jueves, 2 de enero de 2020

Identidades políticas: el feminicidio en el marco del proceso de movilización social (2008)


Ponencia colectiva presentada en el IX Congreso Argentino de Antropología Social
Posadas, Misiones, del 5 al 8 de agosto de 2008

Identidades políticas: el feminicidio en el marco del proceso de movilización social.

Guerra Luciana,  CINIG, FAHCE, U.N.L.P.
Sciortino María Silvana, CONICET, CINIG, FAHCE, U.N.L.P.

Introducción
En el trabajo a desarrollar se intenta realizar un abordaje en torno al concepto de violencia de género, centrándonos en la violencia ejercida contra las mujeres. Intentaremos mostrar que las múltiples formas de violencia que vivimos cotidianamente las mujeres no son casos aislados e inconexos, ni problemas personales que pueda tener alguna que otra mujer. Por el contrario, consideramos que son expresión de un problema estructural y político que es invisibilizado, al mismo tiempo que promovido y reproducido de manera sistemática. 
Otra cuestión central a desarrollar refiere a la comprensión de la noción de feminicidio en el contexto de la movilización política que surge a partir de la violación seguida de muerte de Sandra Ayala Gamboa ocurrida en la ciudad de La Plata el 16 de febrero de 2007. La interpretación de este caso particular tomado de referencia, intenta articular distintas variables de análisis tales como el género, la etnia, la clase, la nacionalidad. Sandra reunía varias marcas de subalternidad: mujer, mestiza, desocupada e inmigrante peruana, a partir de las cuales se fueron solidarizando distintos grupos al proceso de movilización. Cada sector dio sentido al asesinato de Sandra a partir de la categoría reivindicativa que da unidad a su grupo. Entre ellos: agrupaciones feministas, de mujeres, de los pueblos originarios, de trabajadores y partidos de izquierda, asociaciones de Perú y de otros países de Latinoamérica. Estos son los protagonistas del trabajo a partir de las palabras, expresiones, interpretaciones y acciones de sus miembros.

Violencia contra las mujeres: un problema estructural

Feminicidio y poder patriarcal.
El concepto de feminicidio nace en 1990 cuando Jane Caputo y Diana E.H. Russell publicaron en la revista Miss de septiembre-octubre, el artículo “Femicid: Speaking the unspeakable”. En 1992 fue publicado nuevamente pero en una versión más extendida. Es importante destacar que las autoras eran parte del movimiento feminista, activistas comprometidas con una práctica política íntimamente ligada a la producción teórica. Esa solidaridad entre teoría y práctica, entre activismo y pensamiento, nos parece de suma importancia no sólo para enriquecer las políticas impulsadas por el movimiento, sino también para que en el mismo no se genere una división intelectual y manual de la política. La distancia entre teoría y práctica conduce, por un lado al aislamiento de las feministas académicas y por otro, al pragmatismo irreflexivo de los grupos y organizaciones feministas. En nuestra opinión la reflexión crítica y el análisis de las acciones políticas impulsadas deben ser parte de un mismo proceso. La convergencia teoría práctica es necesaria para el fortalecimiento de un movimiento feminista que no quiera caer en el academicismo ni en el pragmatismo militante.
La elaboración del concepto de feminicidio es un claro ejemplo de la relevancia de la producción de conocimiento para la orientación de las prácticas feministas. Al politizar los asesinatos de mujeres, Russel y Caputo, visibilizaron las relaciones de poder que subyacen a los mismos, permitiendo con dicho análisis pensar políticas que ataquen el problema desde sus raíces.
Las autoras definieron dicho concepto de la siguiente manera: “El asesinato de mujeres es la forma más extrema del terrorismo sexista. Una nueva palabra es necesaria para comprender su significado político. Pensamos que feminicidio es la palabra que mejor describe los asesinatos de mujeres por parte de los hombres [=varones], motivados por el desprecio, el odio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas. El femicidio es el resultado final de un continuum de terror que incluye la violación, tortura, mutilación genital, esclavitud sexual, especialmente la prostitución, el incesto y el abuso sexual familiar, la violencia física y emocional, los asaltos sexuales, mutilaciones genitales (clitoridectomías e infibulaciones), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías) heterosexualidad obligatoria, esterilizaciones y maternidades forzadas (penalizando la anticoncepción y el aborto), psicocirugías, experimentos médicos abusivos (por ej. la creación de nuevas tecnologías reproductivas), negar proteínas a las mujeres en algunas culturas, las cirugías estéticas y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que de estas formas de terrorismo resulta la muerte, se transforman en femicidio… Cuando la supremacía masculina es desafiada, el terrorismo es intensificado…las mujeres vivimos bajo este terror, luchemos contra él o no”. (Caputo, J.; Russell, D., en  Fontenla, M., 2005:35)   
Esta propuesta permite entender tales casos como producto de relaciones de poder y desigualdad entre mujeres y varones, en el marco de un sistema de opresión: el patriarcado. Si bien consideramos que se trata de un concepto universal, intentaremos comprenderlo a partir de la forma heterogénea en que se manifiesta según el contexto socio-histórico particular en que se sitúan los actos de violencia. Consideramos al patriarcado, siguiendo a Heidi Hartmann, como un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres [=varones]  que les permiten dominar a las mujeres. (Hartmann, 1980: 97)
A su vez, incorporamos a dicha definición los elementos teóricos que aporta la antropóloga Rita Laura Segato, la cual distingue tres niveles en su análisis: el patriarcado simbólico, es decir la estructura inconsciente que conduce los afectos y distribuye valores entre los actores sociales; el nivel de las representaciones, la ideología de género propia de una determinada sociedad; y el nivel de las prácticas.
La violencia patriarcal es tanto física, psicológica y simbólica, como individual y grupal. Esta violencia es justificada a partir de la inferiorización del grupo o individuo sobre el cual se ejerce la violencia, en este caso la marca sería el sexo. Consideramos de mucha importancia, que la diferencia sexual en la que se fundamenta la desigualdad, sea entendida junto a otras disponibilidades o condicionamientos que la atraviesan. Esta mirada articuladora de la violencia contra las mujeres, hace posible una comprensión compleja del problema, permitiendo entender el marco socio-cultural más amplio en el que se es mujer y en el que se sufre la violencia. Es decir, las mujeres asesinadas a las que nos referimos en este trabajo, además de mujeres, están situadas desde  la clase, la étnia, la orientación sexual, la identidad nacional, entre otras. Coincidimos con Hartmann en que: Es fundamental examinar la jerarquía entre los hombres < = varones> y su diferente acceso a los beneficios del patriarcado. No hay duda de que aquí entran en juego la clase, la raza, la nacionalidad e incluso el estado civil y la orientación sexual, así como la edad. Y las mujeres de diferentes clases, razas, nacionalidades, estados civiles y orientaciones sexuales están sometidas a diferentes grados de poder patriarcal. (Hartmann, 1980: 97)

Violencia como enunciado.
Para lograr la comprensión de este tipo de violencia consideramos de suma utilidad la localización de los aportes realizados por Segato sobre la violencia. La autora propone entenderla a partir de la relación entre dos ejes que se intersectan: uno horizontal, donde los vínculos se establecen a partir de las relaciones de alianza o competición; y otro vertical, cuyos lazos son de entrega o expropiación. El eje horizontal refiere a los vínculos entre el que ejerce la violencia (violador en el análisis de Segato) y sus pares, socios en el orden del estatus que es el género; el eje vertical implica la relación entre el sujeto masculino y quien exhibe significantes femeninos, en los crímenes que analizaremos estos significantes están asociados únicamente a mujeres. Ambos forman un sistema único e inestable, donde la violencia contra las mujeres actúa como una forma de interacción necesaria en la reproducción de la economía simbólica de poder. La autora distingue por un lado, el orden del contrato refiriendo a la esfera de la ley, que rige las relaciones entre categorías sociales que se clasifican como pares y el orden del estatus refiriendo a la esfera de las costumbres, que implica vínculos entre categorías que exhiben marcas que las relaciona de manera jerárquica y desigual, como sería el caso del género (Segato incluye además la raza y la clase, entre otras). Esta última forma de establecer las relaciones entre categorías es considerada propia de la premodernidad, en este contexto la mujer y el acceso sexual a ella es un patrimonio por el cual los varones compiten entre sí (considerado como derecho de pernada). En este marco la violencia ejercida contra una mujer era una agresión dirigida hacia otro varón a través del cuerpo de la mujer. Con el advenimiento de la modernidad, la ciudadanía se extiende a la mujer transformándose en un sujeto de derecho, aquí dejaría de ser concebida como apéndice del varón y la violencia ejercida contra ella pasaría a ser considerada como delito contra su persona, ya no contra un tercero (un varón a modo de agresión o competición a un par de su fraternidad). De este modo, en la premodernidad los vínculos eran regidos por el orden del estátus, mientras la modernidad abre el camino al orden del contrato. Esta dicotomía (premodernidad-estátus / modernidad-contrato) no debe ser tomada de manera tajante ya que como sostiene Segato acordando con Carol Pateman, en la modernidad coexisten ambos universos de sentido. Afirma Pateman, la estructura de género nunca adquiere un carácter completamente contractual, y su régimen permanece en el estatus, de este modo el orden del estatus desigual de los géneros responde a un orden arcaico y precede la regulación contractual (Citado en Segato, 2003:29) El mismo se hace visible en la modernidad, en el sentido que afirma Segato al mantenerse la figura legal de “delito contra las costumbres” o de “legitima defensa de la honra” apelada en los tribunales en defensa del violador o asesino, reproduciendo la idea de que los actos de las mujeres afectan la integridad del varón. En este sentido la igualdad de relaciones que presupone el contrato moderno desmarcando a los sujetos queda fisurada. Este análisis, que permite visualizar la continuidad de un orden desigual en torno a la marca de género, se intentará aplicar en la comprensión del crimen de interés en este trabajo (y de tantos otros que se conectan con él).
Un aspecto de la violencia contra las mujeres que nos interesa introducir para completar su análisis, se refiere a entenderla como un enunciado que a través del cuerpo de la mujer intenta expresar a determinados interlocutores un mensaje concreto. Los asesinatos a los que haremos referencia y en particular el de Sandra Ayala Gamboa deben entenderse en una trama mayor, en tanto sistema de comunicación. En el sentido premoderno que hablábamos más arriba, el cuerpo de la mujer sigue siendo el territorio en el cuál los varones tomarán y afirmarán posiciones entre sus pares, el uso y abuso del cuerpo de ella, aniquila su voluntad y le expropia a la mujer el control de su cuerpo, para dejar la huella de su posición de varón, de clase y de etnia.

¿Cómo podemos aplicar este análisis al caso de Sandra?
Sandra se hizo presente en el Archivo del Ministerio de  Economía de  la ciudad de La Plata con el fin de reunirse en una entrevista de trabajo. Concentraba varias marcas que la posicionaban desventajosamente. Por un lado en el marco xenofóbico reinante en la Argentina, producto de diversas crisis a nivel nacional y global, la llegada de inmigrantes de países limítrofes se tradujo en una tensión expresada en los vínculos sociales con la conformación de dos bandos los inmigrantes y el ciudadano nacional,  que perdura en la actualidad y tienen fuertes consecuencias en el plano laboral. Sandra era una inmigrante más que disputaba un puesto de trabajo, una actitud que continúa desafiando el rencor del ciudadano argentino y al contexto xenofóbico que lo interpreta como expropiación de sus espacios nacionales. De esta forma se hace visible la manera en que se articulan desventajosamente para Sandra la nacionalidad y la clase y se representa la realidad que los grupos inmigrantes deben enfrentar ante una población nacional que no los reconoce como ciudadanos ni como legítimos merecedores de oportunidades y condiciones laborales. Pero Sandra no era una inmigrante europea y blanca. Por el contrario, era una joven mestiza proveniente de Perú. Consideramos que la xenofobia que se respira en nuestro país, tiene de trasfondo un fuerte racismo que se remonta a los tiempos de la colonización de América. El genocidio que sufrieron los pueblos originarios por parte de los europeos perdura hasta nuestros días en la ideología racista existente en amplios sectores de la sociedad. La discriminación es atravesada, en este marco, por la pertenencia étnica. Si en el análisis intentamos dar un paso más, Sandra era una mujer y el cuerpo que en este caso lleva las marcas negativas de ser inmigrante, mestiza y desocupada es un cuerpo femenino, por lo que estos estigmas se potencian, implicando un desafío que va más allá de la xenofobia racista y la desocupación presentes en el país. Las marcas de etnia, clase y nacionalidad (ya negativamente valoradas, por pobre, mestiza y peruana), son juzgadas desde la óptica patriarcal y usará el cuerpo de Sandra como el territorio en el que impondrá el castigo ejemplificador para cualquier otra mujer que ose cruzar los límites. Con la muerte de Sandra no sólo se intentó disciplinar a una mujer, sino a una mujer genérica, pero a su vez esta agresión se dirige contra otro hombre también genérico, con el fin de demostrar fuerza y virilidad ante una comunidad, que si bien es de pares, mantiene un orden jerárquico. La muerte de Sandra está dirigida como agresión y como enunciado hacia el grupo de varones de su comunidad en términos étnicos, su muerte fue un acto expresivo de significado, un acto para otros, un acto para marcar y remarcar espacios de poder entre pares.
La condición de posibilidad para que este tipo de asesinatos tengan lugar, es un ambiente de extrema impunidad, ausencia de líneas de investigación consistentes, repetición de  crímenes, privilegios y protección (directa o indirecta) a acusados, construcción de chivos expiatorios y, fundamentalmente, encubrimiento y complicidad del Estado y sus instituciones. En el caso de Sandra, ella desaparece el día 16 de febrero del 2007. Cuando los familiares fueron a hacer la denuncia ese mismo día a la comisaría Primera, los policías se negaron tanto a tomar la denuncia, como a entrar en el archivo del Ministerio para ver si Sandra estaba ahí, porque los familiares sabían que ese era el lugar de la supuesta “entrevista de trabajo”. Tuvieron que pasar 6 días para que la policía entrara al edificio para buscar a Sandra. Así fue como el 22 de febrero encontraron su cuerpo.
El caso de Sandra muestra un pacto entre varones que trasciende a los autores directos. La complicidad y el silencio se extienden a la policía encubridora, al ministerio de economía que prestó el lugar para el crimen, a la justicia y sus leyes patriarcales que mantienen impune al crimen  y al gobierno que garantiza la impunidad, permitiendo, de hecho, que los feminicidios sucedan de manera sistemática, hasta en los edificios públicos de sus propias instituciones. La impunidad, como bien dice Segato, no es producto de los asesinatos sino la condición de posibilidad de los mismos.
Un estudio estadístico realizado por Susana Cisneros, Silvia Chejter y Jimena Kohanetc  muestra que en la provincia de Buenos Aires entre los años 1997 y 2003 se produjeron 1.072 homicidios que pueden ser claramente caratulados de feminicidios. Dando una frecuencia de un feminicidio cada dos días y medio solamente en la provincia de Buenos Aires.
El carácter disciplinante del castigo impuesto a estas mujeres se refleja consciente e inconscientemente en la forma que desde los medios se instala el debate moral en la esfera pública sobre la víctima, es decir, qué límites han traspasado que las vuelven moralmente cuestionables. El poder patriarcal escribe sus mandamientos en el mismo cuerpo de las mujeres elegidas para el sacrificio, violación, tortura y muerte para toda mujer que se atreva a posicionarse como sujeto y decidir sobre su propio cuerpo y su propia sexualidad. 
Creemos que la muerte de una mujer peruana desocupada y mestiza, encontrada en un organismo estatal tiene un significado político. El cuerpo de Sandra es el lugar de sometimiento de la otredad, donde no sólo se refuerza una posición con respecto a las fronteras de lo femenino, sino que se intenta transmitir, a su vez, un mensaje subordinante ante los varones culturalmente diversos y política y económicamente en desventaja. El concepto de feminicidio nos permitió descartar cualquier forma de explicación superficial y simplista, que aísle los asesinatos unos de otros al presentarlos como crímenes pasionales o conflictos privados. Por el contrario, visibiliza la relación de los mismos como el emergente de una violencia estructural en cuya base se encuentra la dominación masculina.

Feminicidio en el marco de las movilizaciones.

Aspectos metodológicos.
Luego de un tiempo de venir reflexionando sobre la violencia contra las mujeres y sobre el feminicidio en particular surge la necesidad de comenzar a identificar posibles formas de confrontar este tipo de crimen. Así, las movilizaciones que comenzaron a organizarse a partir del asesinato de Sandra Gamboa, se presentan como espacio a partir del cual construir conocimiento sobre la temática, incluyendo ahora las voces de los diferentes sectores involucrados en la búsqueda de justicia para Sandra.
Uno de los primeros disparadores para pensar la articulación del feminicidio con el activismo corresponde a una pregunta que nos hicieron en un congreso: ¿Qué hacer ante un panorama tan desalentador? Esta intervención abrió un nuevo camino de reflexión, es decir, aunque el reconocimiento de este tipo de crímenes contra las mujeres (diferenciándolo de otros tipos) ya es de por sí valioso y enriquecedor, sentimos la urgencia de identificar acciones que puedan comenzar a confrontar con los mecanismos de violencia que la teoría explica tan claramente.
En este trabajo intentamos poner en diálogo las reflexiones de autoras que vienen estudiando la temática con las interpretaciones que las/los partícipes de las movilizaciones nos aportaron sobre este feminicidio en particular, a través de entrevistas realizadas a representantes de los grupos así como también a través de discursos, pintadas, canciones a las que accedimos al participar en las manifestaciones.
Un primer desafío metodológico presente en esta investigación fue comprender nuestra posición al tomar un nuevo rol en las movilizaciones ahora como investigadoras, siendo ambas militantes y miembros de la Comisión de Género de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, uno de los sectores que acompañaron los reclamos desde el comienzo. ¿Es posible, como sujetos políticos partícipes, lograr una relación metodológicamente adecuada que permita conocer al resto de los actores sociales que militan el asesinato de Sandra? ¿Cómo lograr esa situación de “aproximación y distanciamiento” inherente a la construcción de conocimiento antropológico en un proceso del cual somos parte constitutiva?
Indudablemente, fue clave retomar las reflexiones en torno a la posición política del sujeto cognoscente y la imposibilidad de una postura neutra ante las problemáticas que se analizan. Es innegable que nuestro activismo nos lleve a enfocar la temática de determinada manera, lo que intentamos es poder desdoblar nuestro posicionamiento como militantes feministas con objetivos políticos precisos y nuestra posición como sujetos cognoscentes con objetivos epistemológicos concretos. A pesar de esto reconocemos que el “objetivo último” de las reflexiones que venimos desarrollando en torno al feminicidio apuntan a la transformación de las relaciones de desigualdad que se hacen visibles en el análisis. Ciertamente, el conocimiento que se genera en una investigación es fuente de poder: dependiendo de su difusión, los resultados pueden ser utilizados como herramienta de reflexión. Pueden ser usados también para facilitar un mejor entendimiento de situaciones similares que se presenten en otros lugares, permitiendo de esta manera transformar la relación de subordinación. Por esta razón, somos concientes de que esta separación entre nuestro objetivo político y epistemológico es sólo en un plano analítico y metodológico. De esta manera, lo que establecimos como prioritario fue poner en constante reflexividad nuestra interacción y diálogo con los/as otros/as, para establecer una relación metodológicamente válida.
La unidad de análisis en este trabajo corresponde al proceso de movilización que se conforma a partir de la violación y asesinato de una mujer en la ciudad de La Plata. Es decir, se refiere a las distintas movilizaciones que ocuparon las calles de la ciudad, reuniones organizativas de los sectores involucrados, eventos culturales en conmemoración. El mismo se inicia en febrero del 2007 cuando es hallado el cuerpo de Sandra en una dependencia del Estado, continuando hasta la actualidad básicamente con marchas mensuales en los aniversarios de su muerte.
Una de las razones por la que se prefiere un enfoque procesual de las movilizaciones responde a la posibilidad de desplegar (temporal y espacialmente) las categorías y conceptos centrales utilizados en el análisis. Así, pudimos observar como fueron resignificados y adquiriendo connotaciones políticas diferentes en distintos momentos del activismo y en los múltiples sectores. Otra de las razones de la elección de esta perspectiva acuerda con Inés Izaguirre al resaltar la necesaria incorporación, en el análisis del conflicto social, de la confrontación de las ideas con la práctica, es decir de la teoría con la acción. Así se elige “[…] un modelo epistemológico donde la confrontación es la condición necesaria para el aprendizaje de sí mismo y del otro, no sólo del enemigo sino también de los aliados, los pares, los iguales, o sea para la toma de conciencia.” (Izaguirre 2003:253)
En este modelo de confrontación y en este trabajo en especial, se recorta el análisis a los distintos “grupos aliados” en el enfrentamiento al Estado. Es decir, el objetivo se focaliza en la interacción de los grupos que se han unido ante el asesinato de Sandra y no entre estos y el Estado (aunque es imposible no hacer referencia de esta relación) Este recorte posibilita entender los lazos y las tensiones internas que conlleva toda movilización y sobretodo interesa comprender las distintas pociones que los grupos toman frente a este asesinato en particular.
Un momento paradigmático en la génesis de estas manifestaciones fue el 8 de marzo del 2007, cuando se reúnen en una sola marcha los familiares de Sandra que venían manifestando independientemente y las movilizaciones por el día de la mujer organizadas por las Comisiones de Género, sectores de izquierda y movimientos de derechos humanos. Este puede ser considerado un punto de partida no sólo para el activismo sino para la comprensión del asesinato de Sandra como un feminicidio.
De esta manera comienzan a nuclearse distintos grupos que exigen explicaciones al Gobierno y justicia para Sandra conformando un espacio dinámico, al cual se fueron agregando y desagregando sujetos políticos diversos. A continuación nombraremos a todos los que en algún momento u otro han participado.
ž   Familiares de Sandra.
ž   Organizaciones de los Pueblos originarios.
ž   Comisión de Género de la Facultad de Humanidades de la UNLP
ž   Comisión de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP
ž   Comisión de mujeres de Mafissa en lucha y trabajadores de Maffisa
ž   Multisectorial de La Plata, Berisso y Ensenada (conformada por diversos partidos de izquierda y organismos de Derechos Humanos)
ž   Asociación Peruana y Latinoamericana.
ž   Asociación Miguel Bru
ž   Agrupaciones feministas
ž   Suteba, La Plata
ž   Sien volando- Artistas Plásticos
Para conocer las explicaciones, las opiniones, las acciones propuestas en torno al feminicidio de Sandra se llevaron adelante una serie de entrevistas semi-estructuras a distintos integrantes de los sectores comprometidos. La entrevista implica una relación social en la cual se intercambian significados, formas de ver el mundo, valoraciones, modos de hacer. Justamente la mirada de cada grupo en torno a este caso es relevante para poder identificar los sentidos dados al asesinato de Sandra. Las entrevistas intentan acompañar y complementar la observación participante realizada durante las marchas, encuentros conmemorativos, reuniones.
El reconocimiento de que toda entrevista conlleva una relación de poder entre investigador/a y las personas entrevistadas, compromete a la reflexión en torno al vínculo que en cada entrevista se establece. Si la investigadora o el investigador plantea una relación mercantil con los/as otros/as, es decir solamente los/as utiliza para obtener (comprar) información, en la misma se establece una relación de imposición y violencia. Por la cual el conocimiento (producto) es el resultado del proceso intelectivo de la investigador/a a partir de la extracción de información realizada en la entrevista. Al contrario intentar establecer una relación entrevistador/a-entrevistado/a lo más simétrica posible, considerando que ambas partes se involucran, facilita un tipo de conocimiento que contempla las subjetividades de ambas. Esto no implica que al momento de llevar acabo una entrevista no se establezcan roles diferentes, sino que se apunta a establecer relaciones lo menos jerárquicas posibles. Así los miembros de una entrevista son considerados interlocutores, agentes sociales que producen conocimiento a partir de un ida y vuelta, donde ambas partes poseen saberes que deben ser respetado. De esta manera se quiebra con la linealidad entrevistadora-entrevistada, para plantear una “conversación” que posee una lógica diferente de organización, la que implica una producción de conocimiento a partir de la dialéctica entre los saberes de los/as interlocutores/as. Esta manera de comprender las entrevistas, no posibilita hablar de “utilizar” las palabras de los/as entrevitados/as. Sino que en oposición con este fin instrumentalista lo que se intenta es incluir esas voces (siempre con el consentimiento de las partes) para que tomen fuerzas desde los propios sujetos de enunciación.
Las entrevistas se plantearon a modo de conversación y con suma flexibilidad respecto al modo de preguntar. Tres fueron los ejes que determinamos como fundamentales, los cuales debían ser conversados para poder alcanzar los objetivos de la entrevista:
1        Razones por las que se encuentran participando de las movilizaciones.
2        Interpretación del asesinato.
3        Opiniones sobre la interacción entre los distintos sectores que participan en la movilización.

Presentación de los sectores en lucha.
El criterio para seleccionar a los/as entrevistados/as depende del tipo de participación que los mismos desempeñan en las movilizaciones. Es decir, optamos por entrevistar a los sectores organizadores que sostienen mes a mes las medidas de fuerza desde sus inicios.
Una de las primeras entrevista realizadas fue a Eduardo, militante de los 70, ex - detenido desaparecido en la última dictadura militar. Durante el juicio a Etchecolatz, en el cual fue testigo, se entera de la desaparición de una joven peruana y se solidariza con el caso.[1] La condición de desaparecida en la cual estuvo Sandra por unos días antes de que hallaran su cuerpo en las dependencias del Ministerio, es una de las principales razones por la que Eduardo se identifica con el crimen. Como él explica en el trascurso de la entrevista: “Un día agarré el diario y leí que decía que una chica estudiante peruana había desaparecido. Uno viste que está siempre con lo de los desaparecidos (…) como veníamos con lo del juicio y esta chica que había desaparecido…”. El final inconcluso de esta frase fue reanudado con otra de las razones que lo aúnan al caso: “otro motivo es que mi papá es peruano”. De este modo nos expresa la necesidad de solidaridad con un país vecino y con el conjunto de inmigrantes que como su padre han llegado a Argentina.
Eduardo es uno de los entrevistados que marcan una distinción importante con el resto ya que es difícil ubicarlo dentro de un sector específico. Desde los inicios junto a los familiares especialmente con Nélida, la madre de Sandra, se convirtió en uno de los principales referentes y organizadores de las movilizaciones y actividades por el pedido de justicia para Sandra. Desde nuestra opinión, la posibilidad de entender su participación en las movilizaciones remite más al rol de mediador entre los grupos que a miembro de un sector en especial.
Otro de los grupos que participa activamente desde el comienzo de las movilizaciones es la Comisión de Género de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. La conforman estudiantes mujeres que estudian distintas carreras las cuales impulsan el debate de género en el interior de la academia y son activistas dentro del movimiento de mujeres. Este es un espacio heterogéneo en el cual participan militantes de partidos de izquierda, de agrupaciones feministas e independientes.
Una de las actividades de esta comisión es organizar eventos en las fechas de la agenda feministas como el día de la no violencia contra las mujeres (25 de noviembre), el día de las mujeres (8 de Marzo), el día por la despenalización del aborto ( 28 de septiembre), etc.  Uno de los objetivos cuando nace la comisión fue el de instaurar en La Plata las problemáticas de género, por lo cual cuando sucede el feminicidio de Sandra, este es incorporado como una de las principales consignas y reivindicaciones en casi todas las actividades impulsadas en la ciudad. La entrevista se la hicimos a dos integrantes, Magui (Mg) y Marilí (Ml) las cuales nos contaron como se sumaron a las movilizaciones por el asesinato de Sandra.
Consideramos necesario incluir las intervenciones de otros sectores que no participan todos los meses en las movilizaciones pero acompañan las medidas más importantes.
Entre ellos están los/as representantes de los Pueblos originarios. Por un lado la Organización Identidad contra la discriminación, la cual viene funcionando desde hace diez años con esta temática, tanto en La Plata como en el Gran Buenos Aires y en la Puna jujeña.
Para el año del asesinato de Sandra, se incorpora la Comisión de Mujeres de Mafissa la cual se desprende de la lucha que venían dando sus esposos obreros que fueron despedidos en diciembre del 2007.[2] Por lo cual tomaron la fábrica en febrero del 2008. Para dicha fecha este sector se encontraba en su momento más ofensivo y es ahí cuando nace la comisión de mujeres con el fin de buscar solidaridad y apoyo a la causa de Mafissa.
La comunidad peruana a través de la Asociación Vivir Perú Unido y la Comunidad peruana platense acompañaron el proceso con mayor participación durante los primeros meses, volviendo para la actividad del año.

Dinámicas entre los grupos
Al iniciarse el proceso por pedido de justicia la Organización Miguel Bru tenía un peso considerable, tanto en las movilizaciones como en el enfoque a partir del cual se abordaba políticamente el crimen.[3] Este era presentado como un caso más de inseguridad, junto a muertes por accidentes de tránsito, gatillo fácil, etc. La denuncia era por inseguridad e impunidad. La estrategia propuesta era la de no enfrentamiento con el Estado limitándose al pedido de justicia y dejando en manos de la misma la resolución del caso. 
Esta posición comenzaba a funcionar como factor desmovilizador al mismo tiempo que otros sectores veían la necesidad de impulsar acciones y medidas de reclamo. Es así como empieza a crecer la tensión entre estas dos posiciones estratégicas.

Se acercaron ellos [Asociación Bru] para ayudar a la madre pero a través de los días que pasaban veía que la ayuda como te puedo decir, siempre había un pero de algo. Entonces cuando nosotros queríamos hacer, ponele, ir al ministro, ellos [Asociacion Bru]  decían: “no, ¿qué nos va a decir el ministro? Hay que dejar en manos de la justicia, no hay que enfrentar al gobierno.” (Eduardo)

“al principio se lo tomaba… ¿Cómo era lo de la asociación Miguel Bru?” (Magui)
“primero se lo tomaba como un caso más de inseguridad y nosotras tratamos de cambiar eso” (Marilí-Comisión de Género)

Estas tensiones se profundizan cuando en una de las primeras movilizaciones en la cual se incorporan los Pueblo originarios, la Asociación Bru plantea que la bandera de los Pueblos no tenía relación con el reclamo de la marcha. A partir de estas diferencias se genera una disputa entre los distintos sectores que concluye con la fractura del movimiento y el distanciamiento de la Asociación Bru del proceso.
La posición política fundamental que dividió a estos dos sectores está en relación con la postura frente al gobierno. Los grupos que continuaron movilizados acuerdan en la denuncia al Estado por la responsabilidad en lo sucedido.

“Esto no tiene que quedar impune porque fue en una dependencia del gobierno. El gobierno no nos da muchas garantías dicen hablar de derechos humanos y que se yo pero a la hora que tienen que actuar los tipos no actúan (…) porque siempre están prendidos los policías, los políticos.”(Eduardo)

“(…) estas autoridades que no saben hasta ahora dar una respuesta a pesar de que este horrible crimen a sucedido dentro del ámbito de las reparticiones del gobierno. (…) Acuso a este gobernador nefasto de ser un racista, como nosotros somos los indios no nos da audiencia.” (Juan, Organización Identidad contra la discriminación)

“Esta manga de sinvergüenzas e irresponsables que tenemos por gobernantes van a tener que hacer un poco de oído a lo que les estamos pidiendo.” (Oratoria de una de las referentes de la comisión de mujeres de Mafissa en el acto frente a la Casa de Gobierno al año del asesinato)

Otro punto de coincidencia estratégica que comparten todos los sectores, se encuentra en el valor dado a la movilización y a la lucha como medio necesario para alcanzar los objetivos políticos, en este caso el esclarecimiento del crimen y el castigo a los culpables. Esto queda reflejado en las palabras de la madre de Sandra, luego de un año de movilizaciones:

“Les agradezco a cada uno de ustedes por estar acompañándome en este dolor y esta lucha. Espero que no me abandonen, hoy los necesito, ahora quiero hacer justicia, ustedes son mi fuerza. Pido al gobierno del señor Scioli que por favor me de una explicación ¡quiero una explicación! Yo sé que lo va a hacer pero gracias a ustedes, a cada uno de ustedes (…) que me siguen acompañando hasta encontrar a esos asesinos que están sueltos en esta ciudad.” (Nélida, oratoria en el marco de la marcha y acto por el año del crimen cometido contra su hija)

A partir de la ruptura con la Asociación Bru el caso comienza a ser enfocado desde la perspectiva identitaria de cada grupo.  A pesar de las diversas perspectivas ideológicas el término feminicidio empieza a circular en las voces de los distintos sectores.

“Nosotras cuando tomamos el caso de Sandra le tratamos de dar el eje, o sea, no tratarlo como un asesinato más sino como una femicidio, de ahí que se empieza a hablar de femicidio, la violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres.”(Marilí-Comisión de Género de la Facultad Humanidades)

“(…) y me parece que lo logramos en algún sentido, ahora no se está hablando más de eso (el asesinato de Sandra como un caso de inseguridad), le pudimos dar un contenido más desde nuestra perspectiva de género.” (Magui-Comisión de Género de la Facultad de Humanidades)

Ahora bien, la noción de feminicidio comienza a ser asociada al crimen de Sandra. Algunos sectores la utilizan directamente (Comisiones de Género, agrupaciones feministas), otros lo incorporaron más tardíamente (Eduardo). Por último es necesario destacar que ciertos sectores no se han apropiado del concepto pero no se oponen a que el mismo sea el eje que predomina en banderas, grafitis, pintadas en el Archivo donde Sandra fue encontrada, entre otros (Organización Identidad contra la discriminación, Comisión de Mujeres de Mafissa).
A continuación profundizaremos en esta distinción respecto a la utilización de este concepto en las dinámicas de los grupos que movilizan.

Interpretaciones (identificaciones) del asesinato.
Como antes se ha dicho el cuerpo de Sandra estaba atravesado por distintas marcas de subalternidad. Cada grupo se apropia de una de ellas jerarquizándola como eje central que da sentido político al crimen.
Si bien se logró en este momento del proceso que el concepto de feminicidio sea utilizado por los distintos grupos para nombrar el asesinato de Sandra, nos preguntamos ¿hasta qué punto se comprende lo que el término en un sentido feminista quiere explicar?
Al ser analizadas las entrevistas, canciones y discursos registrados se evidencia que en algunos grupos la indistinción de género se mantiene, esto es, que el hecho de que Sandra sea mujer es irrelevante para la comprensión y explicación de la violencia que sufrió.
La Organización Identidad contra la discriminación toma el hecho como un ataque contra los Pueblos originarios, reivindicando a Sandra como “una hermana indígena”.

“Nuestro trabajo está encaminado a nuestra identidad como indígenas, seres humanos que habitamos por miles de años esta tierra, nuestra tierra estaba abierta a todos los seres humanos sin diferencia y distinción de nacionalidades, de raza, de etnia, de credo, de religión, económicas, social y cultural
Como gente originaria exigimos también ese mismo trato, esas misma retribución a estas autoridades que no saben hasta ahora dar una respuesta a pesar de que este horrible crimen ha sucedido dentro del ámbito de las reparticiones del gobierno.”(Juan)

La concepción de identidad implícita en este discurso, supone una homogeneidad dentro del grupo en cuestión y una indistinción de las relaciones de género. Cuando toma la palabra en nombre de los pueblos originarios se refiere a los mismos en tanto un grupo masculino. Por más que reconoce a Sandra como una hermana indígena, denuncia que el Estado los discrimina por “negros grasas” o sea en tanto varones indígenas, refiriéndose al gobierno: “son unos racistas discriminadores y no nos dan audiencia porque somos los negros grasas” (Juan) Al entender el crimen como un ataque racista no reconoce el carácter patriarcal de una violación, acto que precedió al asesinato de Sandra: “Lo que le ha pasado a Sandra también nos puede pasar a algunos de los presentes” (Juan, de la Organización Identidad contra la discriminación)
La no lectura de la violación como una violencia específica contra las mujeres también es compartida por otros sectores:

“Porque si hoy le hicieron esto a  mi hija, mañana puede ser uno de ustedes” (Nélida, Madre de Sandra)

“Nosotros, las mujeres de Mafissa, le queremos decir [dirigiéndose a la madre de Sandra] que todas somos madres, todas tenemos hijos, lo que pasó con Sandra nos puede pasar a cualquiera de nosotras” (Comisión de Mujeres de Mafissa)

Estas citas muestran dos formas de sesgo genérico. Por un lado, al referirse a las potenciales víctimas de un ataque como el que sufrió Sandra en masculino (uno, hijos, algunos). Esto muestra que no se percibe el carácter disciplinador del feminicidio como mensaje hacia las mujeres, sobre el cuerpo de las mujeres (lo que sería el eje vertical en el análisis de Segato) ya que la amenaza del crimen es extendida, como los discursos lo muestran, a todo cuerpo sin distinción genérica. ¿Cabe preguntarse si podría haberle pasado esto a un obrero? ¿O a un referente de los pueblos originarios? Con estas preguntas caeríamos en el absurdo de preguntarnos ¿Puede el feminicidio suceder contra un varón?
Por otro lado, las mujeres de Mafissa al momento de hablar de sí mismas lo hacen en primera persona del plural en masculino. La expresión “nosotros, las mujeres de Mafissa”, muestra que a pesar de ser todas mujeres el sujeto colectivo sigue siendo masculino y a la vez, se autoconvocan en tanto esposas y madres, es decir, se definen en relación a un otro masculino. Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, analiza cómo la mujer es definida por el varón con relación a él y no en sí misma como un ser autónomo. La filósofa sostiene que el varón puede (y de hecho lo hace) pensarse sin la mujer, pero ésta no puede hacerlo sin el varón. La mirada masculina reduce a la mujer a un objeto sexual cuya función es satisfacer las “necesidades” sexuales del varón y ser las reproductoras de la especie. La humanidad, dice nuestra pensadora, es masculina. En sus palabras: “La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre [=varón], y no éste con relación a ella, la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto, ella lo Otro.” (de Beauvoir. 2005:18)
Esta Humanidad masculina, este Sujeto universal del cual las mujeres no forman parte, expresa una falacia conocida con el nombre de pars pro toto. Esto ocurre cuando una parte se hace pasar por el todo. En este caso, la humanidad constituida no solo por varones sino también por mujeres, travestis, transexuales, transgéneros e intersexuales, cae en dicha falacia, o en lo que Celia Amorós denomina, “virtualidades de universalización”. (Amorós.1996: 5) Se habla en nombre de toda la humanidad al mismo tiempo que se deja fuera de dicho concepto a la mitad de los seres humanos que realmente la conforman.
Visibilizar el sesgo genérico y empezar a nombrarnos como mujeres (evitando las generalizaciones en masculino) creemos que es una manera de ir recuperando un punto de vista propio, una mirada desde nosotras para nosotras.
Volviendo al análisis de los discursos, el asesinato de Sandra es interpretado por las integrantes de la comisión de mujeres de Maffisa como el crimen de un hijo que a cualquier madre le puede ocurrir. Se solidarizan con Nélida diciendo: 

“Somos madres que estamos en sufrimiento. Nosotros en la calle hace tres meses que nuestros maridos están sin trabajo sin cobrar un peso, tenemos chicos en las casas, tenemos que mantenernos (…) la señora también perdió su hija nosotros estamos perdiendo en cierta forma a nuestros hijos. No tenemos para darles de comer”

Lo que las acerca a las movilizaciones por Sandra, es la conciencia política que desarrollaron en el proceso de lucha de sus esposos trabajadores. Con claridad veían la necesidad de coordinar las diversas luchas para posicionarse estratégicamente siendo la problemática de clase el eje de sus reivindicaciones.  
Un punto en común de las distintas argumentaciones es la falta de reconocimiento de la violación como motor del crimen. Ninguna hace referencia a este suceso previo al asesinato. Aparece como un dato irrelevante a la hora de explicar los motivos del acto de violencia en su totalidad. El recorte del contexto de violencia en el cual sucede el asesinato de Sandra refleja lo que se denomina “ceguera genérica”. Es decir, disociar por un lado, la violación del asesinato y por otro, no destacar que el o los asesinos fueron varones. Aquí, se invisibiliza la posición de desigualdad en la que se encontraba Sandra por el hecho de ser mujer.
En contrapunto, la comisión de género intentó desde un primer momento identificar y explicar el crimen como un feminicidio. 

“nosotras cuando tomamos el caso de Sandra le tratamos de dar el eje, o sea, no tratarlo como un asesinato más sino como una femicidio, de ahí que se empieza a hablar de femicidio, la violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres”
(Marili)

“lo entendemos como un caso paradigmático contra la violencia contra las mujeres”
(Magui)

Cabe señalar que las agrupaciones feministas, (Mariposas Mirabal y Azucenas) comparten esta perspectiva.
A su vez, la comisión de género, si bien analiza el caso poniendo como eje el hecho de que Sandra era mujer, no deja de tener en cuenta otras variables también importantes, aunque en un plano secundario.

“es heterogéneo porque justamente en el caso de Sandra se dan varias cosas, por un lado que es mujer y todo lo que ya sabemos, que vino de Perú.”
(Magui)

y no es que solamente lo tomamos por el hecho de que es mujer sino también otro de nuestros ejes es que es pobre y que es inmigrante”
 (Marili)

Luego del recorrido por las entrevistas, es posible identificar distintas posiciones respecto a la incorporación del concepto de feminicidio que se fueron dando a lo largo del proceso de movilización. Estos posicionamientos ideológicos, a nuestro entender, reflejan la relevancia que cada grupo da a las reivindicaciones de género. En ciertas organizaciones la problemática de género es el eje central de sus estratégicas, en otras la perspectiva fue incorporada a lo largo del proceso luego de intercambios, diálogos y actividades conjuntas. Por último, ciertos sectores ubican concientemente las demandas de género en un segundo plano, reflejando como organización, posturas cristalizadas.
Es interesante destacar como a pesar de la pluralidad de perspectivas, se ha logrado la construcción colectiva de un espacio abierto para las discusiones políticas y la coordinación y organización de actividades en conjunto. Las distintas voces encuentran un lugar para expresarse y manifestarse, estableciéndose vínculos de solidaridad indispensables para la continuidad del proceso de movilización.

Conclusión: Ninguna agresión sin respuesta.

Un canto que se repite mes a mes en las marchas es el de: “Todas somos Sandra”. Este grito colectivo de voces de mujeres expresa, según nuestro punto de vista, el reconocimiento de que lo ocurrido a Sandra,  puede pasarle a cualquier mujer por el simple hecho de ser mujer. Retomando lo analizado anteriormente, esta forma de violencia es sistemática y estructural, atravesando cualquier distinción ya sea étnica, de clase, de nacionalidad, etc. Creemos que si no se parte de esta visión es imposible comprender el concepto de feminicidio. Ya que éste, surge con la intención de visibilizar el sistema de dominación patriarcal que subyace a esa forma de violencia sexista.
Desde este marco de análisis, las estrategias políticas deben enfrentarse a un sistema y no a casos aislados. Y al ser este un problema propio del colectivo de las mujeres, la salida, por tanto, no puede ser individual. La exclamación “Basta de muerte basta de violencia ya las mujeres no tenemos más paciencia”, impulsada por agrupaciones feministas y comisiones de género en las movilizaciones, es un intento de ir generando un posicionamiento estratégico común a las mujeres.
En la construcción de esta identidad política: las mujeres, el debate e intercambio es un primer paso. Sería importante, comenzar por difundir estas temáticas en  distintos espacios: academia, escuelas, agrupaciones políticas, medios de comunicación y toda instancia donde se puedan hacer visibles las problemáticas de género.
Esa reflexión es indispensable en el proceso de movilización social. Creemos que el pensamiento no puede divorciarse de la acción si se pretende transformar las relaciones de desigualdad, en este caso la que se da entre los géneros. Si consideramos que la movilización es una estrategia válida para comenzar a desmantelar este tipo de violencia estructural contra las mujeres manifestada en el feminicidio a Sandra, es necesario que esa reflexión se extienda en el interior de los distintos grupos partícipes.
El punto de convergencia respecto a la posición que los distintos sectores tienen en relación al Estado, es un elemento sustancial del proceso de movilización. Todos coinciden en que la pelea es contra el Estado ya sea por considerarlo capitalista, patriarcal o racista. Se ve la profundidad del reclamo político que trasciende a cada acto de violencia particular.
Nos parece altamente positivo, la continuidad y el compromiso de quienes forman parte del proceso de movilización de reclamo de justicia por Sandra. Esta continuidad deja abierta la posibilidad de profundizar los debates para que las diferencias de género, etnia, clase, nacionalidad, no nos alejen las/os unas/os de las/os otras/os y que, por el contrario, permitan construir lazos de solidaridad entre los distintos colectivos subalternos. Como diría Audrey Lorde, es fundamental construir “modelos de relación igualitarios (...) [para que las diferencias no estén] al servicio de la segregación y la confusión. (...) [sino para utilizarlas] como trampolín que nos empuje al cambio creativo de nuestra vida.” (Lorde, 2004: 123)
Para luchar contra los feminicidios, nos parece indispensable que la opresión que sufrimos las mujeres en tanto que mujeres, no sea ni postergada, ni subordinada, ni invisibilizada. Todas las opresiones que existen, deben ser combatidas simultáneamente para evitar las virtualidades de universalización que muchas veces llevó, en períodos revolucionarios, a que se pierdan en el camino las demandas de las mujeres.
A modo de cierre retomamos la pregunta que nos fue dirigida en aquel congreso: ¿Qué hacer ante un panorama tan desalentador? Nosotras buscamos algunas respuestas y aún seguimos pensando y actuando al respecto. Las posibles formas de confrontación a la violencia patriarcal varían según contextos y sujetos implicados. Pero la seguridad en la apertura del campo histórico y en su potencialidad transformadora es, lo que en nuestra opinión, debe hilvanar las distintas acciones. Los desarrollos teóricos de Rita Segato son fundamentales en nuestra reflexión sobre feminicidio. En La Nación y sus Otros la autora parece adelantar una respuesta: “(…) llegamos hoy a una definición de utopía como creencia en la historia en cuanto programa abierto, horizonte que no cierra, campo de incertidumbre e indeterminación. El carácter histórico –es decir, abierto- del destino humano es la gran utopía contemporánea.” (Segato 2007:147) La permanente apertura de la historia otorga la posibilidad de un pensamiento fluido y no determinista que corre a la par de un activismo en continua reformulación. La oposición de la autora a la determinación histórica deja planteada la posibilidad de “que llegue a existir lo que todavía no existe”. La “imprevisibilidad” propia de la historia como apertura es la clave para no desalentarse ante panoramas y momentos, tanto a nivel teórico y práctico, en los que parecieran estar todas las posibilidades agotadas.

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     de políticas de la identidad, Buenos Aires, Prometeo Libros.






[1] Miguel Etchecolatz fue el primer represor llevado a juicio oral y público en Argentina luego de la anulación de las leyes de punto final y de obediencia debida. Por otra parte, es también el primero de una serie de causas penales derivadas de los llamados "Juicios por la Verdad", que desde 1998 se han multiplicado en el país. El 20 de junio de 2006 comenzó el juicio al ex Director General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Miguel Osvaldo Etchecolatz el que extendió hasta agosto de ese mismo año.
[2] Mafissa, Fábrica de manufactura de fibras sintéticas. El conflicto surge cuando en noviembre del 2007 el empresario Jorge Curi despide a 103 obreros a lo cual sucedió un progresivo vaciamiento de la fábrica. El 23 de enero del 2008 decide cerrar la textil y suspende a los más de 500 trabajadores sin goce de sueldo. En respuesta los obreros toman la fábrica y luego de 140 días de tenerla ocupada fueron reprimidos y algunos de ellos procesados por orden del juez César Melazo. 
[3] La Asociación Miguel Bru trabaja por la defensa de los Derechos Humanos. Funcionó como grupo informal desde la muerte y desaparición de Miguel Bru, ocurrida el 17 de agosto de 1993 a manos de personal policial. Miguel Bru era estudiante en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, luego de su desaparición surgió la necesidad de conformar una organización, la cual llevó el nombre de Comisión de Familiares, Amigos y Compañeros de Miguel Bru, que tenía como sede de trabajo y punto de referencia la facultad mencionada. A principios de 1999 surgió la idea de institucionalizar el trabajo que venían llevando a cabo tanto Rosa Bru (su madre) como la Comisión que ella encabezaba. Fue por ello que consideraron necesaria la conformación de una Asociación Civil. Así, la Asociación Civil Miguel Bru, funciona como tal desde el 20 de agosto de 2002.


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