucha
que venían dando sus esposos obreros que fueron despedidos en diciembre del
2007.[2]
Por lo cual tomaron la fábrica en febrero del 2008. Para dicha fecha este
sector se encontraba en su momento más ofensivo y es ahí cuando nace la
comisión de mujeres con el fin de buscar solidaridad y apoyo a la causa de
Mafissa.
La comunidad peruana a través de la
Asociación Vivir Perú Unido y la Comunidad peruana platense acompañaron el
proceso con mayor participación durante los primeros meses, volviendo para la
actividad del año.
Dinámicas entre los grupos
Al iniciarse el proceso por pedido de
justicia la Organización Miguel Bru tenía un peso considerable, tanto en las
movilizaciones como en el enfoque a partir del cual se abordaba políticamente
el crimen.[3]
Este era presentado como un caso más de inseguridad, junto a muertes por
accidentes de tránsito, gatillo fácil, etc. La denuncia era por inseguridad e
impunidad. La estrategia propuesta era la de no enfrentamiento con el Estado
limitándose al pedido de justicia y dejando en manos de la misma la resolución
del caso.
Esta posición comenzaba a funcionar como
factor desmovilizador al mismo tiempo que otros sectores veían la necesidad de
impulsar acciones y medidas de reclamo. Es así como empieza a crecer la tensión
entre estas dos posiciones estratégicas.
Se
acercaron ellos [Asociación Bru] para ayudar a la madre pero a través de los
días que pasaban veía que la ayuda como te puedo decir, siempre había un pero
de algo. Entonces cuando nosotros queríamos hacer, ponele, ir al ministro,
ellos [Asociacion Bru] decían: “no, ¿qué
nos va a decir el ministro? Hay que dejar en manos de la justicia, no hay que
enfrentar al gobierno.” (Eduardo)
“al
principio se lo tomaba… ¿Cómo era lo de la asociación Miguel Bru?” (Magui)
“primero se
lo tomaba como un caso más de inseguridad y nosotras tratamos de cambiar eso”
(Marilí-Comisión de Género)
Estas tensiones se profundizan cuando en una
de las primeras movilizaciones en la cual se incorporan los Pueblo originarios,
la Asociación Bru plantea que la bandera de los Pueblos no tenía relación con
el reclamo de la marcha. A partir de estas diferencias se genera una disputa
entre los distintos sectores que concluye con la fractura del movimiento y el
distanciamiento de la Asociación Bru del proceso.
La posición política fundamental que dividió
a estos dos sectores está en relación con la postura frente al gobierno. Los
grupos que continuaron movilizados acuerdan en la denuncia al Estado por la
responsabilidad en lo sucedido.
“Esto no
tiene que quedar impune porque fue en una dependencia del gobierno. El gobierno
no nos da muchas garantías dicen hablar de derechos humanos y que se yo pero a
la hora que tienen que actuar los tipos no actúan (…) porque siempre están
prendidos los policías, los políticos.”(Eduardo)
“(…) estas
autoridades que no saben hasta ahora dar una respuesta a pesar de que este
horrible crimen a sucedido dentro del ámbito de las reparticiones del gobierno.
(…) Acuso a este gobernador nefasto de ser un racista, como nosotros somos los
indios no nos da audiencia.” (Juan, Organización Identidad contra la
discriminación)
“Esta manga
de sinvergüenzas e irresponsables que tenemos por gobernantes van a tener que
hacer un poco de oído a lo que les estamos pidiendo.” (Oratoria de una de las
referentes de la comisión de mujeres de Mafissa en el acto frente a la Casa de
Gobierno al año del asesinato)
Otro punto de coincidencia estratégica que
comparten todos los sectores, se encuentra en el valor dado a la movilización y
a la lucha como medio necesario para alcanzar los objetivos políticos, en este
caso el esclarecimiento del crimen y el castigo a los culpables. Esto queda
reflejado en las palabras de la madre de Sandra, luego de un año de
movilizaciones:
“Les
agradezco a cada uno de ustedes por estar acompañándome en este dolor y esta
lucha. Espero que no me abandonen, hoy los necesito, ahora quiero hacer
justicia, ustedes son mi fuerza. Pido al gobierno del señor Scioli que por
favor me de una explicación ¡quiero una explicación! Yo sé que lo va a hacer
pero gracias a ustedes, a cada uno de ustedes (…) que me siguen acompañando
hasta encontrar a esos asesinos que están sueltos en esta ciudad.” (Nélida,
oratoria en el marco de la marcha y acto por el año del crimen cometido contra
su hija)
A partir de la ruptura con la Asociación Bru
el caso comienza a ser enfocado desde la perspectiva identitaria de cada
grupo. A pesar de las diversas
perspectivas ideológicas el término feminicidio empieza a circular en las voces
de los distintos sectores.
“Nosotras
cuando tomamos el caso de Sandra le tratamos de dar el eje, o sea, no tratarlo
como un asesinato más sino como una femicidio, de ahí que se empieza a hablar
de femicidio, la violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de
ser mujeres.”(Marilí-Comisión de Género de la Facultad Humanidades)
“(…) y me
parece que lo logramos en algún sentido, ahora no se está hablando más de eso
(el asesinato de Sandra como un caso de inseguridad), le pudimos dar un
contenido más desde nuestra perspectiva de género.” (Magui-Comisión de Género
de la Facultad de Humanidades)
Ahora bien, la noción de feminicidio
comienza a ser asociada al crimen de Sandra. Algunos sectores la utilizan
directamente (Comisiones de Género, agrupaciones feministas), otros lo
incorporaron más tardíamente (Eduardo). Por último es necesario destacar que ciertos
sectores no se han apropiado del concepto pero no se oponen a que el mismo sea
el eje que predomina en banderas, grafitis, pintadas en el Archivo donde Sandra
fue encontrada, entre otros (Organización Identidad contra la discriminación,
Comisión de Mujeres de Mafissa).
A
continuación profundizaremos en esta distinción respecto a la utilización de
este concepto en las dinámicas de los grupos que movilizan.
Interpretaciones (identificaciones) del
asesinato.
Como antes se ha dicho el cuerpo de Sandra
estaba atravesado por distintas marcas de subalternidad. Cada grupo se apropia
de una de ellas jerarquizándola como eje central que da sentido político al
crimen.
Si bien se logró en este momento del proceso
que el concepto de feminicidio sea utilizado por los distintos grupos para
nombrar el asesinato de Sandra, nos preguntamos ¿hasta qué punto se comprende
lo que el término en un sentido feminista quiere explicar?
Al ser analizadas las entrevistas, canciones
y discursos registrados se evidencia que en algunos grupos la indistinción de
género se mantiene, esto es, que el hecho de que Sandra sea mujer es
irrelevante para la comprensión y explicación de la violencia que sufrió.
La Organización Identidad contra la
discriminación toma el hecho como un ataque contra los Pueblos originarios,
reivindicando a Sandra como “una hermana indígena”.
“Nuestro trabajo está encaminado a nuestra
identidad como indígenas, seres humanos que habitamos por miles de años esta
tierra, nuestra tierra estaba abierta a todos los seres humanos sin diferencia
y distinción de nacionalidades, de raza, de etnia, de credo, de religión,
económicas, social y cultural
Como gente
originaria exigimos también ese mismo trato, esas misma retribución a estas autoridades que no saben hasta
ahora dar una respuesta a pesar de que este horrible crimen ha sucedido dentro
del ámbito de las reparticiones del gobierno.”(Juan)
La concepción de identidad implícita en este discurso,
supone una homogeneidad dentro del grupo en cuestión y una
indistinción de las relaciones de género. Cuando toma la palabra en nombre de
los pueblos originarios se refiere a los mismos en tanto un grupo masculino.
Por más que reconoce a Sandra como una hermana indígena, denuncia que el Estado
los discrimina por “negros grasas” o sea en tanto varones indígenas,
refiriéndose al gobierno: “son unos racistas discriminadores y no nos dan
audiencia porque somos los negros grasas” (Juan) Al entender
el crimen como un ataque racista no reconoce el carácter patriarcal de una
violación, acto que precedió al asesinato de Sandra: “Lo que le ha pasado a
Sandra también nos puede pasar a algunos
de los presentes” (Juan, de la
Organización Identidad contra la discriminación)
La no lectura de la violación como una
violencia específica contra las mujeres también es compartida por otros
sectores:
“Porque si
hoy le hicieron esto a mi hija, mañana
puede ser uno de ustedes” (Nélida,
Madre de Sandra)
“Nosotros,
las mujeres de Mafissa, le queremos decir [dirigiéndose a la madre de Sandra]
que todas somos madres, todas tenemos hijos,
lo que pasó con Sandra nos puede pasar a cualquiera de nosotras” (Comisión de
Mujeres de Mafissa)
Estas citas muestran dos formas de sesgo
genérico. Por un lado, al referirse a las potenciales víctimas de un ataque
como el que sufrió Sandra en masculino (uno, hijos, algunos). Esto muestra que
no se percibe el carácter disciplinador del feminicidio como mensaje hacia las
mujeres, sobre el cuerpo de las mujeres (lo que sería el eje vertical en el
análisis de Segato) ya que la amenaza del crimen es extendida, como los
discursos lo muestran, a todo cuerpo sin distinción genérica. ¿Cabe preguntarse si podría haberle pasado
esto a un obrero? ¿O a un referente de los pueblos originarios? Con estas
preguntas caeríamos en el absurdo de preguntarnos ¿Puede el feminicidio suceder
contra un varón?
Por otro lado, las
mujeres de Mafissa al momento de hablar de sí mismas lo hacen en primera
persona del plural en masculino. La expresión “nosotros, las mujeres de Mafissa”, muestra que a pesar de ser
todas mujeres el sujeto colectivo sigue siendo masculino y a la vez, se
autoconvocan en tanto esposas y madres, es decir, se definen en relación a un
otro masculino. Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, analiza cómo la mujer
es definida por el varón con relación a él y no en sí misma como un ser
autónomo. La filósofa sostiene que el varón puede (y de hecho lo hace) pensarse
sin la mujer, pero ésta no puede hacerlo sin el varón. La mirada masculina
reduce a la mujer a un objeto sexual cuya función es satisfacer las
“necesidades” sexuales del varón y ser las reproductoras de la especie. La
humanidad, dice nuestra pensadora, es masculina. En sus palabras: “La mujer se
determina y se diferencia con relación al hombre [=varón], y no éste con
relación a ella, la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el
Sujeto, él es lo Absoluto, ella lo Otro.” (de Beauvoir. 2005:18)
Esta Humanidad masculina, este Sujeto universal del cual las mujeres no
forman parte, expresa una falacia conocida con el nombre de pars pro toto.
Esto ocurre cuando una parte se hace pasar por el todo. En este caso, la
humanidad constituida no solo por varones sino también por mujeres, travestis,
transexuales, transgéneros e intersexuales, cae en dicha falacia, o en lo que
Celia Amorós denomina, “virtualidades de universalización”. (Amorós.1996: 5) Se
habla en nombre de toda la humanidad al mismo tiempo que se deja fuera de dicho
concepto a la mitad de los seres humanos que realmente la conforman.
Visibilizar el sesgo genérico y empezar a nombrarnos como mujeres
(evitando las generalizaciones en masculino) creemos que es una manera de ir
recuperando un punto de vista propio, una mirada desde nosotras para nosotras.
Volviendo al análisis de los discursos, el asesinato
de Sandra es interpretado por las
integrantes de la comisión de mujeres de Maffisa como el crimen de un
hijo que a cualquier madre le puede ocurrir. Se solidarizan con Nélida
diciendo:
“Somos
madres que estamos en sufrimiento. Nosotros
en la calle hace tres meses que nuestros maridos están sin trabajo sin cobrar
un peso, tenemos chicos en las casas, tenemos que mantenernos (…) la señora
también perdió su hija nosotros
estamos perdiendo en cierta forma a nuestros hijos. No tenemos para darles de
comer”
Lo que las acerca a
las movilizaciones por Sandra, es la conciencia política que desarrollaron en
el proceso de lucha de sus esposos trabajadores. Con claridad veían la
necesidad de coordinar las diversas luchas para posicionarse estratégicamente
siendo la problemática de clase el eje de sus reivindicaciones.
Un punto en común de las distintas
argumentaciones es la falta de reconocimiento de la violación como motor del
crimen. Ninguna hace referencia a este suceso previo al asesinato. Aparece como
un dato irrelevante a la hora de explicar los motivos del acto de violencia en
su totalidad. El recorte del contexto de violencia en el cual sucede el
asesinato de Sandra refleja lo que se denomina “ceguera genérica”. Es decir,
disociar por un lado, la violación del asesinato y por otro, no destacar que el
o los asesinos fueron varones. Aquí, se invisibiliza la posición de desigualdad
en la que se encontraba Sandra por el hecho de ser mujer.
En contrapunto, la comisión de género
intentó desde un primer momento identificar y explicar el crimen como un
feminicidio.
“nosotras
cuando tomamos el caso de Sandra le tratamos de dar el eje, o sea, no tratarlo
como un asesinato más sino como una femicidio, de ahí que se empieza a hablar
de femicidio, la violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de
ser mujeres”
(Marili)
“lo
entendemos como un caso paradigmático contra la violencia contra las mujeres”
(Magui)
Cabe señalar que las agrupaciones feministas,
(Mariposas Mirabal y Azucenas) comparten esta perspectiva.
A su
vez, la comisión de género, si bien analiza el caso poniendo como eje el hecho de que Sandra
era mujer, no deja de tener en cuenta otras variables también importantes,
aunque en un plano secundario.
“es
heterogéneo porque justamente en el caso de Sandra se dan varias cosas, por un
lado que es mujer y todo lo que ya sabemos, que vino de Perú.”
(Magui)
“y no es que solamente lo tomamos
por el hecho de que es mujer sino también otro de nuestros ejes es que es pobre
y que es inmigrante”
(Marili)
Luego del recorrido por las entrevistas, es
posible identificar distintas posiciones respecto a la incorporación del
concepto de feminicidio que se fueron dando a lo largo del proceso de
movilización. Estos posicionamientos ideológicos, a nuestro entender, reflejan
la relevancia que cada grupo da a las reivindicaciones de género. En ciertas
organizaciones la problemática de género es el eje central de sus estratégicas,
en otras la perspectiva fue incorporada a lo largo del proceso luego de
intercambios, diálogos y actividades conjuntas. Por último, ciertos sectores
ubican concientemente las demandas de género en un segundo plano, reflejando
como organización, posturas cristalizadas.
Es interesante destacar como a pesar de la
pluralidad de perspectivas, se ha logrado la construcción colectiva de un
espacio abierto para las discusiones políticas y la coordinación y organización
de actividades en conjunto. Las distintas voces encuentran un lugar para
expresarse y manifestarse, estableciéndose vínculos de solidaridad indispensables
para la continuidad del proceso de movilización.
Conclusión:
Ninguna agresión sin respuesta.
Un canto que se repite mes a mes en las
marchas es el de: “Todas somos Sandra”. Este grito colectivo de voces de
mujeres expresa, según nuestro punto de vista, el reconocimiento de que lo
ocurrido a Sandra, puede pasarle a
cualquier mujer por el simple hecho de ser mujer. Retomando lo analizado
anteriormente, esta forma de violencia es sistemática y estructural,
atravesando cualquier distinción ya sea étnica, de clase, de nacionalidad, etc.
Creemos que si no se parte de esta visión es imposible comprender el concepto
de feminicidio. Ya que éste, surge con la intención de visibilizar el sistema
de dominación patriarcal que subyace a esa forma de violencia sexista.
Desde este marco de análisis, las
estrategias políticas deben enfrentarse a un sistema y no a casos aislados. Y
al ser este un problema propio del colectivo de las mujeres, la salida, por
tanto, no puede ser individual. La exclamación “Basta de muerte basta de
violencia ya las mujeres no tenemos más paciencia”, impulsada por agrupaciones
feministas y comisiones de género en las movilizaciones, es un intento de ir generando un
posicionamiento estratégico común a las mujeres.
En la construcción de esta identidad
política: las mujeres, el debate e intercambio es un primer paso. Sería
importante, comenzar por difundir estas temáticas en distintos espacios: academia, escuelas,
agrupaciones políticas, medios de comunicación y toda instancia donde se puedan
hacer visibles las problemáticas de género.
Esa reflexión es indispensable en el proceso
de movilización social. Creemos que el pensamiento no puede divorciarse de la
acción si se pretende transformar las relaciones de desigualdad, en este caso la
que se da entre los géneros. Si consideramos que la movilización es una
estrategia válida para comenzar a desmantelar este tipo de violencia
estructural contra las mujeres manifestada en el feminicidio a Sandra, es
necesario que esa reflexión se extienda en el interior de los distintos grupos
partícipes.
El punto
de convergencia respecto a la posición que los distintos sectores tienen en
relación al Estado, es un elemento sustancial del proceso de movilización.
Todos coinciden en que la pelea es contra el Estado ya sea por considerarlo
capitalista, patriarcal o racista. Se ve la profundidad del reclamo político
que trasciende a cada acto de violencia particular.
Nos parece altamente positivo, la continuidad y el
compromiso de quienes forman parte del proceso de movilización de reclamo de
justicia por Sandra. Esta continuidad deja abierta la posibilidad de
profundizar los debates para que las diferencias de género, etnia, clase,
nacionalidad, no nos alejen las/os unas/os de las/os otras/os y que, por el contrario,
permitan construir lazos de solidaridad entre los distintos colectivos
subalternos. Como
diría Audrey Lorde, es fundamental construir “modelos de relación igualitarios
(...) [para que las diferencias no estén] al servicio de la segregación y la confusión.
(...) [sino para utilizarlas] como trampolín que nos empuje al cambio creativo
de nuestra vida.” (Lorde, 2004: 123)
Para luchar contra los feminicidios, nos parece
indispensable que la opresión que sufrimos las mujeres en tanto que mujeres, no
sea ni postergada, ni subordinada, ni invisibilizada. Todas las opresiones que
existen, deben ser combatidas simultáneamente para evitar las virtualidades de
universalización que muchas veces llevó, en períodos revolucionarios, a que se
pierdan en el camino las demandas de las mujeres.
A modo de cierre retomamos la pregunta que nos fue
dirigida en aquel congreso: ¿Qué hacer ante un panorama tan desalentador?
Nosotras buscamos algunas respuestas y aún seguimos pensando y actuando al
respecto. Las posibles formas de confrontación a la violencia patriarcal varían
según contextos y sujetos implicados. Pero la seguridad en la apertura del
campo histórico y en su potencialidad transformadora es, lo que en nuestra
opinión, debe hilvanar las distintas acciones. Los desarrollos teóricos de Rita
Segato son fundamentales en nuestra reflexión sobre feminicidio. En La Nación y sus Otros la autora parece
adelantar una respuesta: “(…) llegamos hoy a una definición de utopía como
creencia en la historia en cuanto programa abierto, horizonte que no cierra,
campo de incertidumbre e indeterminación. El carácter histórico –es decir,
abierto- del destino humano es la gran utopía contemporánea.” (Segato 2007:147)
La permanente apertura de la historia otorga la posibilidad de un pensamiento
fluido y no determinista que corre a la par de un activismo en continua
reformulación. La oposición de la autora a la determinación histórica deja
planteada la posibilidad de “que llegue a existir lo que todavía no existe”. La
“imprevisibilidad” propia de la historia como apertura es la clave para no
desalentarse ante panoramas y momentos, tanto a nivel teórico y práctico, en
los que parecieran estar todas las posibilidades agotadas.
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[1]
Miguel Etchecolatz fue el primer represor llevado a juicio oral y público en
Argentina luego de la anulación de las leyes de punto final y de obediencia
debida. Por otra parte, es también el primero de una serie de causas penales
derivadas de los llamados "Juicios por la Verdad", que desde 1998 se
han multiplicado en el país. El 20 de junio de 2006 comenzó el juicio al ex
Director General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires,
Miguel Osvaldo Etchecolatz el que extendió hasta agosto de ese mismo año.
[2] Mafissa, Fábrica de
manufactura de fibras sintéticas. El
conflicto surge cuando en noviembre del 2007 el empresario Jorge Curi despide a
103 obreros a lo cual sucedió un progresivo vaciamiento de la fábrica. El 23 de
enero del 2008 decide cerrar la textil y suspende a los más de 500 trabajadores
sin goce de sueldo. En respuesta los obreros toman la fábrica y luego de 140
días de tenerla ocupada fueron reprimidos y algunos de ellos procesados por
orden del juez César Melazo.
[3] La Asociación Miguel Bru trabaja por la defensa de los
Derechos Humanos. Funcionó como grupo informal desde la muerte y desaparición
de Miguel Bru, ocurrida el 17 de agosto de 1993 a manos de personal policial.
Miguel Bru era estudiante en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de
la UNLP, luego de su desaparición surgió la necesidad de conformar una
organización, la cual llevó el nombre de Comisión de Familiares, Amigos y
Compañeros de Miguel Bru, que tenía como sede de trabajo y punto de referencia
la facultad mencionada. A principios de 1999 surgió la idea de institucionalizar el
trabajo que venían llevando a cabo tanto Rosa Bru (su madre) como la Comisión
que ella encabezaba. Fue por ello que consideraron necesaria la
conformación de una Asociación Civil. Así, la Asociación Civil Miguel Bru,
funciona como tal desde el 20 de agosto de 2002.
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